ANÁLISIS DE LA REALIDAD AZULGRANA
¿Puede Xavi remontar la crítica situación del Barça? Opinan Francisco Cabezas, Albert Guasch, Marcos López y Joan Domènech
El Barça se le derrumba a un Xavi debilitado
El Barça de Xavi no tiene sentido y pierde tras un grotesco partido en Amberes
Xavi "consensuó la lista"; Deco replica que "no se consensuó nada"
El Periódico
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La segunda derrota consecutiva del Barça (Girona y Amberes), unida al decepcionante juego que está mostrando el equipo desde hace tiempo, ha incrementado la sensación de crisis aguda. Como suele suceder en estas situaciones, el foco se ha depositado en el entrenador, en Xavi, sobre el que emergen dudas sobre su capacidad de hacer reaccionar al equipo y liderar el vestuario, en particular después de que el presidente Laporta minara su credibildad con su intervención en la convocatoria de Amberes en la Champions. Cuatro periodistas de la sección de deportes de EL PERIÓDICO (Francisco Cabezas, Marcos López, Joan Domènech y Albert Guasch) evalúan la situación en que ha quedado el técnico después de las últimas adversidades y las perspectivas de que sea capaz de propulsar un cambio de rumbo.
La realidad paralela, por Francisco Cabezas
La última vez que el Barça ganó la Champions fue en 2015. Ha pasado casi una década, y el bochorno continúa fluyendo a sus anchas por las cañerías. Estamos ante un club en que el poder legislativo y ejecutivo pasa por un presidente, Joan Laporta, con maneras de Rey Sol y al que nadie se atreve a replicar; en que el director deportivo, Deco, está más pendiente de mandar e influir que de construir una plantilla ajena a los intereses de los representantes; y en que su entrenador, Xavi Hernández, incapaz en dos años de conceder una identidad a su equipo, pierde el control de un vestuario donde los líderes sólo ejercen en el camerino, nunca en el campo.
El mismo club que pensó que los ridículos en Roma, Liverpool o Lisboa, aún con Messi en la plantilla, sólo podían responder a los delirios gubernamentales de Bartomeu se ha encontrado con que episodios de lo más grotescos también se reproducen en este tiempo de ficticia reconstrucción. Ya sea en casa ante un Girona que mostró al Barça cuán profundas son las miserias de su proyecto. Ya sea ante rivales de medio pelo como el Amberes, que pasaba por ser el peor equipo de la competición, pero responsable de una caída demasiado difícil de digerir por mucho que a Xavi no le duela.
Los capitostes al frente del Barça que debían rescatar el espíritu 'cruyffista' se han entregado a algo tan 'nuñista' como la resistencia en una realidad paralela. Porque de Cruyff ya sólo queda el recuerdo, los homenajes y la propaganda.
¿A quién acudirá Xavi?, por Marcos López
En tiempos convulsos, siempre se necesitan miradas externas que ayuden a dibujar con cierta perspectiva la delicada situación. Delicada e inédita porque como técnico no había vivido Xavi algo así hasta ahora. Es todo nuevo. La gestión de la derrota, la gestión del modelo táctico que necesita cambios, la gestión de un grupo de jugadores desconfiados y recelosos. La gestión de la mirada inquieta del presidente. Y del entorno. Se necesita, por lo tanto, al entrenador del entrenador. Xavi es el rostro del Barça. Rostro, portavoz, imagen y todo… Cuando asomaron los malos resultados, tras la caída con el Madrid, asumió que todos le miraran a él en busca de una solución. Pasaron las semanas y la solución no llegó. Tiene un staff de absoluta confianza (“son culés de cuna”, dijo para defenderlos antes de la derrota en Amberes), pero ¿a quién acudirá, más allá de ese grupo de técnicos y ayudantes, en busca del remedio que le permita salir de la penumbra? Tal vez sea él mismo quien deba hallar la puerta adecuada.
El tiempo corre muy deprisa, por Joan Domènech
Reconocer que el partido de Valencia es una final fue la constatación de que Xavi sabe que se le acaba el tiempo. Tal vez porque se lo hayan dicho, quizá porque él se da cuenta de que es el momento culminante que decide su continuidad o el despido. Se acaba el tiempo de la paciencia, no de las posibilidades de éxito reales, vivo el equipo en cuatro competiciones. La centrifugadora que es el Barça consume partidos, semanas, días, a una velocidad mayor que cualquier otro club. Más que el Madrid, sí, que no tiene tantos francotiradores alineados para disparar al que se mueva.
La imagen del equipo revela también que Xavi no da con la tecla para restituir las virtudes del equipo al que hizo campeón, reforzado sólo con la miserable inversión de 3,5 millones. Los que costó el pobre Oriol Romeu, al que no le sale ni una. Los errores individuales de los futbolistas, cada vez más falibles, se cargan en la cuenta del entrenador, que va coleccionando una factura tras otra ante la indiferencia de una directiva cuya actitud no se distingue por la humildad y que va por el mundo con aires de la grandeza histórica de un club que heredó arruinado.
La ejecución de los mitos, por Albert Guasch
Siempre se ha dicho que el banquillo del Barça es una silla eléctrica. Dentro del marco hiperbólico en que suele narrarse la actualidad barcelonista, cabe admitir que el paralelismo tiene sentido. Cuando el Tribunal Supremo de Nebraska empezó a ponerle la puntilla como instrumento para la pena de muerte, dictaminó que la descarga eléctrica inflige “un intenso dolor y un sufrimiento agonizante”. No era apretar un botón y ya está. Más o menos como la ejecución de un entrenador. Se activa la palanca y se le va achicharrando gradualmente. Bajo la presidencia de Joan Laporta se van cumpliendo estas pautas. Con comentarios despectivos del propio presidente a micrófono cerrado, caso de Koeman, o con gestos caudillistas a lo Jesús Gil en el de Xavi. No hay mito que se salve.
Xavi ha perdido el respeto del presidente de una forma pública, visualizado en el disparate de la convocatoria. Un episodio que es consecuencia del mal juego colectivo, los resultados adversos y la desconexión con la realidad del propio entrenador. Algo superior sucede cuando tantos jugadores ofrecen una versión pálida de sí mismos. Sabe mal, porque aunque Xavi no lo crea predomina en la prensa y en el socio el deseo sentimental de que el aire le sople a favor. Ahora ha entrado en fase de sufrimiento y cada vez cuesta más creer que sabrá cómo dispersar el olor a quemado, propio de una electrocución, que ha impregnado el ambiente.
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