la guerra entre Abdalá y Hamza

El culebrón jordano: el tira y afloja del rey Abdalá y su hermanastro

El hijo de Noor denunció estar en arresto domiciliario y a las 48 años juró lealtad al monarca

El joven príncipe era el favorito del padre de ambos, el rey Hussein, para sucederle en el trono

culebrón jordano

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Andrea López-Tomàs

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A las puertas del centenario de su reinado, un escalofrío recorre el espinazo de la dinastía hachemí. Jordania es el escenario de una lucha de poder en el seno de una misma familia. Poco puede hacer Rania, la popularísima reina y esposa del monarca Abdalá II, para maquillar el último terremoto. "La familia real no lo considera un golpe de Estado, pero han aprovechado el episodio para hacer una purga y apartar a las voces críticas con el régimen", explica Luis Melián Rodríguez, politólogo especializado en Jordania. Algo insólito como las críticas al rey no tiene cabida en el país. 

Hace un siglo, los hachemís llegaron desde la actual Arabia Saudí para gobernar Jordania. Los mandaron los británicos. «Su legitimidad viene, en parte, de ser descendientes directos del profeta Mahoma", añade Melián Rodríguez. No existía una identidad jordana. El desierto estaba poblado por las tribus beduinas que aún se mantienen. "Se las incluyó en el sistema político a través del clientelismo y el patronazgo tribal", agrega. Sin el apoyo de los jeques, el rey se desmorona. Precisamente han sido los encuentros del príncipe Hamza –el hermanastro del rey Abdalá– con varios líderes tribales lo que ha sustentado el argumento de un complot.

La historia se repite

Hamza –primogénito del difunto rey Hussein con la reina Noor, su cuarta esposa– fue el príncipe heredero hasta 2004, cuando su medio hermano Abdalá le retiró el cargo en favor de Hussein, su hijo mayor. En su lecho de muerte, Hussein, padre de ambos, había expresado su deseo de que fuera un entonces demasiado joven Hamza quien le sucediera. Tres semanas antes del deceso, todo dio un vuelco cuando el rey le retiró la vara de mando a su hermano Hasan en favor de su hijo Abdalá, aunque con el compromiso que Hamza heredara finalmente el trono. "Todos quieren asegurar el linaje de su propia sangre", reconoce Melián Rodríguez.

Las malas lenguas apuntaron a los gestos entre bambalinas de la entonces reina Noor y la princesa Rania, hoy monarca, para que fueran sus primogénitos quienes accedieran al trono. 

"Siempre se ha usado a Rania, y a la mujer extranjera, Noor, como el blanco de todas las críticas", explica el politólogo. Esta palestina nacida en Kuwait comparte con sus 10,5 millones de seguidores en Twitter su vida como "madre y esposa con un trabajo realmente genial". Su predecesora, la reina Noor, tampoco nació en Jordania, sino en Washington.

Cuando estalló la Primavera Árabe de 2011, la tímida sociedad jordana no pidió la caída del régimen, sino su reforma. La monarquía hachemí, experta en marketing, aplicó mejoras cosméticas, pero empezó el retroceso de las libertades. "Cada vez se alienta más el miedo al caos regional para limitar el derecho a la libertad de expresión", constata Melián Rodríguez. Además, el reciente silenciamiento de la voz de Hamza manda un mensaje muy claro a la ciudadanía.

Hussein de Jordania y su hermano Hassan, el primer favorito al trono.

Hussein de Jordania y su hermano Hassan, el primer favorito al trono. / Ali Jarekji / Reuters

Zarandeos y gritos

Las erosiones a la monarquía también llegan de otros frentes. El acercamiento a Israel por parte de Rania y Abdalá, por ejemplo, les está pasando factura entre una población con un 55% de origen palestino. Por otra parte, después de que en marzo siete pacientes murieran en el Al-Salt New Hospital, cerca de Amán, por un corte en el suministro eléctrico de dos horas, el vehículo del monarca fue recibido con zarandeos. Por primera vez, los jordanos coreaban: "El responsable es Abdalá".

Le llueven críticas de las tribus, de los generales retirados y, ahora, de dentro de la propia familia real. La institución se sabe amenazada. El culebrón jordano está servido.

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