Matar a los hijos para dañar a la madre: la punta del iceberg de la violencia vicaria

El caso de las niñas de Tenerife y el relato de Rocío Carrasco sacan a la luz los mecanismos de la dolorosa violencia vicaria

Los maltratadores agreden a sus hijos o a los de su pareja para infligir así un dolor extremo a la madre

La 'ley Rhodes' obliga a los jueces a suspender el régimen de visitas en contextos de violencia, pero deja una rendija abierta a la comunicación con padres denunciados

Peluche abandonado

Peluche abandonado / Trym Nielsen | Unsplash

Patricia Martín

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El cine y las novelas negras han acercado a la sociedad a monstruos sádicos y despiadados como Hannibal Lecter o el Joker pero, desgraciadamente, en ocasiones la ficción se queda corta. Hay hombres que son capaces de asesinar a sus propios hijos con tal de infligir un daño extremo a su pareja o expareja, a la que le no arrebatan la vida, no, pero la dejan muerta en vida. Hasta llegar a este desenlace tan terrible, normalmente hay etapas de maltrato previas, tanto sobre la mujer como sobre los niños, aunque no se denuncien. Es lo que se conoce como violencia vicaria, una de las formas más desconocidas y a su vez más crueles del maltrato machista, que estos días ha salido a la luz con la entrevista en varios capítulos a Rocío Carrasco y la desaparición de las hermanas Anna y Olivia, en Tenerife, que ha acabado en tragedia.

Tomás Gimeno, el padre de Anna y Olivia, advirtió a su mujer antes de desaparecer: “No las vas a volver a ver”. Este aviso y el hecho de que estuvieran a su cargo en ese momento recuerda a otros crímenes crueles, como cuando José Bretón asesinó a sus hijos, Ruth y José, hace justo 10 años. Fue el primer suceso que hizo tomar conciencia a la sociedad de un tipo de violencia despiadada y sobre la que no hay estadísticas, salvo en los casos más graves y que acaban con el asesinato de los niños.

42 menores muertos desde 2013

Según el Observatorio del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), han fallecido 42 menores desde el año 2013 y en el 66% de los casos (entre 2015 y 2020) fueron las únicas víctimas mortales, por lo que "el asesino buscó aumentar el sufrimiento de las madres acabando con la vida de los hijos", explica Ángeles Carmona, presidenta de esta institución. La sucesión de crímenes que captan la atención mediática y la lucha de las organizaciones de mujeres lograron que en 2017 a estas mujeres se las reconozca como víctimas de la violencia machista.

Tomás Gimeno, el padre de las niñas desaparecidas en Tenerife, y José Bretón. 

Tomás Gimeno, el padre de las niñas desaparecidas en Tenerife, y José Bretón.  / Agencias

El caso Carrasco

Los especialistas advierten: los asesinatos son solo la punta del iceberg de la violencia vicaria. El caso de Rocío Carrasco muestra otro tipo de violencia, la de un padre que presuntamente manipula a sus hijos hasta el punto de que estos rechazan la relación con la madre. Aunque Rociíto ha sido cuestionada como víctima, Ana Bernal-Triviño, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y periodista experta en esta problemática social, defiende que su situación se “enmarca” en la violencia vicaria desde el momento que Antonio David le dice “te vas a cagar” y a partir de ahí construye, con ayuda de los medios de comunicación, "una imagen de mala madre y manipula a su hija, como reconoce el informe psicosocial del juzgado de violencia sobre la mujer”. 

La violencia vicaria implica que, en muchos casos, los maltratadores luchen hasta la extenuación por quitar la custodia de los menores a la madre

La violencia vicaria implica, en muchos casos, que los maltratadores luchen hasta la extenuación para quitar la custodia de los menores a la madre, acusándolas, por ejemplo, del falso Síndrome de Alienación Parental (SAP), que carece de evidencia científica y también se esgrime en contextos de abusos sexuales. Pero también que no cuiden de sus hijos cuando les toca, que interrumpan sus tratamientos médicos y un largo etcétera, según indica Sonia Vaccaro, psicóloga clínica y forense que acuñó el término violencia vicaria en 2012, tras tomar contacto con varias víctimas que habían sufrido situaciones parecidas y amenazas de sus parejas del tipo “te voy a dar donde más duele”. “Me di cuenta de que sufrían una violencia secundaria, que se inflige sobre los hijos, a los que el maltratador convierte en objetos, porque de lo contrario no podría dañarles. El hombre sabe que dañar, asesinar a los hijos, es asegurarse de que la mujer no se recuperará jamás”, explica.

Rocío Carrasco en el episodio 8 de 'Rocío. Contar la verdad para seguir viva'

Rocío Carrasco en el episodio 8 de 'Rocío. Contar la verdad para seguir viva' / TELECINCO

Antes y después de la ruptura

La violencia vicaria puede aparecer antes o después de que la víctima comunique al agresor su deseo de romper la relación, que es cuando se suele agravar la situación. Antes porque el maltratador sabe que “la mujer será capaz de callar, tolerar, ceder y seguir aguantando muchas cosas sólo por sus hijos”. “Los violentos son conscientes que la amenaza más efectiva es ‘te quitaré a los niños’, entonces ella no se divorciará, no denunciará, no pedirá la mitad de los bienes…”. Pero cuando la situación llega a tal extremo que la mujer decide separarse, entonces esos individuos aprovechan “que la justicia hará prevalecer los derechos de la figura sacrosanta del padre", critica Vaccaro.

Sólo en el 3% de los procedimientos por violencia de género del 2020 los jueces adoptaron la suspensión del régimen de visitas y en un 4% la guardia y custodia

Y es que, aunque la víctima interponga una denuncia por violencia de género, en pocas ocasiones se impide la relación de los hijos con su padre. Según el CGPJ, en el año 2020 sólo en el 3% de los procedimientos se suspendió el régimen de visitas y en el 4% la guardia y custodia. Y la estadística elaborada por la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas indica que la mitad de los crímenes mortales contra los niños se producen mientras que el padre ejerce su custodia.

En buena parte del poder judicial aún no ha calado la idea, según denuncian las organizaciones de mujeres, de que “un maltratador no es un buen padre”. “Cuando en los juzgados no se hace un análisis de la relación paterno filial desde el enfoque de la violencia de género, las medidas que se adoptan siempre resultan inapropiadas”, denuncia Bernal-Triviño.

La ‘ley Rhodes’

En busca de una solución, la ley de protección a la infancia, conocida como ‘ley Rhodes’, obliga a la autoridad judicial a suspender la comunicación de los hijos con el inculpado cuando exista una orden de protección o cuando el progenitor esté incurso en un proceso penal contra el otro cónyuge. Si bien da la posibilidad a los jueces de no acordarlo, en una resolución motivada en el interés superior del menor, lo que genera recelos en algunas especialistas.

"Me inclino a pensar que todo seguirá igual porque los jueces motivarán que para los hijos es un trauma crecer sin la figura del padre y les obligarán a estar con él, como sucede ahora con niños que no quieren ver a su padre", lamenta Vaccaro; mientras que Bernal-Triviño sostiene que la 'ley Rhodes' es "un paso considerable" pero del que esperaba "más ambición" y que se hubiera dejado "cerrado el espacio a la interpretación" a la hora de suspender la relación entre maltratadores y sus hijos.

James Rhodes durante un acto en contra de los abusos sexuales.

James Rhodes durante un acto en contra de los abusos sexuales. / JOSE LUIS ROCA

A favor de la ley

Por el contrario, la vocal del CGPJ Ángeles Carmona está "convencida" de que la ley "contribuirá a luchar contra la violencia vicaria". En su opinión, "el margen de apreciación" que se otorga a los jueces no debe "preocupar" porque en los últimos años el CGPJ ha hecho un esfuerzo para formar a sus miembros en perspectiva de género. "Contamos con jueces y juezas altamente cualificados, preparados y sensibles, como por otra parte lo demuestra la constante evolución de la jurisprudencia, que en no pocas ocasiones ha suplido la ausencia de reformas legislativas".

La ley 'Rhodes' contempla medidas de prevención, detección y crianza positiva que buscan reducir el alto índice de maltrato infantil en los hogares

A su vez, Cristina Sanjuán, técnica en políticas de infancia de Save The Children, una de las oenegés que más han remado para que la pionera legislación de protección a los menores vea la luz, sostiene que, aparte de la respuesta judicial, la norma contiene medidas de prevención, de crianza positiva y de detección que, si se implementan correctamente, harán disminuir los elevados índices de maltrato infantil. Cada año se interponen más de 4.500 denuncias por malos tratos hacia menores sólo el ámbito familiar, algo especialmente dañino para los niños porque la violencia se ejerce por una persona que ellos es su referencia.

El daño en los menores

De hecho, Mercedes Bermejo, desde su larga experiencia como psicóloga familiar, indica que en las situaciones de violencia o divorcios conflictivos donde un progenitor ataca a otro los niños sufren desde trastornos del sueño o la alimentación, crisis de ansiedad y problemas psicosomáticos hasta estrés postraumático, unas secuelas que “perduran años, normalmente hasta la etapa adulta”.  

Por todo ello, ha llegado la hora de decir basta ya a la terrible violencia vicaria. 

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