RUGBY | MUNDIAL 2023

Mundial de Francia | Sudáfrica-Nueva Zelanda: Gloria a los nietos de Madiba

Sudáfrica doblegó a una Nueva Zelanda (12.11) lastrada por una roja a Cane que dejó a los kiwis en inferioridad durante más de una hora

Fermín de la Calle

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No podía sospechar Charles Monro, cuando regresó en 1870 a casa tras cursar estudios en el Christ’s College de Finchley, en Inglaterra, que el balón oval que escondió en la maleta se convertiría en el mejor embajador de Nueva Zelanda en el mundo. Desde entonces la tierra de la nube blanca, o más concretamente el equipo del helecho plateado, ha deslumbrado al planeta con su excelencia rugbística, poniendo en el mapa a una nación remota de apenas cinco millones de habitantes. Enfrente comparecía en París esta noche el equipo que Mandela utilizó para evitar una guerra civil, para cambiar la Historia y para hermanar a un país. Dos selecciones que trascienden al rugby y al deporte. Los All Blacks y los Springboks. La final de las finales.

Pero además ejemplifican dos escuelas de rugby, el ying y el yang, el físico frente al talento, la colisión frente a la evasión. En el duelo se coló un invitado de última hora, la lluvia. Soplando a favor de los sudafricanos, cuyo plan de juego ganaba presión en su juego de patadas cortas a la caja. Sudáfrica salió poniendo toda la carne en el asador, como se esperaba, y exigiendo mucho en los puntos de combate. Y comenzaron a pasar cosas... A los tres minutos Sudáfrica, en un ruck intrascendente, Frizell limpio a Mbonambi por el cuello y el africano se dejó clavada la rodilla. Teniendo en cuenta que Malcolm Marx, talonador titular, ya estaba lesionado, era un problema para los bokkes. Aún así los sudafricanos sometían a los de negro y Pollard pasaba dos golpes, por uno de Mounga (6-3).

Roja a Cane

Los bokkes exprimían cada jugada, tensaban cada ruck, arrasaban cada carga, porfiaban en cada touch. Nueva Zelanda sufría sin balón, ni un solo despliegue en media hora. Karpov arrinconaba a Kasparov. Y entonces ocurrió algo que marcó el partido. En otro ruck intrascendente, Cane iba muy arriba ante Kriel y la amarilla se tiñó de rojo. El infierno en inferioridad es más infierno. Competir físicamente con Sudáfrica es una epopeya, hacerlo con uno menos es una utopía. El goteo sudafricano desangraba a los All Blacks, pero los oceánicos se mantenían a golpe de ensayo al descanso (6-12).

Del vestuario volvieron revitalizados los All Blacks, que además vieron como Kolisi, el capitán sudafricano, veía la amarilla por otro cabezazo en un placaje. Nueva Zelanda se crecía, al jugar otra vez en igualdad, y metía a los sudafricanos en su campo hasta posar dos ensayos. El primero anulado por un avant previo, el segundo subiendo al marcador tras una gran jugada de Telea que cedía a Beauden el ensayo (11-12) ya con Kolisi en el campo. Pero la conversión no pasó...

El triunfo se jugaba en cada percusión, en cada carrera, en cada decisión. Nueva Zelanda aguantaba en inferioridad ante un rival superlativo que además refrescaba pulmones y piernas sacando a la 'Bomb Squad', sus siete delanteros que tensaban aún más las vértebras de los kiwis. La lluvia daba una tregua y comenzaban a aparecer los protagonistas esperados: Kolbe, los Barrett, Mounga... MIentras la batalla delante era cruenta, atrás se buscaban héroes. Whitelock y Retallick hacían de segundas y Scott Barrett se disfrazaba de tercera junto a Ardie Savea para compensar con kilos la inferioridad en la carnicería que eran los puntos de combate. En las melés compensaba Jordi de flanker.

La final de las finales se decidiría en un gesto, un detalle. El mínimo error condicionaría un partido histórico. Y entonces una recuperación kiwi provocó una estampida que Kolbe cortó con un manotazo grosero que le mandaba al banquillo y dejaba los diez minutos finales otra vez en igualdad de condiciones, catorce contra catorce. Jordie Barrertt falló la patada y el suspense mantuvo el marcador en un punto. Sudáfrica, como en 2015, intentaba ganar a base de golpes. Nueva Zelanda fue más ambiciosa y el ensayo de Barrett le mantenía arriba.

El partido agonizó en campo neozelandés. Fase tras fase consumiendo segundos que goteaban camino del triunfo más épico de la historia del rugby. Kolbe lloraba desconsoladamente en el sin bin. mientras Sudáfrica, que habría ganado a cualquier rival que se le pusiera delante, se dejaba la vida para vencer a Nueva Zelanda en inferioridad. Ganó quien no ensayó, con un rugby rústico, pero con el enorme mérito de vencer a un equipo superior en talento. Los nietos de Madiba, el equipo en el que Mandela creyó para parar una guerra, ganaba otra. Honor a los All Blacks, gloria a Sudáfrica.