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Tania Álvarez, del Madison Square Garden al campeonato de España de boxeo

La primera púgil española en pelear en el templo neoyorquino vence a Natali Francesca para hacerse con el cinturón del peso súper gallo

La catalana Tania Álvarez hace historia en el Madison Square Garden

Tania Álvarez pelea en el Madison Square Garden contra Skye Nicolson.

Tania Álvarez pelea en el Madison Square Garden contra Skye Nicolson. / @MATCHBOXINGROOM

Yago García Zamora

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En el gimnasio de Castellbisbal, rodeado de los retratos de sus campeones, de Jake LaMotta y Muhammad Alí, la fotografía que trae peores recuerdos a Toni Moreno es la suya. No le gusta hablar de su etapa como boxeador, que terminó pronto y lo dejó frustrado. Un "problema bastante grave" le dibujó la cicatriz que le atraviesa el cráneo

—Si retrocedes cuando te pegan es que no vales para esto —dice Toni en su despacho—. Solo un uno por ciento de los que suben al ring se quedan en el sitio. A eso lo llamo talante. El boxeo amateur es como una partida de ping pong: uno pega, el otro se va. Los profesionales tienen el talante de tomar el centro del ring y quedarse a la distancia donde silban las balas. 

Tania Álvarez, durante su primera pelea como boxeadora amateur.

Tania Álvarez, durante su primera pelea como boxeadora amateur. / Anna Jordana Bofill

Tania Álvarez es una de las pupilas de Toni Moreno. Ella llegó de casualidad, poniendo la oreja cuando su madre le propuso a su hermano que fuera a clases de boxeo. A Tania nunca le dio miedo que le pegaran. A sus padres sí, y cuando quiso dejar de practicar con sacos y probar el contacto con otros púgiles necesitó su autorización para poder federarse. Ante la petición de su hija, el padre de Tania la metió en una habitación y encendió el ordenador. Le mostró un montón de noticias de boxeadores lesionados, ensangrentados e incluso muertos. La instruyó sobre el peligro de las conmociones cerebrales, le enseñó estudios sobre la demencia pugilística, imágenes de golpes, cortes, orejas de coliflor, ojos hinchados y labios partidos. A ella le daba igual. Había decidido pelear. 

—Vamos, niña, dale con todo. 

Tania golpea las manos de Toni, esquiva y vuelve a golpear. La lona se arruga a sus pies con cada pequeño salto. Tania acompaña el vuelo de sus puños con silbidos como los de una cafetera. El sonido se agrava con la potencia del golpe. ¡Hi! ¡Hi! ¡Heeee! Toni avanza hacia Tania y ella carga repitiendo la misma cadencia en otro punto del ring. Golpea. Esquiva. Derecha, izquierda, derecha. Tania golpea cada vez más deprisa, los gritos son cada vez más fuertes, Toni tiene cada vez menos tiempo para poner las manos en el sitio. Por fin la campana les da un respiro.

Cuando terminó el combate en Nueva York, Tania se veía capaz de aguantar diez asaltos más. Se había preparado bien. Había estado un mes entrenando sin saber dónde iba a pelear; Toni no se lo quería decir hasta que estuviera confirmado al cien por cien y Tania no fue consciente de la magnitud del combate hasta que su entrenador le dijo que renovara el pasaporte. En Estados Unidos se sintió profesional por primera vez en su carrera. La gente la paraba por la calle y le pedía autógrafos antes de haberla visto pelear. Se encontró con aficionados que habían volado desde México, desde Puerto Rico, solo para acudir a la velada. Sus siete victorias seguidas como profesional en España la habían colocado entre las diez mejores del mundo y le había valido la oportunidad de boxear en el Madison Square Garden compartiendo cartel con la número uno, Amanda Serrano. Tania se enfrentaría a la australiana Skye Nicolson por el cinturón de plata del peso pluma. 

En casa no solo no encontraba un reconocimiento comparable, sino que había tenido que lidiar con la perplejidad de sus allegados, que no entendían por qué una chica guapa, inteligente y con facilidad para los estudios podía querer ganarse la vida peleando. 

Una pasión de catacumba

Los años dorados del boxeo español terminaron con la Transición. El deporte pasó de ser un espectáculo de masas a convertirse en una pasión de catacumba a medida que se asentaba el estigma que lo consideraba una práctica violenta. La primera edición del libro de estilo de 'El País', de 1977, ya advertía de que no daría cobertura al boxeo, salvo que la información diera cuenta de accidentes o reflejara "el sórdido mundo de esta actividad". En 1989, Televisión Española dejó de retransmitir combates. 

Pero ahí, en el Madison Square Garden, frente a veinte mil personas, en el lugar en el que habían peleado Alí y Frazier cuando había humo en los estadios y la sangre salpicaba a los fotógrafos que reptaban hacia el ring, en el mismo escenario donde Sugar Ray Robinson venció a Jake LaMotta, donde Joe Louis sucumbió ante Rocky Marciano y Frazier tumbó a Alí en la pelea del siglo, la cámara la estaba siguiendo a ella. Hasta entonces, el camino de Tania Álvarez había estado plagado de incomprensión, pero toda esa gente que la miraba y le devolvía la sonrisa en su camino hacia el ring la entendía, estaba con ella y no tenía ninguna duda, como tampoco la tenía ella, de que iba a ganar. 

Al regresar a casa, Tania estaba sola. Su familia llegó a Nueva York para la velada y se quedó unos días para visitar la ciudad. Ella era incapaz de mirar la pelea. Cada vez que se veía saliendo disparada hacia Nicolson nada más sonar la campana se echaba a llorar. No había podido hacer nada de lo que había preparado. Nicolson era una boxeadora experimentada y sabía lo que tenía que hacer. Metía un par de manos por asalto y luego se escapaba o se agarraba cuando Tania intentaba pelear. Ella se veía la cara de frustración a través de las pantallas del estadio. 

Tania Álvarez se enfrenta a Natali Francesca en su debut como profesional

Tania Álvarez se enfrenta a Natali Francesca en su debut como profesional / Anna Jordana Bofill

Meses después de su primera derrota, Tania se enfrenta a su segunda gran noche. Ha llegado al Casal de Castellbisbal con su bolsa de cuero colgada al hombro, andando desde el piso en el que lleva semanas concentrada para preparar el combate. Ha ganado las dos peleas que ha disputado desde su regreso. Pero la que cuenta es la de hoy. Cuando termina el calentamiento, recibe de Toni las primeras, y últimas, indicaciones. Están de pie el uno frente al otro. No queda mucho que decir. Toni habla en susurros y lanza golpes al aire. Tania asiente. 

—Con velocidad. Con espíritu.

Le da un beso en la frente y se abrazan. 

El equipo de Tania revolotea a su alrededor, el obturador de la cámara parpadea, Toni discute sobre el momento oportuno de salir. Lo harán por fuera del recinto. Saldrán a la calle, tomarán un acceso lateral y Tania hará su entrada por el escenario. Bajará hasta el ring coreada por su público y tras ocho asaltos será campeona de España. Esto Tania todavía no lo sabe. Pero claro que lo sabe. De momento, en lo alto de las escaleras, apoyada en el marco de la puerta esperando la señal de su entrenador, Tania sonríe.

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