TRAS LOS PASOS DE UN ICONO DEL SALVAJE OESTE

Billy el Niño 'vive' en Nuevo México

La memoria del pistolero perdura al cumplirse 135 años desde que un disparo de Pat Garrett acabó con él, pero no con su leyenda. Aquí recorremos los lugares de sus andanzas y seguimos su huella.

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ALFONSO DOMINGO

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Había luna llena aquel caluroso 14 de julio de 1881, hace 135 años, en Fort Sumner, Nuevo México, cuando un disparo de Pat Garrett acabó con la vida de Billy el Niño, que terminaba de pronunciar en español su última frase: «¿Quién es?».

Fue el final de un drama cuyos ecos, a pesar del tiempo trascurrido, aún están muy presentes en el territorio. Desde 1881, el año en qué cayó abatido en la casa de Peter Maxwell, la leyenda del «desperado» no ha dejado de crecer. Antes de que se instalara la familia Maxwell en Fort Sumner -Bosque Redondo para los hispanos-, el lugar fue una reserva donde fueron internados miles de indios navajos y apaches que habían perdido la guerra contra Kit Carson. En su cementerio -a pesar de algunas versiones que lo niegan- está enterrado Billy junto con sus dos más queridos compañeros, Tom Folliard Charlie Bowdre.

Aunque la casa de Maxwell, de madera, dejara de existir hace más de un siglo, una placa recuerda el hecho en el mismo lugar donde se produjo, a escasos metros de uno de los ríos más famosos del oeste, una constante en la corta vida de Billy el Niño: el río Pecos. Si Fort Sumner es el lugar final de la ruta, los lugares relacionados con Billy se esparcen a lo largo de la zona este de Nuevo México, con la excepción de Silver City, en el oeste, cerca de la frontera de Arizona, donde fue a instalarse con su madre y de allí salió de adolescente para iniciar su carrera de vaquero y luego de pistolero.

«EL CHAVITO»

Vine a Nuevo México para encontrarme de nuevo con la larga sombra de Henry McCarty, alias William H Boney, alias Billy The Kid, el Bilito, «el chavito» para los hispanos, que le adoraban. Ya se me había cruzado hacía 13 años, cuando me fui a vivir a 'La tierra del encanto' (apodo de Nuevo México) para escribir sobre Billy el Niño.

La vida de Billy se desarrolla sobre todo en Lincoln, en Fort Sumner y todos los pueblos de la ribera del Pecos (Puerto de Luna, Ruidoso, Santa Rosa). En el pueblo de Lincoln, en el valle del río Bonito, que se conserva prácticamente igual que en el siglo XIX, se puede visitar la cárcel de la que escapó Billy, incluido el tiro en las escaleras que mató al carcelero Bell, y se pueden observar, casi enfrente de la vieja corte, las tumbas de Tunstall MacSween, dos de los actores, junto con Chisum, de la llamada guerra de Lincoln.

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Una hipotética ruta que uniera estas dos poblaciones (donde existen sendos museos que recrean toda la historia del Kid) pasaría por Las Tablas, una serie de caseríos dispersos al pie de la Sierra Capitana. Esta fue la ruta que siguió Billy en su huida de la cárcel de Lincoln. Muy cerca se halla el cercano poblado minero abandonado de Withe Oaks, así como Fort Stanton, donde se asentó una guarnición militar que vigilaba la reserva apache de San Carlos. Si se viene desde Mesilla o Las Cruces -lugar donde fue condenado Billy y en cuyas cercanías, años después, fue asesinado Pat Garret-, antes de llegar a Lincoln se pasa por esta reserva apache, escenario de algunos de los robos de caballos de Billy y sus compinches y también por Blazer Mill, el escenario del tiroteo en el que murieron Buckshot Roberts y el jefe de los «reguladores» Dick Brewer.

Las Vegas, Puerto de Luna, Ruidoso, Los Portales son poblaciones en las que Billy y sus compadres -una buena parte hispanos- acudían con regularidad, para jugar al monte o al póquer, a las ferias o a los bailes de los sábados y que aún guardan mucho del sabor de aquellos días.

«Mi bisabuela, que conocí, me contaba que de niña, tendría seis años, bailó con el Bilito, y como era tan pequeña se subió en sus botas y así la llevó él todo el baile», me dice Josefina Baca de Navarrete, una nuevomexicana de origen español, nada menos que de judíos «ladinos», que poblaron amplias zonas de Nuevo México y que prestaron apoyo al Kid. Josefina, con un tesón encomiable, ha rastreado el origen de su familia hasta llegar a Burgos en el siglo XVI. Uno de sus antepasados fue José Córdoba, maestro de Lincoln y amigo de Billy. «Todos los hispanos de por aquí somos parientes, de una forma u otra. Reivindicamos un pasado judío aunque todos seamos católicos o mormones», remacha Josefina Baca de Navarrete.

Patsy Núñez, también descendiente de José Córdoba, me dejó las memorias escritas por él, toda una información valiosa y desconocida hasta ese momento. Patsy y su marido tienen un rancho de 1.200 hectáreas en Ruidoso, en el valle del Pecos, un lugar de los favoritos de Billy. «José Córdoba, fue maestro y juez de paz, y en su casa de Las Tablas se refugió Billy cuando huyó de Lincoln, allí se quitó los grilletes. José le sorprendió en lo alto de un árbol, con miedo de los osos. Contaba muchas cosas de Billy», dice esta mujer donde se mezclan sangres de las familias más señeras del territorio. «José Córdoba decía que le había dejado al Bilito un libro sobre Hernán Cortés, él hablaba y leía el español».

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Otro de los amigos de esta tierra, al que visito en su casa de Alburquerque, el gran novelista Rudolfo Anaya, padre de la literatura chicana, también me habla sobre su relación con la memoria de Billy: «En la tradición hispana de Nuevo México, siempre sale el Bilito. Yo, siendo joven, me crié en Santa Rosa, en el llano, cerca de Puerto de Luna y llegaban los vecinos a platicar con mi papá, y siempre había cuentos de Billy the Kid, el Bilito. La gente contaba que llegaba a los pueblos chicos de por allá, visitaba a las mexicanitas bonitas, le gustaba bailar, ahí había un lugar donde hacían baile, en Puerto de Luna, mi abuelo, Gregorio Mares, tenía 17 años y conoció a Billy allí, es una relación personal para mí, como para muchos».

AL LADO DE LA GENTE

Para Anaya, que escribió una obra de teatro sobre Billy, está muy claro por qué el Bilito conquistó el corazón de los hispanos, porque defendía su causa: «En ese tiempo estaba el Santa Fe Ring (Círculo de Santa Fe), los políticos, abogados que estaban controlando todo. Los mexicanos, los hispanos que vivían aquí en Nuevo México, la gente, se daba cuenta de que les estaban quitando el terreno, le estaban quitando las Mercedes (títulos de propiedad otorgados por el rey de España), se estaban perdiendo porque cuando entró el americano aquí, si no aprendía uno el inglés, o no aprendía cómo ir al banco, como tratar con la ley, se perdía, se perdió mucho. Y Billy the Kid lo miraban los hispanos porque estaba al lado de ellos, al lado de la gente».

Todos los lugares que tuvieron que ver con Billy y la guerra del condado de Lincoln están debidamente señalizados y promocionados como ruta turística e histórica. Y todos los años, en varios días de agosto, se realiza un desfile en Lincoln que recuerda la famosa fuga del Niño, así como las costumbres y las músicas de aquella época. Es algo muy folklórico, a la manera americana, donde los habitantes del lugar se visten de época y representan, como extras, todos los momentos del drama de aquella célebre huida. También se celebra una ruta a caballo que, partiendo de Lincoln, recorre las sendas de la huida, al pie de la sierra capitana, para llegar a Fort Sumner. Aunque todo tiene su parte de reclamo turístico, sorprende ver que la memoria de Billy, guardada sobre todo por los hispanos, sigue aún viva en Nuevo México.