CRÓNICA EUROPEA
Dudas en la escalera comunitaria
El himno de la República Checa comienza entonando: «¿Dónde está mi casa, dónde está mi hogar?». Y esta es la pregunta del millón. Veintiocho países y un continente afrontan unas elecciones que a algunos les suenan muy lejos y que a otros simplemente no les suenan de nada; unos comicios compartidos como vecinos de un gran edificio de nueva construcción, de esos de último diseño pero con goteras de pesadilla. ¿Quién se preocupa de pintar de uno u otro color la escalera comunitaria cuando detrás de cada puerta se esconden tantos problemas por resolver?
Europa es utopía, errores, pero también -no lo olvidemos- oportunidades. Una potencia que hoy hace frente al creciente poder asiático y a unas relaciones internas tensas y frágiles. Los síntomas que marcarán estas elecciones son conocidos en todo el continente. El diagnóstico, peligroso: según las últimas estadísticas, solo el 34% de los ciudadanos checos tienen confianza en las instituciones europeas.
Curiosamente, el pasado 1 de mayo la Ceská Republika celebraba sus primeros 10 años dentro de la Unión Europea. En aquel sonado 2004 una amplia mayoría de la población checa votaba a favor de la adhesión, pero hoy por hoy la realidad es bien diferente. Las elecciones europeas se presentan como una partida de ajedrez cara a confirmar el rumbo de la política interna del país. El partido de centroderecha, recién salido del cascarón y dirigido por el multimillonario Andrej Babis, va ganando posiciones en las encuestas cara a reforzar el poder conseguido en las todavía recientes elecciones parlamentarias del pasado octubre. La cifra más importante, sin embargo, es precisamente la que no logra ningún partido político: el escepticismo de esta pequeña tierra de la Europa central crece sin parar.
Dolor por Ucrania
La gran pregunta, así pues, sigue siendo qué papel juega la República Checa dentro de la Unión. La crisis de la moneda única europea ha ido generando desconfianza en un país que comparte situación, fuera de la eurozona, con los vecinos Hungría y Polonia. El centro de Praga lleva ya meses vestido de imágenes, velas de duelo y banderas ucranianas; un conflicto que toca de lleno a los checos por su proximidad y por la presencia de ciudadanos de origen ucraniano en el país. Una Europa que no aporta soluciones efectivas a conflictos flagrantes, que no reconoce la independencia de sus pueblos, una Europa vista por los ciudadanos como sinónimo de crisis económica, es una Europa que tiene que avanzar y cambiar. ¿Cómo si no podremos verla como algo nuestro y no como un mero ente político?
No hace falta estar en otro país europeo para sentir el desánimo generalizado o la despreocupación de los que todavía no han entendido que el concepto elecciones europeas no queda tan lejos de casa, que de hecho Europa también es nuestra casa. Estas elecciones tienen mucho que decir y asustan un poco, porque pintar de un color u otro la escalera comunitaria puede suponer tantos cambios de puertas afuera como de puertas adentro, especialmente cuando los ideales de extrema derecha crecen peligrosamente por todo el continente. Eso sí, después todos seremos expertos en política dispuestos a criticar los resultados y sus consecuencias, sin ni siquiera haber dado un brochazo cuando tocaba.
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