el personaje de la semana

Loretta Lynch, una heroína para el fútbol

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RICARDO MIR DE FRANCIA

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Un grupo de policías suizos de paisano entró el pasado miércoles en el lujoso Baur Au Lac, un hotel de cinco estrellas de Zúrich, donde se congregaba la plana mayor de la FIFA. Sin reventar puertas ni aplastarles la cabeza con la rodilla, como hubieran hecho los SWAT en Estados Unidos, les dieron tiempo para vestirse y recoger las maletas, pero siete de los directivos salieron de allí arrestados, como se arresta a los mafiosos de alcurnia y a los ladrones de guante blanco. La orden se había dado muy lejos de allí, en el despacho de la fiscal general de Estados Unidos, una mujer discreta de 56 años llamada Loretta Lynch.

No deja de tener su gracia que haya sido una mujer la que desmantele el conciliábulo de hombres de la FIFA o un país al que sigue sin interesarle demasiado el fútbol el que le haya metido mano finalmente a las presuntas, pero legendarias, corruptelas de Joseph Blatter y sus compinches. Su dictamen, fruto de un trabajo de más de cinco años iniciado cuando era todavía jefa de la fiscalía del Distrito Este de Nueva York, dejó poco espacio a la ambigüedad. Durante casi dos décadas,los altos cargos de la FIFA se enriquecieron ilícitamente y sin descanso a golpe de sobornos, una cultura «rampante, sistémica y profundamente enraizada» en los pasillos del más poderoso de los estamentos del fútbol.

Para la señora Lynch, ha sido una entrada triunfal en la escena internacional, solo un mes después de convertirse en la primera fiscal general negra de EEUU. Pero no ha sido el único golpe sonado. Hace poco más de una semana logró que, por primera vez en casi dos décadas, cuatro bancosdemasiado grandes para ir a la cárcel admitieran su responsabilidad penal en otro negocio tan sucio como lucrativo, el amaño de los tipos de cambio en el mercado de divisas. De entrada, seis entidadestendrán que pagar casi 6.000 millones de dólares.

No está mal para mujer que «no busca hacer titulares», según la presentó el presidente Barack Obama en noviembre, al anunciarla como reemplazo del también afroamericano Eric Holder. Su designación fue un alivio para los republicanos, que tachaban a Holder de ser un ideólogo, demasiado fiel a las políticas de su jefe y demasiado propenso a utilizar su experiencia personal como bandera de los derechos civiles. No obstante, bloquearon su nominación durante seis meses con la intención de extraer a cambio concesiones en el tema de la inmigración.

Formada en la Facultad de Derecho de Harvard, por la que también pasó Obama, Lynch llegó al despacho que ocupara en su día Bobby Kennedy con fama de profesional competente, tenaz e independiente. Una reputación que se ganó, entre otras cosas, al meter en la cárcel por corrupción a varios legisladores demócratas (y también algún republicano) del estado de Nueva York. En un terreno más personal, su entorno la ha descrito como una persona «serena», «inalterable» y, hasta cierto punto, «impenetrable» por su escasa tendencia a hablar de sí misma. Está casada con un operador técnico de la productora de televisión Showtime. Es madrastra de dos hijos. Y, cuando quiere relajarse, juega al tenis, lee, va al gimnasio o ve la tele.

Pero aunque le guste poco ser el centro de atención, su vida es de esas historias que dan lustre al evanescente sueño americano. Lynch nació en Greensboro (Carolina del Norte) un año antes de que unos estudiantes negros ocuparan la barra reservada para los blancos en la cafetería de los grandes almacenes Woolworth, uno de los catalizadores de la campaña de boicots y resistencia pasiva que acabó con la segregación en el sur del país. Su padre fue un pastor baptista que, en palabras de Obama, «la llevaba a hombros a las reuniones para organizar los boicots». Y su madre recogía algodón en las plantaciones siendo todavía una adolescente para que su hija no tuviera que hacerlo nunca.

Nieta de jornaleros siervos en el país de Jim Crow, Lynch llegó a la fiscalía de Nueva York en 1990 y nueve años después se convirtió en su jefa. Uno de sus casos más sonados de aquella época fue el procesamiento de los cinco policías blancos que apalearon y sodomizaron con el palo de una escoba al inmigrante haitiano Abner Louima. A uno de ellos le cayeron 30 años. En el 2001 dejó el ministerio público para trabajar en un bufete privado y en la Reserva Federal de Nueva York, hasta que Obama le pidió que volviera a su oficina de Brooklyn en el 2010.

En el panteón de los ídolos

En esta etapa, persiguió a terroristas, a bancos acusados de lavado de dinero (HSBC) o de estafar con títulos hipotecarios (Citibank), y a mafiosos como el capo de la familia Bonnano, Vincent Asaro, cuyo robo en el aeropuerto JFK tres décadas antes inspiró la película Uno de los nuestros. 

Es esta la mujer que ha entrado ahora en el panteón de los héroes del fútbol. «A los nombres de Pelé, Maradona, Cruyff y Messi, añadan otro: Loretta Lynch», escribió esta semana el portal europeo Politico«Ella ha penetrado en los establos egeos de la FIFA con un equipo de limpiadores industriales, decididos a liberar al organismo que gobierna el fútbol mundial de su legendaria suciedad».