La clave
¿Qué ha cambiado desde el 15-M?
Más allá del cambio de caras, formas y lenguaje, la clase política no ha variado sustancialmente desde el 15-M
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
La manifestación que dio nombre al movimiento del 15-M cogió a casi todo el mundo con el pie cambiado. En honor a la verdad, también a este diario le cogió por sorpresa, pese a que llevaba meses auscultando la indignación social por la corrupción, la crisis, los recortes y la desigualdad, e incluso preguntándose por qué no cristalizaba como protesta organizada. El día en que tomó cuerpo el 15-M, al igual que la primavera árabe, lo hizo a través de las redes sociales, y los medios tradicionales no le prestamos la atención que merecía hasta las primeras acampadas de la Puerta del Sol y la plaza de Catalunya.
En plena campaña de las municipales del 2011, las autoridades, espantadas por la magnitud de las movilizaciones, no supieron cómo reaccionar. Confiando en que fuera un acceso febril pasajero, evitaron la confrontación con el 15-M a la espera de que la clase media precarizada abandonase las plazas. Fue entonces cuando empezaron los desalojos, la represión y algunos conatos de violencia. El sistema se dio por satisfecho, convencido de que la amenaza se había disipado.
Los resultados de las elecciones autonómicas, municipales y generales del 2011 parecían dar la razón al establishment: el PP acumulaba más poder territorial que nunca en España, y CiU controlaba por vez primera las principales administraciones catalanas. Todo parecía seguir atado y bien atado. Nada más lejos de la realidad.
La muralla bipartidista
La indignación ya había enraizado en la sociedad, y la posterior avalancha de escándalos políticos, recortes sociales y abusos bancarios no hizo sino amplificarla. En Catalunya, la ira fermentó en el caldo de cultivo independentista, corriente originalmente antisistema pero que acabó abrazando hasta la derecha nacionalista más prosistema. En España, quienes capitalizaron el descontento fueron Podemos y su antídoto liberal, Ciudadanos, que el 20-D resquebrajaron la muralla bipartidista sin llegar a derrumbarla del todo. Ahora, lo quieran o no, ya forman parte del sistema.
Más allá del cambio de caras, formas y lenguaje, la clase política no ha cambiado sustancialmente desde el 15-M. Todavía hay motivos.
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