DEBATE CANDENTE EN EUROPA

¿Por qué España se resiste tanto a revisar su pasado colonial?

A diferencia de otros países europeos, las instituciones españolas rehúyen el debate sobre un periodo con consecuencias en el presente

Protesta anticolonial en Barcelona

Protesta anticolonial en Barcelona / Marta Pérez (Efe)

Eva Cantón

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La ola de revisionismo histórico iniciada por el movimiento Black Lives Matter (‘la vida de los negros importa’) ha traspasado las fronteras de Estados Unidos y en la vieja Europa algunas potencias han empezado a releer su pasado. En 2020 el rey de los Belgas pidió perdón por los abusos cometidos en el Congo y un año después Alemania reconoció por primera vez que había cometido un genocidio en Namibia. La Iglesia católica se disculpó a través del Papa Francisco por los pecados cometidos en México y la anglicana decidió examinar los símbolos coloniales de los lugares de culto. En 2017 Emmanuel Macron se propuso reconciliar a la nación con su pasado después de calificar la colonización francesa de Argelia de “crimen contra la Humanidad”. España, en cambio, parece resistirse a abrir un debate sobre las consecuencias de un periodo cuyas sombras siguen proyectándose en el presente. ¿Por qué?

Quizás porque cuestionar la colonización sería como abrir la caja de Pandora de la naturaleza del estado y la identidad nacional si tenemos en cuenta que España nace con una reconquista, es decir con un acto colonial, como recuerda la antropóloga de la Universidad de Leipzig Alba Valenciano Mañé.

Más que pedir disculpas, los expertos creen que hay que entender el pasado, reparar las injusticias y admitir que el racismo deriva de la dominación colonial

“Si España no ha podido abrir del todo el melón de la memoria histórica en relación al franquismo y a la II República es muy difícil abrirlo para sacar otros episodios oscuros del pasado”, reflexiona.

El desafío del independentismo a la integración territorial complica todavía más las cosas pero, en opinión del historiador mexicano Federico Navarrete, es importante que España haga el esfuerzo de mirar atrás porque muchas de las relaciones de dominación, despojo territorial y violencia que se iniciaron en el siglo XVI con la llamada conquista siguen vigentes.

Esclavos en plantaciones cubanas

Esclavos en plantaciones cubanas / Archivo

Hay más razones para no esquivar un debate que Navarrete ve “secuestrado” por los sectores nacionalistas más retrógrados. “Es peligroso que los progresistas le dejen el terreno libre a quienes sostienen una fantasía imperial ridícula en el siglo XXI. Es una vergüenza que las voces que oímos en América Latina sean las de Santiago Abascal o la señora Ayuso y el Gobierno no diga nada. La mayoría de los españoles no son así, pero ¿por qué no hablan? Es una omisión grave de la izquierda”, se lamenta.

“Es una vergüenza que las voces que llegan a América Latina sean las de Abascal o Ayuso, y que el Gobierno no diga nada"

— Federico Navarrete. Historiador mexicano

Es cierto que el 40 Congreso del PSOE celebrado el pasado mes de octubre debatió dos enmiendas –una de ellas presentada por el PSC- sobre el pasado colonial, pero el tema está lejos de entrar de lleno en la agenda política.

El investigador mexicano pone también los puntos sobre las íes del indigenismo, un movimiento blanco que reivindica lo indígena desde fuera, y considera un grave error confundir la movilización indígena contemporánea que tiene una legitimidad social incuestionable con el discurso de intelectuales como José Vasconcelos, de matriz occidental.

La reivindicación de los pueblos indígenas, prosigue Navarrete, tiene que ver con derechos fundamentales como las tierras, el agua o la libertad y no con la idea del indigenismo construida en España como “una ideología anti-hispana”.

El fantasma del indigenismo

“Es un invento de ignorantes como Roca Barea que, desde su postura racista, le niega a los indígenas la capacidad de hablar por sí mismos. Un fantasmón, como en su época el comunismo, que sirve para tener un enemigo al que atacar y no para explicar lo que está pasando en América”, defiende.

Por otro lado, convendría saber para qué debería servir entrar en el terreno de la etapa colonial, y evitar caer en la trampa de si hay que pedir o no perdón, alerta la antropóloga y realizadora cubana Aída Bueno Sarduy

“Si no tienes claro por qué ni para qué, el debate acabará en lo de siempre: yo no tengo que pedir disculpas a nadie. Otra cosa es que sirva para entender lo que ocurrió y enfrentarnos a lo que vivimos ahora. Por ejemplo, sería interesante revisar los libros de texto porque es absurdo que los jóvenes no sepan del contacto de España con la esclavitud”.

“Sería interesante revisar los libros de texto, porque es absurdo que los jóvenes no sepan del contacto de España con la esclavitud”

— Aída Bueno Sarduy. Antropóloga cubana

La investigadora incide en que España es una sociedad multicultural que debe enfrentarse a su pasado imperial para respetar la diversidad y aboga por analizar el material educativo para ver cómo se representan personas de otras culturas. “Que no se les caricaturice ni ridiculice, porque en la actualidad hay contenidos racistas”.

Navarrete comparte la idea de que un acto de disculpa no lleva muy lejos si no está acompañado de un proceso de justicia reparativa y un compromiso de cambio para que en el futuro no continúen las actitudes racistas e imperialistas. Un acto de reparación que, a su juicio, deberían asumir en primer lugar a los estados americanos, responsables en los últimos 200 años de las agresiones a los pueblos indígenas.

“Debemos reconocer que buena parte de las injusticias sistémicas de América Latina son herencia de la dominación española”, agrega el filósofo y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid José Luis Villacañas que interpreta la conquista de América como una continuación de la de al-Andalus.

“Los aspectos romano, cristiano y musulmán juntos constituyen un sistema social de dominación que recae con toda su fuerza sobre el indígena campesino. Este sistema sobrevivió a las guerras de independencia y fue intensificado por las elites criollas independientes. Por eso sus consecuencias han llegado hasta el presente”, explica.

Villacañas resalta que España y las sociedades criollas deberían aceptar el origen de las injusticias que condenan a millones de seres humanos a una vida indigna y que reconocerlo es “la única manera de comprometerse a luchar contra el racismo y la discriminación de los indígenas y de los afroamericanos”. 

“Cuando alguien glorifica el pasado español en América confiesa que se comportaría de la misma manera, produciendo sociedades racistas y oligárquicas”

— José Luis Villacañas. Catedrático y filósofo

Es cierto que quienes siguen sufriendo las consecuencias del sistema social implantado por España tienen ahora una mayor conciencia, y por eso se multiplican en América Latina las reivindicaciones históricas.

“Impugnan la herencia de las oligarquías criollas que han continuado la herencia española y que alcanza su legitimidad por su vínculo con la superioridad europea. Esas reclamaciones constituyen un síntoma de cierto éxito de las sociedades hispanoamericanas actuales, que se preguntan por qué no se avanza más rápido. Son tendencias sociales de largo plazo. Eso es lo que España no quiere ver”, prosigue Villacañas. 

Políticas de identidad

También Valenciano Mañé cree que las cosas se están moviendo porque comunidades afro-descendientes y movimientos feministas demandan una revisión del colonialismo desde las políticas de la identidad sin cuestionar ni la estructura ni la naturaleza del estado español y sus raíces históricas.

“Constituirse como grupo social para hacer una demanda específica al estado es muy importante para que se abra un debate. Es lo que está pasando con colectivos afro-descendientes y de latinos y latinas en España, que se activan en las redes sociales y se manifiestan en Madrid y Barcelona el 12 de octubre”.

Conocer y reconocer

La antropóloga confía en este sentido que España termine imitando a otros países -en los que las iniciativas populares han precedido a las institucionales- y que las voces de personas racializadas o de origen esclavizado entren en los debates actuales. Solo así, subraya, el país puede construirse como una “nación democrática plena”.

“Las instituciones políticas tienen que conocer y reconocer, y abrir el debate con los diferentes colectivos para ver cuáles son sus demandas”, sostiene evocando al filósofo camerunés Achille Mbembe cuando decía que la reparación es algo inalcanzable pero que se puede llegar a “conocer y reconocer” los hechos que llevaron a determinadas naciones y colectivos a estar como están.

“Si España no ha podido abrir del todo el melón de la memoria histórica del franquismo es muy difícil que lo haga con otros episodios oscuros del pasado”

— Alba Valenciano Mañé. Antropóloga

También hay que ser rigurosos desde el ámbito académico. Valenciano Mañé cree que hay que estar atentos a cómo explicamos la historia, qué estudiamos, qué voces incluimos en nuestros textos y cómo hacemos visibles las opresiones y el papel de nuestros antepasados.

“La mejor manera de hablar del futuro es narrar el pasado. Cuando alguien glorifica el pasado español en América está confesando que se comportaría de la misma manera, produciendo sociedades racistas y oligárquicas” apostilla el catedrático Villacañas.

Menos humanidad, más explotación

En su opinión, para que haya una revisión de la historia es necesario que nuevos actores políticos ofrezcan su mirada sobre el pasado y hagan valer sus intereses materiales y espirituales. “Los indígenas americanos, los mestizos, los negros, son hoy esos sujetos”.

Bueno Sarduy valora además especialmente el activismo de las mujeres y apoya los cambios que exigen muchas de las que han llegado a trabajar en España. “No puedes mantener un sistema discriminatorio que, a través de un juego complejo, eterniza a las mujeres en el servicio doméstico sin expectativas de una vida mejor”, advierte.

Denuncia también mecanismos de marginación basados en la idea de que hay personas con menos derechos solo por haber nacido en otro lugar, y que se siga sosteniendo que una parte de la humanidad es “menos humanidad” y por eso “más explotable”.

 “Siempre es bueno echar una mirada al pasado para entender de dónde venimos, pero ahora mismo hay mas urgencia por construir un futuro, e incluso un presente de convivencia”, resume la antropóloga cubana.

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