LAS CONSECUENCIAS DE LA PANDEMIA

El fútbol vuelve mudo: así es el impacto del covid en el deporte

Un empleado del Sevilla devuelve una pelota al césped desde la tribuna vacía en el reciente Sevilla-Barça (0-0).

Un empleado del Sevilla devuelve una pelota al césped desde la tribuna vacía en el reciente Sevilla-Barça (0-0). / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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No hay nada que calme el dolor. No hay nada que amortigüe la desesperación de ver enfermar a un familiar o morir al abuelo. No hay nada que te permita reparar la soledad, el confinamiento, el estar solo, pelear con la soledad. No hay nada que te haga sentir algo de ilusión cuando te invade el desencanto, la tristeza y, sobre todo, el desconcierto que existe a tu alrededor.

Así que fue hermoso todo aquello que nos vendieron de que el regreso del fútbol, del deporte ‘rey’, significaría una luz al final del túnel. No es verdad que hayamos salido reforzados de esta pandemia, ni quisiera más fuertes. De momento, hemos salido menos, nos faltan 28.322 seres queridos y como decía el doctor Ernest Bragulat, jefe de Urgencias del Clínic, de Barcelona, “yo ni me siento más fuerte, ni mejor, ni más médico que antes; todo lo contrario: duermo mal, no me concentro y tengo un miedo terrible a que esto nos vuelva a ocurrir”.

El coronavirus nos ha golpeado a todos, nos ha zarandeado de manera despiadada, ha hecho aparecer todas las debilidades del ser humano, de los políticos, de los Gobiernos, de las empresas, de los países y, por supuesto, también ha demostrado que el Deporte, con mayúscula y más el de alta competición, debe replantearse, no ya el futuro, sino su presente.

Solo habrá la mitad de eventos

Todo el mundo le ha visto las orejas al lobo. Ya está aquí. La industria del Deporte tenía programados 48.803 eventos en este despiadado 2020 y, con mucha suerte, con demasiada suerte, podrá celebrar, a lo sumo, 27.000, casi todos ellos sin público. Y, como dice Pep Guardiola, “¿para qué jugamos si no hay público?, lo nuestro solo tiene sentido si tenemos a nuestros seguidores delante”. Esa gigantesca, divertida y atractiva industria pensaba generar 129.000 millones de dólares de ingresos y este año se va a quedar en 73.700, perderá más de 55.000 millones de dólares. ¿Se recuperará?, posiblemente sí, es el opio del pueblo.

La industria del Deporte pensaba generar, en este 2020, 129.000 millones de dólares y se quedará 'solo' en 73.700

Y todo eso, haciendo de tripas corazón. Haciendo que regrese el fútbol mudo, cancelando 250 competiciones de altísimo nivel en todo el mundo, organizando solo 27.000 de los 48.000 eventos que estaban programados. Ni siquiera habrá Juegos Olímpicos. Es más, los japoneses, los alemanes de Asia, perfectos ellos, exquisitos ellos, no son capaces de asegurar que se celebrarán el verano del 2021. También nos quedamos sin Eurocopa, sin Copa América.

La pandemia ha puesto al Deporte contra la pared y le ha demostrado que casi todos sus castillos estaban construidos sobre torres de barro. El Barça, que había pronosticado unos ingresos récords de 1.047 millones de euros ¡lo nunca visto!, se pasa el día mendigando a sus estrellas que le devuelvan parte del dinero, primero 10 millones de euros y, ahora, otros 14 más. Y los cracks, que ya saben que todos los que les hacen agradable y servicial la vida en la Ciudad Deportiva Joan Gamper y en el club no ganan lo que ellos, han tenido que hacer una caja común para completar sus salarios, que se han visto, logicamente, reducidos y sometidos a un ERTE como ha ocurrido en miles y miles de empresas.

El fútbol paga por su libertad

Es evidente que, a nivel global, el fútbol es el modelo que demuestra hasta qué punto el coronavirus ha agitado el negocio y destruido el castillo de naipes que se mantenía, dicen, gracias a la televisión. El balompié no ha regresado para hacernos más feliz la vida, no, ha vuelto mudo, con mascarilla, sin público, porque es un negocio. Ha vuelto por dinero. Y la prueba está en que ha sido LaLiga quien ha comprado su regreso, financiando durante los próximos cuatro años con 200 millones de euros al resto de deportes, al CSD, al Gobierno, a la Federación, a todos.

Y ese fútbol que ha vuelto mudo, que acaba de descubrir la Final Four a lo bestia, que ha querido demostrar al mundo (especialmente, cómo no, Alemania) que ellos “sí pueden”, es un fútbol tan falso como besar por teléfono, tan anodino “como bailar con tu hermana”, que dijo el seleccionador Luis Enrique, “como hacer un cocido con lentejas en lugar de garbanzos ¿le quieren llamar cocido?, pues llámenle cocido, pero no lo es, lleva lentejas”, contó Paco Jémez, técnico del simpático Rayo Vallecano. Aunque jugar a fútbol sea, ahora, según su mandamás Javier Tebas, “más seguro que ir al supermercado”.

"El fútbol sin público, a puerta cerrada, es como bailar con tu hermana", comentó Luis Enrique

Ya no hay nada seguro, por eso la pandemia servirá, sin duda, para que solo Leo Messi piense que puede seguir ganando decenas de millones al año, pero ninguno más. Ya no habrán fichajes de 120 millones de euros porque jamás han tenido sentido ni esos jugadores valían ese ‘pastizal’. Y, seguro, que todo el mundo buscará ahora la forma de garantizarse cobrar si vuelve una pandemia así, hay una guerra planetaria (con Donald Trump en el puente de manda nada debe descartarse) o se produce un desastre natural. Solo los organizadores del torneo de Wimbledon (suspendido) fueron listos y de ahí que se hayan embolsado 120 millones de euros, tras pagar una prima de dos millones de euros por esa poliza. Es evidente que esa oportuna y sabia decisión de los organizadores británicos que, muy probablemente, tuvo sus críticas internas en el seno del comité de máximos responsables del torneo más hermoso, señorial y prestigioso del circuito profesional del tenis, va a marcar el comportamiento de las grandes organizaciones, sobre todo aquellas que, anualmente, se juegan decenas de millones de dólares y euros en el momento de poner en marcha y organizar sus grandes eventos.

La NBA se va a Disneylandia

Todo el mundo ha recogido velas. La NBA, otro referente mundial, que anunciaba unas pérdidas de 1.000 millones de dólares si no reanudaba la actividad, ha ideado una sede burbuja en Disney World Orlando (como la de la Liga ACB, en Valencia, siempre pionera), para reanudar la competición y salvar sus ingresos o parte de ellos. En la F-1, “un deporte donde mandan los blancos y solo existe por el dinero”, según su campeonísimo Lewis Hamilton, los presupuestos caerán de los 400 a los 125 millones de euros por escuderÍa. Y, en MotoGP, ya han decidido que las motos de este año servirán para el año que viene, poniendo freno a los millones de euros de inversión en tecnología, desarrollo y túnel de tiempo para la aerodinámica. No hace falta más, ya alcanzar los 358 kilómetros por hora.

El tenis volverá para que los que no están entre los 25 primeros del mundo, millonarios gracias a sus patrocinadores personales, se ganen la vida. Pero son los que lo tienen peor pues, pese a ser un deporte individual, cada uno lleva su equipo y es un espectáculo global, se mueven por todo el planeta, saltan de país en país y, la verdad, la cosa aún no está para tener garantías de nada. Ya ven como se ha puesto Pekín, los inventores de esta movida. Los tenistas, como los golfistas y tantos otros deportes individuales, son sus propias empresas, trabajadores por cuenta ajena, como millones de periodistas y fotógrafos que se han quedado sin acudir a los eventos y, por tanto, deberán contar solo lo que ven por TV. No solo ha vuelto el fútbol mudo, todo es sin aplausos, sin observadores. Es el deporte para y por la supervivencia del negocio.

Aprender de tanto dolor

Y los hay, sí, como el filósofo británico Simon Critchley, hincha enfermizo del Liverpool, que cree que “lo único importante del fútbol es su dimensión humana, quizás podamos recuperar, tras la pandemia, aquella rivalidad sana, feroz pero pacífica, de antaño, valorar términos como localidad, cultura, tradición…de eso es lo que trataba el fútbol antiguo. Y, en ese sentido, comparto la frase de Jürgen Klopp, cuando dijo que el fútbol es importante, pero hay cosas más importantes que el fútbol; el fútbol puede esperar”.

No ha esperado, no, pese a que el 65% de los 511 epidemiólogos consultados por ‘The New York Times’ aseguraron que esperarían “al menos un año o más” para volver a acudir como espectadores a un partido de béisbol, fútbol americano o basket, al teatro o a un concierto. ¡Ah!, por cierto, el 8% de ellos vaticinó que se han acabado los abrazos. Nunca más. Y eso sí duele. Nuestros 27.136 seres queridos vivían de los abrazos que les dábamos.

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