SE CUMPLEN 23 AÑOS DE LA REBELIÓN DE LOS POBRES

En la guarida de los zapatistas

Después de años de inactividad, los guerrilleros vuelven a la palestra presentando a una candidata indígena para las presidenciales en México de 2018. Viajamos hasta el corazón de Chiapas, para seguir el rastro de lo que queda del levantamiento rebelde iniciado el 1 de enero 1994.

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IRENE SAVIO

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El automóvil parece meterse en una ratonera. Baja y sube por valles y selvas, a más de 2.000 metros de altitud. Por el camino, abundan frigoríficos con la marca Coca-Cola y carteles amenazantes, con prohibiciones. De arrojar basura en el suelo u orinar en público, entre ellas. Hasta que de repente la carretera da paso a una valla protegida por una garita que imita un puesto de control. «Está usted en territorio zapatista en rebeldía. Aquí manda el Pueblo y el Gobierno obedece», reza el letrero adyacente a la barrera. Entonces retumba el primer 'no'. Solo un grupo, pequeño pero perfectamente distinguible entre la multitud, se dispersa. Amaga con insistir, pero no sabe cómo. El resto espera delante del indígena guerrillero, custodiado por otros dos detrás de él, que impide el acceso al lugar. «Hoy no se puede entrar. Hay tiempos que sí y tiempos que no. Hoy es no», zanja. Y, en ese momento, una joven que se había presentado como una historiadora procedente de Argentina se gira y responde como si lo hiciera en nombre del encapuchado: «No es fácil resistir con tantos enemigos. Así lo hacen, con sus reglas, que no son las del mundo de afuera».

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Con la frase aún saliendo de la boca de la mujer, es cuando la maraña acampada delante del puesto de 'souvenirs' -sagazmente colocado antes de la valla- empieza a discutir sobre la situación.Comentan que seguramente tiene que ver con la última gran novedad que llega desde la comandancia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el Consejo Nacional Indígena (CNI): la propuesta de presentar a una candidata mujer e indígena en las elecciones presidenciales en México de 2018. Hemos viajado hasta el municipio rebelde de San Andrés Larráinzar y al 'caracol' (centro zapatista) de Oventic, a una hora de San Cristóbal de las Casas. Y somos un grupo de periodistas extranjeros, desorientados junto a un puñado de entrometidos turistas que han llegado hasta aquí para curiosear cómo viven hoy algunos de los últimos guerrilleros anticapitalistas del siglo XX.

EN UN LETARGO

A 23 años del levantamiento armado del 1 de enero de 1994 -cuando Marcos arengó a los indígenas de Chiapas, con una declaración de guerra contra el Estado que nunca fue retirada-, con la experiencia soviética ya fracasada desde décadas y Cuba abriéndose al mundo, los zapatistas mexicanos se niegan a perder. «Resisten a contracorriente, regenerándose», dice el antropólogo Gaspar Morquecho, y hace énfasis en que «ellos nacieron así, cuando ya había caído el muro de Berlín». Resisten, sí, pero a duras penas. Con la negociación con el Estado de facto paralizada tras años de sucesivos fracasos, los rebeldes mexicanos han vivido en los últimos años en un letargo, nacional e internacional, replegados hacia adentro y concentrados en la organización de sus estructuras internas y en el desarrollo de su autonomía.

La candidata indígena para las presidenciales -de la que todavía no se conoce el nombre- es la nueva parte de la historia. «Una decisión cuyo objetivo es sacarles del ensimismamiento en el que han vivido en los últimos años, echando algo de carne al fuego para poner la cuestión indígena de nuevo en el centro del debate», coincide Pepe Gil, analista del zapatismo y periodista de la revista mexicana 'Proceso'. Lo que pretendemos es «indignación, resistencia y rebeldía», puesto que «somos la palabra colectiva de abajo y a la izquierda, esa que sacude al mundo», explicaron los zapatistas en el comunicado que informó de la decisión de promover a una candidata mujer.

DISPUESTOS A MORIR POR LA CAUSA

«A ver, compañera. Es que ustedes no entienden. Nosotros estamos dispuestos a morir por nuestra causa. Esto no ha cambiado», nos había dicho la noche anterior Julio, un indígena cercano a la comandancia rebelde. «Nosotros, los indígenas tzeltales, tojolobales, chol, mames y tzotziles nos organizamos en la clandestinidad hace 20 años porque nos dimos cuenta de que nos estaban matando para hacer ricos a otros, como ocurre en muchas partes de México», había añadido el guerrillero.

Julio hablaba con seguridad, envuelto en una retórica lírica, críptica e irónica. Esos mismos rasgos con los que años antes el subcomandante Marcos había conquistado a centenares de cooperantes extranjeros y suscitado la atención del mundo entero. Logrando también el apoyo de sectores del catolicismo, así como de intelectuales de la talla del filósofo español-mexicano Luis Villoro, del escritor portugués José Saramago y de la exprimera dama de Francia Danielle Mitterrand.

DESCONFIANZA HACIA LA PRENSA

Y, sin embargo, mucho, en verdad, han cambiado las cosas desde entonces. Ni Marcos es ya Marcos. Se hace llamar Galeano -en memoria a un indígena fallecido en 2014, en un oscuro enfrentamiento armado- y ya no es el portavoz de EZLN. Lo es Moisés, un indígena de la comunidad tzeltal. «El relevo de mando no se da por enfermedad o muerte, ni por desplazamiento interno, purga o depuración». Se debe a «cambios internos que ha tenido y tiene el EZLN», explicó en su momento el propio subcomandante Marcos-Galeano, al cual los analistas otorgan un mérito raro entre los revolucionarios de fama: haber creado nuevos mandos. Sus noticias las trasmite una página, Enlace Zapatista, puesto que de los medios tradicionales los zapatistas poco o nada se fían.

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«Un ejemplo concreto de los éxitos del zapatismo son los 'caracoles' (La Realidad, La Garrucha, Morelia, Roberto Barrios y Oventic)», explica el antropólogo Gaspar Morquecho. «Cada caracol posee su respectiva Junta de Buen Gobierno, organismos cuyos miembros cambian todas las semanas para administrar los cerca de 30 Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ)», cuenta el investigador, y añade que el grupo sobrevive básicamente gracias a los cultivos de subsistencia y al comercio de café y otros productos autóctonos que se venden a través de circuitos de la economía alternativa, en particular en Europa. «Se trata de una población estimada de entre 40.000 y 45.000 familias, con escuelas y clínicas propias, pero que también vive entremezclada con comunidades no zapatistas y grupos hostiles a ellos», informa el periodista Pepe Gil.

DIVIDE Y VENCERÁS

Los zapatistas en estos años han cosechado triunfos, pero también derrotas frente a adversarios que han ido afinando sus estrategias. El Gobierno de México, por ejemplo, ha continuado con sus actividades de contrainsurgencia, ofreciendo dinero y beneficios a los indígenas dispuestos a cambiar de fe política y de jefes, según cuenta el intelectual Jorge Santiago Santiago. «El Gobierno ha optado por la estrategia del divide y vencerás», puntualiza Santiago, quien hoy es director del Museo Samuel 'Tatic' Ruiz, dedicado a un sacerdote que en su momento condenó airadamente la marginación de los indígenas en México.

Pero no solo al Estado le gustaría ver al zapatismo bien enterrado. También están en contra facciones de grupos campesinos rivales de la zona -que los zapatistas acusan de paramilitares a sueldo del Gobierno-, y la delincuencia organizada ligada al narcotráfico. «A pesar de que en los municipios zapatistas está tajantemente prohibido beber alcohol y drogarse, a pocos kilómetros de ellos, ha aumentado enormemente la adicción a la cocaína y a las metanfetaminas», apunta Gil. Raymundo Sánchez Barraza, director de CIDECI en San Cristóbal de las Casas -una especie de universidad zapatista-, no lo ve así de catastrófico: «El zapatismo es la única alternativa para un mundo diferente. Por eso no solo resiste, sino que triunfará», aventura. 

Este reportaje ha sido realizado con el apoyo de IWMF (Internacional Women's Media Foundation).

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