LAS CLAVES DEPORTIVAS

Quique Cárcel, el arquitecto del sueño del Girona

El director deportivo del club catalán solidificó la exitosa base de Segunda con tres retoques experimentados para construir un equipo tan eficaz como barato

Quique Cárcel, en el estadio de Montilivi del Girona.

Quique Cárcel, en el estadio de Montilivi del Girona. / periodico

Marcos López / Joan Domènech

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ve galopar a Aday y su memoria viaja inmediatamente a aquellos duros tiempos en el «Hospi», como él mismo recuerda. Allí, con 35 años y debido a una lesión de rodilla, tuvo que acabar Quique Cárcel su carrera de jugador, iniciada en las categorías inferiores del Barça que le llevó a jugar en Cádiz, Leganes, Sabadell y L’Hospitalet. Allí, y aún con las botas puestas, le encargaron que asumiera el cargo de secretario técnico. Estuvo cinco años pateando campos de Segunda B, construyendo silenciosamente una agenda de contactos y trabajando su olfalto. Hasta que en julio del 2014 recibió la llamada del Girona, un equipo sacudido por los problemas económicos, que vivía entusiasmado por el primer milagro Machín, recién salvado de la quema.

Tiene ahora Quique 44 años, dos play-offs dramáticos (Lugo y Zaragoza) incrustados en su piel, tatuajes del dolor, y un ascenso a Primera para avalar que el talento no entiende de categorías. Ve correr a Aday por los templos de Primera y recuerda cuando éste cobraba 800 euros mensuales durante tres años en el Hospi hasta que el Tenerife se fijó en él para llevárselo a la Segunda División. Le fueron mal las cosas en la isla y Quique, con buena memoria, pensó que le iría bien en Montilivi. O cuando apostó por avalar la mirada de Oriol Alsina sobre Granell, un joven aplicado, con la carrera de Magisterio en sus manos. Venía de El Prat, que acababa de descender de Segunda División B a Tercera. Pero antes había pasado por el Farners (Primera Regional), Palafrugell, Banyoles, Manlleu, Llagostera, Olot y Llagostera, de nuevo, incluída una tímida excursión al Cádiz.

Portu, el mediocentro

Venía Granell cansado de dar vueltas sin rumbo por el fútbol, sin olvidar que tuvo que abandonar el Girona al ser rechazado. No pasó el corte de cadete a juvenil. «Llegó casi de rebote», confiesa Quique. Ahora, ese exquisito y elegante interior zurdo es el capitán y el alma del Girona, el equipo de toda su vida (llegó con cinco años), ese que iba a ver junto a su padre, sentados ambos en la grada del viejo y entonces desértico Montilivi. Ahora, el estadio se llena para ver las galopadas de Portu, un joven murciano de 25 años que va siempre muy deprisa.

"A Portu lo firmamos del Albacete cuando baja a Segunda B. Lo había visto en el Mestalla, el filial del Valencia, pero allí jugaba de medio centro defensivo" (Quique Cárcel)

"Lo firmamos del Albacete cuando bajaron a Segunda B. Pero él hizo una gran temporada marcando seis goles. Alguien me dijo que tenía una cláusula por la que quedaba libre si el Albacete bajó", admite Quique, quien ya conocía a Portu de los viejos duelos del Hospi contra el Mestalla, filial del Valencia. "Entonces, Portu jugaba de medio centro defensivo. Sí, sí, medio centro", recuerda el ejecutivo del Girona. Descendió el Alba y el delantero, que ahora tiene una cláusula de 12 millones de euros, llegó gratis a Montilivi.

El ‘factor Stuani’

El Girona ha mantenido la base de Segunda para levantar un sólido edificio deportivo, sostenido sobre la figura de un delantero centro: el uruguayo Christian Stuani (31 años), encaramado entre los grandes goleadores de Primera con sus 13 tantos. Y eso que muchos en verano susurraban a Quique: "‘¿Tú crees? ¿Si no mete goles?’". El Espanyol pudo repescarlo, pero no lo hizo. "Él nunca ha sido la estrella del equipo, siempre ha tenido que adaptarse a los demás, jugando incluso en la banda", argumentaba el director deportivo.

"Cuando le hablé a Stuani del proyecto, él se tiró de cabeza. Para nosotros, era perfecto para vivir en el área" (Quique)

"Cuando le hablé del proyecto, él se tiró de cabeza. Para nosotros, era perfecto para vivir en el área". Perfecto fue Borja, "el jugador que nos da pausa", Mojica,  "ideal para el sistema Machín", Ramalho, Pere Pons, Bernardo, Bonu, Maffeo, Juanpe... Obreros anónimos del balón y jóvenes ambiciosos del City.