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Khyzer Hayat, el niño paquistaní que propinó un triple KO a los prejuicios

Khyzer Hayat, tricampeón del mundo de muay thai.

Khyzer Hayat, tricampeón del mundo de muay thai. / EP

Roger Pascual

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Khyzer Hayat llegó a Catalunya en 2001, con siete años, procedente de Pakistán. “Mi padre había venido a vivir aquí solo antes de yo naciera porque mantener a 6 hijos y la mujer trabajando en Pakistán no era fácil”, evoca, recordando el periplo laboral paterno: Arabia Saudí, Grecia, Barcelona… hasta echar raíces en Malgrat de Mar, donde eran los únicos paquistanís. Pocos podían imaginar que, dos décadas después, aquel joven paquistaní criado en Catalunya se convertiría en triple campeón del mundo de muay thai y sería un ejemplo de integración.

“Nuestro padre nos trajo aquí para que nos espabiláramos más de lo que hubiéramos hecho en Barcelona, donde había muchas familias paquistanís”, recuerda. “En las grandes ciudades algunas comunidades se relacionan solo entre ellas, pero es diferente cuando vas a una pequeña población como Malgrat [19.000 habitantes]. En Barcelona habría tardado mas tiempo en aprender catalán y castellano y no me habría integrado tan rápido porque solo me habría relacionado con gente de mi cultura. En Malgrat no había otra opción, no iba a estar hablando por señas todo el día”.

Aunque los profesores y los otros niños intentaron ayudarle, Khyzer rememora que fue duro, porque el urdu o el panyabí que hablaba hasta entonces nada tenían que ver con el catalán o el castellano. “No es tan fácil hacer amigos y más cuando no dominas mucho una lengua al principio. Porque eres el diferente, el extraño. Tienes que buscarte la vida, porque imagínate un niño de esa edad sin amigos. No se le recomiendo a nadie”.

Pelea con el compañero

Cuando tenía 10 años se peleó con un compañero en clase de educación física. “Hazle lo que entrenamos”, aconsejaba otro chaval a su rival. “Me tiró al suelo y me empezó a pegar”, recuerda. Tras aquel primer combate la profesora les obligó a hacer las paces. Al día siguiente, una vez firmado el armisticio, Khyzer le preguntó qué era eso que entrenaba. “Muay thai”.

Acababa de aprender dos nuevas palabras más, pero no un par cualquiera, sino que cambiarían su vida para siempre. “Ven a entrenar conmigo”, le dijo su antiguo enemigo, convertido ahora en primer maestro de aquel exótico arte marcial. Aceptó la invitación y se le abrió un mundo nuevo. “En lugar de estar por la calle dando vueltas solo, sin amigos, estaba una hora entrenando, haciendo lo que me gustaba”, comenta. “Me ayudó a adquirir la disciplina y los valores que te dan las artes marciales, que son muy valiosos”.

No sólo le gustaba y le servía para ampliar su red social, sino que se le daba bien. Más que bien. Iba viendo su evolución, que tampoco se le escapaba a su entrenador. “Si vas con todo puedes sacar buenos resultados”, se repetía. Con 12 años disputó su primera pelea amateur y a los 18 hizo su debut como profesional. Hasta que el 23 de octubre de 2021 se enfundó el cinturón de campeón del mundo de la federación WKN de muay thai en categoría de 67 kilos. Un título que ha mantenido y al que ha añadido los de dos federaciones más, ISKA y WAKO (K1).

Khyzer ‘The Destroyer’ Hayat acumula 41 victorias (15 por KO), 2 nulos y 13 derrotas en su carrera, que ha compatibilizado profesionalmente con otro sueño de infancia. “Desde pequeño quería ser policía, como mi abuelo. Cuando había peleas en el cole yo y un colega siempre mediábamos. A los 20 empecé a estudiar las oposiciones, aunque lo aparqué porque vi que sacaba buenos resultados en muay thai. Pero tenía esa espina clavada porque lo que me gusta es ayudar a la gente”. El coronavirus le dio la oportunidad. “Durante la pandemia, como no había combates y no entrenaba tantas horas, retomé los estudios para la oposición a policía local de Palafolls. Llevo dos años y estoy muy contento”. Y sigue sin haberse peleado fuera de un ring. “Nunca en 19 años entrenando me he peleado con nadie. Cuando no haces un deporte de contacto no eres consciente del daño que puedes hacer o te pueden hacer. En la calle no tienes ni idea de lo que es capaz el otro, si lleva una navaja o otra arma. No eres nadie, tío”.

Reconocimiento de la embajada

Cuando ganó el primer Mundial fue galardonado por el embajador de Pakistán en España no solo por su éxito deportivo sino por ser un referente de integración. Su último combate, disputado en abril en su Malgrat ante 1.500 personas, además de darle la tercera corona mundial tuvo también un componente solidario, ya que la recaudación fue para la Associació de Formació Esportiva Malgrat, que ayuda chicos en riesgo de exclusión social, a los que Khyzer da también charlas en el gimnasio y en colegios. “Veo a chavales como era yo y siempre les digo que no tienen que cerrarse y que se tienen que integrar y que, para ello, nada mejor que el deporte”.

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