UN ARTISTA DEL CHISTE GRÁFICO

Ferreres: 40 años de afilada plumilla

El veterano humorista gráfico de EL PERIÓDICO celebra cuatro décadas de oficio desde que en 1975, «con Franco ya en las últimas», entró como ilustrador en 'El Correo Catalán'

UN CHISTE PREMONITORIO. Ferreres, el pasado miércoles, con el esbozo del chiste que debía salir en EL PERIÓDICO al día siguiente, con un Rajoy KO tras ser noqueado por Pedro Sánchez en el debate del lunes. Por la tarde el líder popular recibiría un p

UN CHISTE PREMONITORIO. Ferreres, el pasado miércoles, con el esbozo del chiste que debía salir en EL PERIÓDICO al día siguiente, con un Rajoy KO tras ser noqueado por Pedro Sánchez en el debate del lunes. Por la tarde el líder popular recibiría un p

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Siempre con afilado bisturí de pincel o plumilla bañados en tinta china y armado de astuta ironía para sacar punta al mundo, y en especial a la actualidad política y sus protagonistas -«un gran guiñol que llega a superar toda imaginación»-, el pasado miércoles llegaba Miquel Ferreres a la redacción con los deberes hechos: ya había entregado la viñeta que debía salir al día siguiente en las páginas de Opinión de EL PERIODICO y de la que nos hacía un esbozo mientras se prestaba a la sesión de fotos. Había dibujado la reacción al debate del pasado lunes en televisión entre Pedro Sánchez y Rajoy («este hombre que pagaría para no salir en ningún debate ni ser entrevistado y seguir con su trabajo de funcionario de despacho», apunta en un gancho de derechas). «Fue como un combate de boxeo», opina, y por eso dibujó KO al presidente del Gobierno, y a Soraya Sáenz de Santamaría dándole árnica en la mejilla izquierda porque había recibido un buen golpe del candidato socialista. Pero los lectores del diario no han llegado a ver publicado este chiste, que casi podía ser premonitorio del ya histórico puñetazo que horas después recibía el líder popular en la misma mejilla por parte del hijo de una prima de su mujer. La coincidencia habría podido parecer sospechosa u inoportuna y el autor echó mano a su nevera para imprevistos como este.

Ferreres (Barcelona, 1949), de riguroso negro, de sonrisa discreta y amable y cierta timidez, ha cumplido este 2015 cuatro décadas de carrera como «dibujante de periódicos», como le gusta definirse a este popular humorista gráfico, que con 66 años tiene cero intención de jubilarse. «No cambiaría mi trabajo por nada, está hecho a mi medida porque trabajas, te diviertes e intervienes en la vida pública dando democráticamente tu opinión sobre las cosas».

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Hoy suma un bagaje de premios como el Junceda (2003), el Gat Perich y el Ciutat de Barcelona (1996) y colaboraciones en revistas -Interviú, El Papus, El Jueves, El Temps, El Be Negre...- y prensa -Diari de Barcelona, El País, Avui, La Vanguardia, y desde 1997 a diario en la sección Animus iocandi de EL PERIÓDICO-, pero siendo un joven de 25 años, en agosto de 1975, «con Franco ya en las últimas», entraba el ninotaire como ilustrador en El Correo Catalán. «Era una redacción llena de humo, hasta el aire tenía un tono azulado. Con mucho ruido de máquinas de escribir que no paraban y de la máquina de teletipos. Y había una botones, Marcelo se llamaba, que iba a buscar bebidas para los periodistas al bar de enfrente, cafés, coca-colas y otras cosas más fuertes -evoca con picardía- (había redactores con una buena colección de vasos de tubo con restos desbravados sobre la mesa...)».

ESCAPAR DE UNA ÉPOCA GRIS

Eran otros tiempos, sí, como los de su infancia. «No había tele y mi padre no me dejaba salir a jugar a la calle porque vivíamos en Sants-Les Corts y entonces todo aquello eran descampados. No tenías distracciones y desde muy pequeño me concentraba dibujando, me hacía mis mundos y era mi forma de escapar de una época gris -rememora-. Mi madre dibujaba muy bien y me impresionaba tanto esa capacidad que intentaba hacer lo mismo».

Tras estudiar Bellas Artes en la Massana y la Llotja, hizo algo para publicidad, pero «era muy encorsetado y necesitaba más libertad». Se fijó en dibujantes franceses, en el neoyorquino David Levine y en «los grandes catalanes de principios de siglo XX como Opisso y Junceda». Y admiraba a «los dibujantes de dibujo diario, que cada día tenían una idea de un promedio potable para un chiste». Cita en seguida a «monstruos fantásticos del humorismo como Cesc y Perich o la peña de Madrid de La Codorniz y Hermano Lobo, con Chumy Chúmez, con aquel humor entre líneas».

{"zeta-legacy-phrase":{"name":null,"position":null,"text":"Los l\u00edmites de la libertad de expresi\u00f3n los pone cada uno. Pero no me gusta caer en la sal gruesa"}}«Cesc y Perich eran gente absolutamente honesta, que expresaban lo que pensaban y observaban -recuerda-. Los veías como hombres valientes porque publicaban en el franquismo y sufrían mucho la censura. Cesc me contó una vez que un director de diario le dijo '¡pero usted solo me dibuja pordioseros!'. Era tan buena persona, tan empático, que veía en la calle a gente pobre, con boina y pico y pala y, claro, los dibujaba. Y Perich era de otra raza, de raza lobo, irónico, agudo y afilado».

De ellos, Ferreres aprendió, pero también supo trabajarse un talento propio e innato y se alzó en maestro de la caricatura (en la escuela ya dibujaba a los profesores en la pizarra ganándose incisivas miradas). Recurrentes en sus viñetas son Aznar, bajito y ataviado como Darth Vader, como «el lado oscuro de la fuerza», apostilla; el dúo Franco-Hitler, apoltronados entre las llamas del infierno; el honorable cabezón de Pujol, «que tanto juego nos ha dado y ya es como de la familia»; la lucha desde el globo independentista (con Junqueras, Mas, Homs...) con el barco acorazado del Gobierno del PP; los de la CUP, «divertidos de hacer porque salen de la estética de corbata y americana y puedes poner a los seguidores con rastas y camiseta»; los de Ciutadans, «con ese vestuario de boutique, encarcaraditos y estirados, que parecen salidos de un casting»... Pero añade, para que conste, que no tiene «ningún compromiso con ningún partido» y que hay que «dar palo a todos», aunque admite que no reciben todos por igual. Alguna que otra denuncia y queja de políticos le ha caído en estos 40 años.

Lamenta Ferreres que la caricatura «en España se ha visto como un tipo de humor algo inferior» y reivindica que «es tan arte como el que cuelga en un museo». «La buena caricatura es como una escultura, tomas medidas de la cara, cabeza, frente, orejas, ojos... y haces una composición, pero no tanto exagerando los rasgos sino resaltando las expresiones de cada persona, aquellas por las que se les reconoce. No tiene por qué ser sangrante ni repulsiva». 

EL BUEN HUMORISTA

Cree el dibujante que un buen humorista debe reflexionar sobre un tema, hacer una síntesis, «llegar al rovell de l'ou», «darle un toque de humor para aliñar el mensaje» y contarlo así al lector intentando no repetirse y «no caer en filias y fobias». Nunca ha temido a la página en blanco (siempre tiene por si acaso algún dibujo de reserva de temas más generales) y afirma rotundo que «un dibujante debe mojarse»: «Yo lo procuro. Tu estás en un aparador para opinar. La gente espera algo especial»; y parafrasea al poeta Joan Salvat-Papasseït -«mullant la ploma al cor, que és on es suca l'eina»- para añadir que él además la moja en el tintero. Exclama el dibujante «¡Bingo!» cuando consigue hacer un chiste sin palabras, porque «el mudo es el chiste perfecto, es internacional, no hace falta nada más» (como uno reciente donde Mas entra en su despacho y encuentra a Montoro en su silla removiendo sus papeles).

Políticos al margen, baja a la calle, observa y escucha conversaciones cotidianas en el tren y el metro y dibuja personajes anónimos que usa regularmente, con los que crea familiaridad y complicidad con el lector, como jubilados o los homeless que viven bajo el puente. «Parece que antes de la crisis todo el mundo vivía muy bien, pero no, el paro y la marginalidad vienen de antes, es un mal endémico de este país», señala.

EXTREMISMO Y HUMOR NEGRO

Hay cosas, opina, «como grandes desgracias, que no pueden mezclarse con humor». «Con los atentados de París solo puedes hacer ironía sobre la indignación general contra unos terroristas que hemos creado nosotros con las guerras que hemos hecho en esos países. ¿De qué nos quejamos? Sí, son gente mala, alienada, sectaria, pero han nacido de guerras ilegales como la de Irak, que destrozó el país -denuncia-. Yo no creo en el humor negro llevado al extremo y soy algo discordante con la tendencia general sobre 'Charlie Hebdo'. La matanza fue una barbaridad, pero aunque son libres de hacer su humor no puedes hacerlo de modo que afecte igual a todos los musulmanes, sean o no extremistas y fanáticos. Cuando estalló lo de las caricaturas de Mahoma, en países de Oriente se quemaron embajadas y hubo muertos, pero como estaban lejos no nos afectó». Y añade: «Hay límites al humor, pero hasta del Holocausto se ha hecho broma. Los límites de la libertad de expresión los pone cada uno. Pero no me gusta caer en la sal gruesa».

¿El chiste de este lunes? Ya tiene uno pensado si Rajoy sigue KO.

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