El gran carnaval digital: de las 'influencers' a las criptomonedas, la máscara está en todas partes

Sociólogos, politólogos y expertos en comunicación alertan de que seguir la rúa de las plataformas nos impide distinguir entre verdad y mentira y nos separa de la realidad material y biológica

MASCARAS / Más Periódico

MASCARAS / Más Periódico / Sara Martínez

Núria Navarro

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El carnaval era un tiempo de inversión, de extravío, de suspensión de la vida ordinaria. El poder permitía cuatro días de mascarada, para luego volver al orden de las cosas. Pero el 'establishment digital' patea el trasero de esa lógica: la política, la economía, la información, la naturaleza humana misma se han 'carnavalizado'. "Asistimos a un proceso de enmascaramiento de la realidad material y biológica –observa el politólogo Enric Luján, fundador de Críptica, asociación de defensa de la privacidad en internet–. Hemos montado un mundo basado en el distanciamiento radical de lo que somos y se nos da".  

Detrás, la alianza entre las finanzas globales y Silicon Valley, avanza, con nuestro consentimiento –nadie se separa más de dos metros del 'smartphone'– en la conquista de los cuerpos y las ideas. Repasamos cinco grandes máscaras de la realidad identificadas por sociólogos y expertos en comunicación:

Mariachis a las puertas de la sede central del PP, para pedir la dimisión de Pablo Casado.

Mariachis a las puertas de la sede central del PP, para pedir la dimisión de Pablo Casado. / Fernando Alvarado / Efe

Máscara nº 1: La política como meme

El culebrón del PP, con los mariachis a la puerta de Génova 13 entonando el 'Canta y no llores', es carnavalesco. "Hemos presenciado atónitos un espectáculo en el que no sabemos qué se está ventilando realmente –pone como ejemplo el catedrático de Comunicación Audiovisual de la Complutense Rafael Rodríguez Tranche, autor de 'La máscara sobre la realidad'–. El punto de partida (una acusación de corrupción) ha quedado desdibujado. Ni los hechos ni las causas parecen interesar". Hasta el propio Pablo Casado ha dicho (y no es descabellado): "No entiendo nada de lo que está pasando".

Es un ejemplo de la "memetización de la política", da cuenta Enric Luján. La cosa pública aparece como una mezcla informe de lemas en bucle y vómito 'hater'. Un estudio encargado en 2018 por Twitter dictaminó que los contenidos airados circulan en redes tres veces más rápido que los reposados. De modo que, "el entorno digital, con el modelo de negocio que hay detrás, favorece los discursos populistas, simplistas e incendiarios de las derechas", señala la socióloga Liliana Arroyo, investigadora del Instituto de Innovación Social de Esade. Lo aprovechó Steve Bannon, el estratega en jefe de Donald Trump, que desde su pódcast 'Bannon’s War Room' (uno de los más populares de Apple) azuzó el asalto al Capitolio de enero de 2021 y sigue echando gasolina a la guerra total contra el sistema democrático. O la campaña de desinformación de la invasión de Ucrania, con vídeos virales falsos, como el de los soldados "hablando polaco" y tratando de sabotear tanques rusos que, una vez analizados, han resultado ser un 'mix' de un avance de tropas actual y un ejercicio militar finlandés en 2010.

posverdad / Más Periódico

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Máscara número 2: La posverdad

Guy Debord avisó en 1989 que lo que aparecía en los medios de comunicación era mentira, a no ser que lo vieras "con tus propios ojos". El filósofo parisino ahí se equivocó. En la sociedad donde todo debe verse, donde nada se puede ocultar, todo se interfiere y confunde. "No llegamos a conocer la realidad porque ni siquiera nos ponemos de acuerdo en qué es verdad y qué es mentira", subraya Rodríguez Tranche.

"No llegamos a conocer la realidad porque ni siquiera nos ponemos de acuerdo en qué es verdad y qué es mentira", señala el catedrático Rodríguez Tranche

El diseño 'probullshit' presente en los algoritmos de Google, Facebook y Twitter han borrado la jerarquía informativa. Los medios no filtran, compiten en el mercado salvaje de la atención. De modo que una refriega de patio de colegio en un partido es más 'tema de conversación' en los medios que la guerra de Siria – "por primera vez asistimos al desentendimiento de una guerra que aún sigue activa", se lamenta Rodríguez-Tranche– o, hasta hace dos semanas, las intenciones de Putin (los corresponsales en el terreno confesaban el pasado viernes que no lo vieron venir). "Tenemos problemas para interpretar la realidad porque no sabemos cuáles son los temas que llaman la atención de la opinión pública y cuáles son importados", coincide Enric Luján, que señala que las 'fake news' son el resultado de campañas de creación de opinión pública.

Kim Kardashian, la capitana de las 'influencers' (288 millones de seguidores).

Kim Kardashian, la capitana de las 'influencers' (288 millones de seguidores). / Instagram

Máscara nº 3: Los 'influencers'

"La imposición de las vidas perfectas en las redes es una de las violencias más dulces que nos ejercemos", apunta Liliana Arroyo, autora de 'Tú no eres tu selfi'. Animan la rúa 'influencers' en jefe como Kim Kardashian, Bella Hadid o Kendall Jenner, que se ecomiendan a los filtros, el bótox y la cirugía, "conscientes de que su rostro es en realidad su suculento plan de negocios", recuerda la periodista neoyorquina Jia Tolentino. Seguir su comparsa –YouTube, Facebook e Instagram suman 6.300 millones de usuarios– pasa por reescribir los cuerpos y reorganizar las caras a golpe de filtro y bisturí según el 'engagement'. "Eso supone abstraerse de tu cuerpo, de tu condición de ser finito, para adquirir una personalidad fáustica, donde lo único que importa es crecer en términos de impacto", anota Enric Luján, que alerta del disparatado aumento de personalidades adictivas y depresivas, incluso entre los propios 'influencers' ("Al Rubius se lo comió literalmente su máscara").

"Ibai Llanos es el canario en la mina de las futuras estrategias de monetización del contenido digital", opina  Ekaitz Cancela, autor de 'Despertar del sueño tecnológico'

De 'formatear' el marco mental se encargan otros gurús, como Ibai Llanos, cuyos directos en Twitch (en Amazon) tienen 9,5 millones de incondicionales. Ekaitz Cancela, autor de 'Despertar del sueño tecnológico', señala que el 'streamer' vasco viene a ser como "el canario en la mina de carbón de las futuras estrategias de monetización del contenido digital". Desde la soledad de su habitación, "testa las formas de subjetividad requeridas para que los seguidores no utilicen las tecnologías de manera transformadora".

La dominación se completa, insiste el filósofo Byung-Chul Han, en el momento en que se presenta como libertad (y liberad puede ser, según Ayuso, "ir a tomar una caña a una terraza" cuando morían 2.000 personas por covid). "Ofrecemos sacrificialmente aspectos de la intimidad, que a la vez nos hacen más frágiles", añade Rodríguez Tranche.

Máscara nº 4: El control biométrico

La tecnología ha logrado la fantasía de la policía y la criminología: que el individuo no pueda ser invisible. Pasamos de la máscara ritual del Neolítico al pasamontañas de las Pussy Riot, del antifaz del siglo XVII a la socorrida careta de V de Vendetta como garantes del anonimato (y la disidencia) –los repasa la exposición del CCCB 'La máscara nunca miente', comisariada por Servando Rocha–, hasta que los softwares de control biométrico, que han metido el turbo durante la imposición de la mascarilla quirúrgica anticovid, averigua el historial clínico o las aptitudes para entrar en una plantilla con la información del iris y la retina.

Mark Zuckerberg surfea en el metaverso, donde está invirtiendo fuerte.

Mark Zuckerberg surfea en el metaverso, donde está invirtiendo fuerte. / Meta

Máscara número 5: el metaverso

El metaverso, el 'next big thing' del mundo digital, se promociona como el dominio de internet donde los avatares animados de nuestro yo físico podrán realizar virtualmente compras, juegos, deportes y viajes. Mientras Mark Zuckerberg jura que "será bueno para la política, la cultura, la sociedad y el planeta, porque haciéndolo todo desde casa, contaminaremos menos", los primeros experimentos replican los acosos, insultos e inseguridad para los avatares femeninos. "Mi preocupación no es realidad versus virtualidad —señala Liliana Arroyo–, sino cómo de vulnerables nos hará en el momento en el que nuestros sentidos estén inmersos en un entorno que no controlaremos".

"En el futuro no soportamos estar en nuestra condición de seres que enfermamos y morimos", vaticina el politólogo Enric Luján

En un futuro próximo, aventura Luján, "el universo será brutalmente alternativo, con bienes posicionales (pagados con criptomonedas); no soportamos estar en nuestra condición de seres que enfermamos y morimos". La aspiración no es nueva, recuerda. A finales de los años 50, Hanna Arendt señaló en 'La condición humana' que el lanzamiento del Sputnik representó la voluntad de escapar de la Tierra como si fuera una cárcel. Solo que el multimillonario Elon Musk, el fundador de Tesla y PayPal, lo ha logrado y lleva con llamativo orgullo la máscara de conquistador del espacio.

Mascara diseñada para driblar el control biométrico.

Mascara diseñada para driblar el control biométrico. / Archivo

Llegará la Pascua

Puede parecer que este conjunto de máscaras configuran una jaula distópica de la que no podremos salir. Pero no. "Estamos en una primera etapa en la que hemos sido seducidos por el encanto que tienen los servicios digitales –observa Rodríguez Tranche–. Cuando veamos todo lo que damos a cuenta se crearán formas de resistencia".

La "subversión del futuro" pasará por los que no quieran migrar al universo enmascarado del metaverso

De momento, activistas como Leonardo Selvaggio, un artista de Chicago, ha comercializado por 200 dólares la máscara hiperrealista para burlar el reconocimiento facial; coge tracción el uso de las VPN y Tor, herramientas para burlar el control en internet, y algunas administraciones formulan con timidez leyes que protejan la privacidad de los datos y el derecho a la desconexión.

"La subversión del futuro pasará por los que no quieran migrar al universo enmascarado del metaverso", aventura Luján. "Se crearán dos facciones y no precisamente determinadas por la clase". Mientras eso no llega, el mejor disfraz para este carnaval es salir a la calle a pelo, sin el 'smartphone'. Libres de selfis y 'stories'. Frente a la hipervisibilidad, la clandestinidad y el misterio.

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