Patada a seguir (2)

La "segunda manada"

Una acción del partido entre Francia e Irlanda del Seis Naciones.

Una acción del partido entre Francia e Irlanda del Seis Naciones. / EP

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Para un estoicista no es reconfortante toparse cada mañana, al salir de casa, un escaparate lleno de cachivaches de Mr. Wonderful que reza «Los detalles marcan la diferencia». Esta modernez del márketing disfrazado de filosofía barata también ha llegado al rugby, donde el nuevo vellocino de oro son «los especialistas». Hoy encontramos a placadores infalibles que no saben qué hacer con la pelota en las manos, aperturas de tremenda coz incapaces de hacer jugar a su línea, pilieres ultradinámicos que coleccionan golpes en contra en las melés... Especialistas a los que les sobra gimnasio y les falta barro. El rugby ha cambiado tanto que ya no es un deporte de XV contra XV. 

Si hay una selección que se ha forjado aprendiendo de sus derrotas es Nueva Zelanda, los legendarios All Blacks. En los 50 tomaron nota de la Sudáfrica de Danie Craven y el Rugby 10 para generar una delantera dominadora. En los 70 descubrieron, tras ser batidos por los Lions más galeses de la historia, que nada es más letal que el talento con espacio. Aún hoy lo predican. Y en los últimos años han mostrado al mundo que al rugby juegan 23, no 15. Porque el partido dura 80 minutos y tanto o más importantes que los titulares son quienes entran para sellar el partido. 

Abrasiva delantera

Y Francia, tan inconstante como la efervescencia de sus burbujas, ha tomado nota de ello, vertebrando su fuerza en lo que Galthie llama «la segunda manada». Los que salen del banquillo para terminar de arar el campo. Cuando tus relevos mejoran las prestaciones de tus titulares no es casualidad, es estrategia.

Los del gallo el pasado sábado lo ejemplificaron ante la abrasiva delantera de Irlanda (30-24). Lo explicó Willemse tras el duelo gráficamente: «Antes salíamos a jugar como en la Playstation con Lomu, arrasando al rival. Ahora leemos lo que hay delante». Francia ganó y comienza a parecer un equipo, pero quizá haya alcanzado demasiado pronto la velocidad de crucero para el Mundial. Así descarriló Inglaterra en 2015...

Biggar, el experto

De Italia hay poco que decir: 34 derrotas consecutivas. Un equipo que dura hasta el último verso del Fratelli d’Italia. Y el Gales-Escocia, tan tedioso para muchos como la gala de los Goya, fue un partido a la antigua usanza. Sin highlights, pero un duelo con esencia de rugby. Encuentro denso, como una cerveza negra, en el que ganó el equipo que se comportó como tal y supo sufrir. 

Gales se reordenó tras la debacle en Dublín a partir de su tercera y una pareja de centros que eran centros. Le llegó con eso para competir. Ahí apareció Dan Biggar, un jugador de otra época. Un tipo lento en la carrera, intermitente en la patada, predecible en las decisiones… Nada exuberante, pero con suficiente rugby encima como para gobernar encuentros. De profesión apertura, sobrevive en tiempos de especialistas tomando decisiones que aún ganan partidos, como ese drop que dejó la victoria en Cardiff (20-17) ante la mezquina Escocia. Más expertos y menos especialistas.

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