La industria del deporte

El ‘Robin Hood’ consentido que clama el fútbol

Un partido de la Bundesliga de esta temporada entre el Union Berlin y el Stuttgart

Un partido de la Bundesliga de esta temporada entre el Union Berlin y el Stuttgart / AFP

Marc Menchén

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En una industria que avanza con paso acelerado, pero no firme, el debate en el mundo del fútbol se había situado hasta ahora en la necesaria sostenibilidad económica. Atajar las pérdidas crónicas de los clubes era la prioridad para evitar la quiebra de un ecosistema que factura más de 20.000 millones de euros sólo en Europa, pero ahora el run-run va más allá. ¿La viabilidad de la pirámide competitiva está garantizada con que se limite el gasto en plantilla deportiva al 70%? La respuesta es no, primeramente, porque hoy sólo LaLiga y Bundesliga cuentan con sistemas de control orientados a la viabilidad económica, algo que se espera que en el resto de los países se imponga por la vía de cumplir con UEFA para jugar sus competiciones.

Pero, ¿cuál es el problema que anticipan algunos si el único criterio que se usa es el de correlacionar el gasto permitido en plantilla al de los ingresos? Que los actuales gigantes siempre podrán gastar más que el resto. Ya lo anticipaba casi como premonición al debate que ahora arrecia Andrea Traverso, director de sostenibilidad financiera de UEFA, en abril del año pasado: "No podemos confundir sostenibilidad económica con competitividad deportiva; ahora bien, es una pieza clave que una vez resuelta, nos permitirá abrir otros debates".

Esta semana en Londres lo recordaba Steve Parish, copropietario del Crystal Palace de la Premier League, en referencia a ese 70%. “Tendrá cierto efecto, pero acarrea el riesgo de crear permanencia, porque si tú tienes un 70% de una mayor facturación, obviamente puedes gastar más dinero”. Es la visión de inversores que llegan desde Estados Unidos acostumbrados a la política de sus grandes ligas, donde el techo de gasto no se fija en pro de la sostenibilidad, sino para fomentar la competitividad en la cancha.

Dos son los problemas de esta idea. El primero es que hay clubes que demandan ese techo de gasto a nivel internacional para reducir las distorsiones por mercado geográfico -ahí están los promotores de la Superliga-, pero que difícilmente aceptarían recortar esa brecha en su campeonato doméstico.

El segundo es de cariz cultural, porque lo mágico de la NFL, la NBA o la MLB es que todas las franquicias ceden parte de sus ingresos netos por patrocinio y taquilla a un fondo común para nivelar aún más la competición. Una especie de Robin Hood consentido que en el fondo nos recuerda que el valor de un jugador es mayor junto a otros en un club, y que el de este irá a más si compite con otros de forma efectiva.

La maduración de la Kings League

La Kings League ha llegado probablemente para quedarse, todo dependerá de si logran mantener el pulmón financiero hasta alcanzar la rentabilidad. Eso es cuestión de ingresos y gastos, y ahí ha cobrado especial interés este último evento en Málaga. Paradójicamente, los datos nos dicen que su tracción en los entornos digitales ha ido muy a menos en lo que a las audiencias del directo se refiere -caídas cercanas al 50% entre Camp Nou, Metropolitano y La Rosaleda-, mientras que en la experiencia física ha dado un salto importante.

Tras dos ediciones asumiendo toda la inversión y sin ningún tipo de apoyo público, esta vez ha sabido jugar con el concepto tan clásico del hosting fee de las competiciones deportivas: inyección de 250.000 euros de las instituciones andaluzas.