contracrónica desde tokio

¿Dónde están las papeleras?

Imagen panorámica de Tokio.

Imagen panorámica de Tokio. / EFE

Manoj Daswani

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Tokio parece el lugar perfecto para perderse de vacaciones. Una cultura diferente, unas costumbres opuestas a las occidentales, un sinfín de rincones sorprendentes, una gastronomía fascinante (no solo sushi) y un contraste extraordinario entre rascacielos, puentes, mar y populosas calles donde siempre es de día. La ciudad vive las 24 horas, así que da igual el momento que salgas del hotel y te fundas con la capital del Sol Naciente.

Apuntemos de antemano que todo lo que el periodista relata a continuación es pura ficción, pues está absolutamente prohibido hacer turismo y dar paseos en los primeros 14 días de estancia en Japón. No vaya a ser que piensen que este enviado especial ha osado en quebrantar las normas, así que pongamos que reside en el mundo de la imaginación que ayer salí mucho más allá de dos manzanas de mi hotel en el distrito de Shinjuku.

La ciudad está tan ordenada como lo son los pensamientos de los vecinos nipones. Ni el más mínimo atisbo de la flexibilidad o la informalidad de los latinos. Te lo dicen con una sonrisa, pero no insistas: no puedes quebrantar sus estrictas normas, sus numerosas reglas y complejos protocolos.

Sabores adaptados

Volvamos a la organización. Shibuya es la zona de la moda; Shinjuku, la de los edificios altos y los negocios de muchos ceros; Ueno, museos y parques; Akihabara, el Disneyworld de la electrónica. Dicen de Tokio que es limpia por todos los poros de su piel. No es del todo cierto. No hay papeleras, ni una sola, y es de suponer que los japoneses van acumulando basura y desechos en sus bolsillos y mochilas hasta que llegan a sus respectivos domicilios.

Ya puede el visitante pedirle una y mil veces al cajero o a la dependienta de un supermercado que haga el favor de arrojar a su papelera de reciclaje el bote de té que lleva en la mano, que con una sonrisa de oreja a oreja te explicarán que no, que no es posible. ¿Y qué comer? Pues hay de todo y los mismos productos de marcas que conocemos de sobra en Europa (Starbucks, Pringles, incluso el Aquarius) tienen aquí sabores y matices diferentes al paladar asiático. Creo que no hace falta puntualizar que hasta McDonald's ha variado los nombres de sus hamburguesas, casi todas acompañadas de salsa teriyakki.

Sin la más mínima señal de que la ciudad está de fiesta por los Juegos, los productos oficiales de Tokio 2020 se han convertido en artículos casi obsoletos, arrinconados en el fondo de las tiendas y sin que apenas nadie se interese por ellos. Supongo que pronto bajarán el listón con los precios; igual que habrían de hacerlo ya con las restricciones. Por lo pronto, ya nos han obsequiado con una tarjeta de transporte que podremos usar a partir del miércoles (cuando los Juegos ya estén acabando). Dicho todo lo cual, recuerden que todo lo anteriormente descrito es solo fruto de la imaginación de quien lo escribe. Los periodistas aún no podemos salir del hotel, salvo que fuese por razones estrictamente esenciales. Como informar a los españoles de estos Juegos sin sal ni pimienta, huérfanos de casi todo, hasta ayer incluso de medallas, que cotizan a precio de oro. Nunca mejor dicho.