Si llega a subir el 0 a 2...

MANEL LUCAS

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Cuando un equipo como el Espanyol juega una primera parte tan buena contra un rival desorientado como lo era en esos mismos minutos el Barça, hay que aprovechar al máximo el momento, porque no sabes cuánto durará y, sobre todo, cuándo volverás a tener una oportunidad parecida; es la reflexión del feo de las gafas que parece a punto de ligar por primera vez en dos años y que sabe que, o remata la faena con habilidad y astucia, o volverá a largarse para casa a ver qué echan en La 2. Las tradiciones no se rompen con facilidad, y si surge una ocasión, hay que redoblar esfuerzos para que no se pase sin más.

El Espanyol pudo ganar en el Camp Nou. Sé que viendo el 5 a 1 puede parecer un giro de guión inverosímil de una serie de ciencia ficción de clase B, pero los que vieron el partido, si son honrados, sabrán que eso es cierto. Después del gol de Sergio García -qué listo fue al adivinar que era mejor acabar él solo la jugada ante Piqué que pasar la pelota a Caicedo-, los periquitos tuvieron al Barça a los pies, con dos grandes oportunidades para ampliar la diferencia. Cierto que también estuvo aquel travesaño con Casilla batido, pero la defensa culé era blanda como la cera, y cada contraataque de Sergio y compañía ponía en guardia los desfibriladores de la grada. Si llega a subir al marcador el 0 a 2 antes que el empate, puede que hoy estuviéramos hablando de otra cosa.

Al dejar pasar las oportunidades, ese Barça herido en su orgullo se recuperó, y sobre todo, apareció un Messi sobremotivado; todo un honor para los periquitos, por cierto, que el argentino se picara en ese partido, algo que por otra parte demuestra que es habitual, también en el Barça, que algunos partidos se luchen con un grado extra de ahínco. Y que incluso es lícito.

La segunda parte se acabó con el gol de Piqué, todo el esfuerzo se había ido al garete, y cayeron cinco como pudieron ser siete, o cuatro; el equipo vio cómo no había servido de nada ser el mejor Espanyol en el Camp Nou de los últimos tiempos, porque no había aprovechado la ocasión y acababa imponiéndose una vez más la ordinalidad presupuestaria; tocaba volverse a casa como el de las gafas, a ver qué echaban en La 2. Eso sí, como decía un tuit a los pocos minutos de finalizar este derbi, la excitación de esos 40 minutos ganando no nos la quita nadie.

Tampoco nadie puede quitarle a Eric Bailly, otro magnífico central de la fábrica de Sadrià, la felicitación de todos porque en su primer derbi dio la talla como el que más, y si en la segunda parte no brilló fue porque le arrastró la desconexión de todo el grupo. Dicen que su familia de Costa de Marfil le vio por primera vez: que se queden con sus primeros 45 minutos, con esas jugadas en que afrontaba a Messi o Luis Suárez como si llevara diez años jugando en la élite; espero que el entrenador lo premie con más titularidades.