Colum McCann: "En el conflicto palestino-israelí haría falta que se levantara una Greta Thunberg"

El escritor irlandés novela la historia de un palestino y un israelí que perdieron a sus hijas en el violento y eterno pulso de Oriente Próximo

Colum McCann

Colum McCann / Ferran Nadeu

Elena Hevia

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'Apeirógono' podría ser una palabra de esas que la prensa destaca como ejemplo de la dificultad en un examen de selectividad, por ejemplo. También es el título de la última novela del escritor irlandés Colum McCann (Seix Barral / L’Altra), destinada a ser uno de los grandes títulos del año, y da nombre a un polígono con un número infinito de caras. La imposibilidad de contar el conflicto entre Israel y Palestina desde un único punto de vista marca la metáfora. 1.001 piezas narrativas que reconstruyen como un puzle la amistad del israelí Rami Elhanan, militar e hijo de un superviviente de Auschwitz, y del palestino Bassam Aramin, que a los 17 años acabó en la cárcel por lanzar una granada a un jeep israelí.

La vida de ambos cambió cuando perdieron a sus hijas, Smadar y Abir, víctimas colaterales. Tras sus muertes sintieron que el único camino era el entendimiento. En fin, nada que no nos haya contado la ficción hasta el momento, con la salvedad de que lo escrito por McCann no se aleja un milímetro de estas dos personas reales que forman parte de la asociación Combatientes por la Paz y accedieron a convertirse en personajes. 

Bassam Aramin y Rami Elhanan, los protagonistas reales de la novela.

Bassam Aramin y Rami Elhanan, los protagonistas reales de la novela. / Archivo

¿De qué forma llegó usted a conocer a Rami y Bassam? 

Visité Israel con un grupo de artistas y activistas que fuimos invitados como observadores. Era un día de noviembre, hacía frío y yo estaba cansado. Ellos nos esperaban y se pusieron a contar sus historias y al cabo de medía hora de escucharlas, sentí como si me hubieran abierto el pecho y retorcido el corazón. Tenía que examinar lo que sentía y de ahí surgió el libro. 

¿Cómo les planteó que escribiría sobre ellos? 

Me preocupé en explicarles que yo quería hacer literatura y que necesariamente iba a inventarme cosas. Se mostraron seguros: «Lo peor ya nos ha pasado, así que si coges nuestra historia, e incluso si te equivocas pero llegas a trasmitir una mínima parte de nuestro mensaje, ya nos vale».

¿No le preocupaba utilizar a unas personas que han sufrido tanto? 

Yo diría que los hechos son mercenarios. Es decir, los puedes coger y colocarlos donde te dé la gana. Pero si hablamos del territorio de, digamos, el corazón humano, de cosas como el amor, el orgullo, la pena y la violencia, no hay hechos absolutos a los que aferrarte y ese es el ámbito en el que la literatura puede entrar y que la no ficción quizá no pueda revelarnos. En la novela podía obtener la verdad desplazando un tanto las cosas. Por ejemplo, la moto de Rami es automática, pero yo le puse marchas porque ese movimiento obliga al lector a subirse a la moto. Esto es un desplazamiento hacia la ficción, pero también hacia la realidad. 

¿Hacer arte a partir de una situación como esta supone un dilema moral? 

Tienes que andarte con cuidado. Si exageras, desplazas al lector en la dirección errónea y le haces un flaco favor tanto a la literatura como a las personas. Lo único que puedo decir es que ellos siguen siendo mis amigos. Les gustó la novela y la respaldan. 

Un israelí y un palestino amigos se dirían dos personajes inventados. ¿Que sean reales potencia la empatía en el lector?

Me gusta pensar que si me los hubiera inventado la gente no se los hubiera creído. Por eso tuve que utilizar sus nombres reales. El mayor triunfo de la literatura es que como lectores cobramos vida en un cuerpo, en una época o en un lugar que no son los nuestros. Y aun así lo sentimos muy profundamente. Creo que la mejor literatura es un acto de empatía.

"Creo que la mejor literatura es un acto de empatía"

Los buenos sentimientos, sin embargo, parecen cotizar a la baja en la literatura contemporánea.

Creo que el mejor optimista tiene que haber sido pesimista primero. Y también diría que el cínico es un sentimental porque vive en la nube de su propia comprensión, se niega a salir de su entorno. En cambio la valentía real es viajar fuera de lo que conoces que es la base de la empatía. Gramsci habló del pesimismo del intelecto y del optimismo de la voluntad. Es una buena forma de decirlo porque el mundo es muy oscuro y no sirve de nada vivir en él si no te empeñas en encontrar en él esperanza. 

¿Tener optimismo en un conflicto eterno como el palestino- israelí no requiere una voluntad fuera de medida? 

Yo soy irlandés, nací en Dublín pero mi madre era de Derry y si de adolescente me hubieran dicho que acabaría habiendo paz durante 23 años en Irlanda del Norte, no lo habría creído. Ese sí era un conflicto eterno que arrastrábamos desde hace más de 800 años. Rami y Bassam tampoco creían que pudiera acabar habiendo una embajada israelí en Berlín y una alemana en Tel Aviv, como así ha sido. Y es que estas cosas acaban ocurriendo, la fuerza del optimismo se ve reforzada por la historia. Esto a veces se nos olvida. Lo imposible sucede. 

¿Podría decirse que la única salida posible pasa por gente como Rami y Bassam? 

No se me ocurre otra. Ellos dicen: "No hace falta que nos queramos o que nos caigamos bien pero tenemos que entendernos" y ahí está la almendra de la solución. Los niños israelís no saben lo que es el Nakba [el éxodo palestino] mientras que los niños palestinos ignoran qué es el Holocausto. Ni los idiomas ni los contextos les permiten entenderse. Lo único que se necesita es a una Greta Thunberg que se levante un día.

El libro se llama 'Apeirógono' por las infinitas facetas del problema. Si no las contemplamos nos quedamos con una historia en blanco y negro, algo a lo que cada vez más se aferran los políticos. 

Parece que hoy todo el mundo tiene la enfermedad de la certeza. Todos estamos convencidísimos de lo que sabemos. Solo puedes entrar en mi casa si te pareces a mí, si suenas como mi propia voz. Pero lo más importante es abrazar la incertidumbre. Por eso el principio de la novela te confunde un poco, no sabes bien qué pasa, hasta que te encuentras con Rami y Bassam y te preocupas por ellos, luego empiezas a entender los hechos, la política y todo lo que les rodea. Pero primero están las personas.

"Rami y Nassam dicen: 'No hace falta que israelís y palestinos nos queramos o que nos caigamos bien, pero tenemos que entendernos'"

Escribió la novela en su casa de Nueva York durante el Gobierno de Trump. ¿No sé si el libro fue una manera de refugiarse de la radicalización y la ignorancia? 

Sí, este libro va sobre Israel y Palestina, pero también sobre Kentucky y el Bronx, o Dublin y Belfast. Seguro que ustedes tienen algo así. 

Algo tenemos, sí. 

Trump se dedicó a reforzar el miedo en Israel y eso conlleva más división. Llevó la embajada norteamericana de Tel Aviv a Jerusalén para provocar el miedo, porque el miedo genera dinero. Al Gobierno de Trump solo le interesaba el valor inmobiliario y que las propiedades libres más importantes del mundo estén en Cisjordania, así que Israel y Palestina eran para él un campo perfecto. No estaban solo colonizando, estaban robando tierras. 

¿El libro se ha publicado en Israel?

Todos mis libros se han publicado en hebreo excepto 'Apeirógono'. Al final se ha interesado un pequeño sello, pero la editorial de mis libros anteriores lo ha rechazado. Se publicó antes en árabe. 

Y habrá que estar atento a las críticos porque le van acusar de apropiación cultural. 

El libro ganó el National Jewish Book en Estados Unidos y soy uno de los pocos autores no judíos que lo ha ganado. Apeirógono no es solo una palabra compleja, también indica que todos somos cómplices de la muerte de estas dos chicas, Alvir y Asmadar. 

No hay nada peor que la muerte de un hijo. 

En inglés tenemos 'viudo' o 'huérfano', pero no tenemos una palabra para nombrar eso. Hay muy pocos idiomas que la tengan. Y por cierto, el árabe y el hebreo la tienen.

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