Cooper, el guiri de Portopetro que arrasó en Río

El joven palista comenzó con el kayak persiguiendo peces en el puerto de su pueblo mallorquín

Marcus Cooper, rodeado por sus familiares tras conseguir la medalla de oro.

Marcus Cooper, rodeado por sus familiares tras conseguir la medalla de oro. / periodico

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Tal día como hoy hace nueve años, un chavalín con aspecto de guiri se subió a un kayak en el puerto mallorquín de Portopetro. Cuando apenas tenía 12 años, Marcus Cooper Walz, ‘Cooper’ para los amigos, ni siquiera soñaba con ganar algún día el oro olímpico. Su único objetivo era pasar el rato observando los peces bajo las cristalinas aguas y, como mucho, ganar en las pequeñas competiciones que mantenía con su amigo más experimentado, Dani Binimelis

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“Vivo en un pueblo muy cercano a Portopetro y siempre veía pasar kayaks de paseo y competición. Tenía un amigo que se apuntó al club náutico y me insistió para que probase. Desde entonces no me he bajado”, resumió el siempre competitivo Marcus que, antes de entregarse por completo al deporte de la pala, probó suerte con el baloncesto en el Joan Capó y el fútbol en el CD Cala d'Or. A diferencia de los deportes con balón, la práctica del kayak le permitió competir sin depender de todo un equipo y, al mismo tiempo, esculpir un cuerpo que acabó por seducir al ambicioso joven.  

Gracias a su feliz elección, a sus 21 años y con 1,87 centímetros de puro músculo a sus espaldas, el mallorquín asombró este martes en Río al mundo al arrasar en la final de K-1 de 1.000 metros sobre las aguas de la Lagoa Rodrigo de Freitas. Emocionado, el rubio atleta nacido en Oxford (su padre es británico y su madre es alemana) escuchó emocionado el himno de España desde lo más alto del podio. “Mi corazón es español”, declaró con aplomo el presunto guiri que, cuando apenas tenía 3 meses de edad, puso rumbo a Santanyí, donde sus exóticos progenitores se ganaban la vida en el pujante sector turístico balear. 

EL PASAPORTE ESPAÑOL

Su madre, Fiona, que no podía aguantar las lágrimas en las gradas del estadio olímpico, tuvo que pedir vacaciones anticipadas en un hotel de Mallorca para darse el lujo de estar en Río. Su prima Hanna y sus tíos Mark Linda, todos ellos igual de rubios, también estuvieron presentes en el momento más importante de la vida del jovencísimo campeón olímpico. Paradójicamente y a pesar de no titubear sobre su identidad nacional, hace tan solo un año en Milán consiguió el Subcampeonato Mundial de K-2 en 500 metros con la bandera de España en la camiseta y el pasaporte británico en el bolsillo.

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Una aparente incoherencia permitida por la Federación Internacional de Piragüismo pero que el Comité Olímpico Internacional (COI) no estaba dispuesto a perdonar. “Es verdad que me cambié la nacionalidad para poder competir en los Juegos por España. Por fin, después de cuatro o cinco años conseguí que me la dieran y así conseguí competir por este gran país. Es un honor enorme”, admitió el flamante campeón zanjando cualquier duda respecto a sus colores. 

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La carrera del palista mallorquín solo puede calificarse de meteórica. En menos de una década, pasó de divertise en las aguas de Portopetro al CAR de Madrid y, desde allí, directamente al podio en Río de Janeiro. Quizá por ello en su celebración no faltaron unas palabras para su descubridor y primer entrenador, Joel Badia: "Fue quien luchó y me empujó hasta el equipo nacional, si no fuera por él no estaría aquí”, agradeció Cooper, quien, nada más ganar la medalla de oro, advirtió que su meta seguirá siendo arrasar en Tokio 2020.