INVESTIGACIÓN PUBLICADA EN "Nature Human Behavior"
La predisposición al perdón nos caracteriza como humanos
Si la bondad es (o no) una característica innata de los humanos ha sido, es y seguirá siendo tema de discusión para los filósofos y demás expertos de la moralidad humana. Sin embargo, ahora una nueva investigación arroja luz a esta cuestión apuntando a que las personas tendemos a aferrarnos mucho más a las buenas impresiones sobre los demás que no a las malas. Una característica que, de acuerdo con los investigadores de la Universidad de Oxford en Yale, podría ayudar a entender en qué medida los humanos tendemos a perdonar (o no) al prójimo.
Este nuevo estudio, publicado en la revista Nature Human Behavior, indaga en la supuesta flexibilidad humana para juzgar y perdonar a los transgresores morales. Un mecanismo social que contribuiría a la adaptación de las personas a un grupo y, consecuentemente, a su manera de relacionarse con los individuos de su entorno.
"El cerebro forma impresiones sociales de una manera que puede permitir el perdón", explica Molly Crockett, psicóloga de la Universidad de Yale y autora principal del artículo. "Debido a que las personas a veces se portan mal por accidente, como humanos tenemos que ser capaces de actualizar las malas impresiones de aquellos que se equivocan. De lo contrario, podríamos terminar las relaciones prematuramente y perderíamos muchos de los beneficios de las conexiones sociales".
¿Estarías dispuesto a perdonar?
Para este novedoso estudio, los investigadores plantearon un conjunto de experimentos para evaluar la flexibilidad moral de las personas. Una muestra de más de 1.500 individuos fue expuesta a juzgar a dos desconocidos enfrentándose a un dilema moral: aplicar dolorosas descargas eléctricas a un tercero a cambio de una compensación económica. Una situación que en unos casos se resolvía con una rotunda negación (haciendo que esa persona pareciera como alguien bueno) o con una aceptación del dinero a cambio de infligir dolor (tachando a la persona de mala).
A partir de ahí, los investigadores empezaron a preguntar a los observadores en primer lugar sobre su opinión respecto al carácter moral de estos extraños y en segundo lugar sobre qué tan seguros estaban de sus impresiones. Es decir, ¿es este sujeto bueno o malo? Y, lo más importante, ¿estás totalmente seguro de ello? Una estrategia que, en el caso de este estudio, sirvió a los investigadores para evaluar hasta qué punto estas primeras impresiones morales son estables o no.
El beneficio de la duda
Uno de los resultados más llamativos arrojados a través de este estudio es que las personas seríamos mucho más propensas de los que pensamos a perdonar al prójimo. De acuerdo con los experimentos realizados para el estudio, este rasgo se vería reflejado en la rápida tendencia a formar opiniones estables y positivas sobre aquellos que a priori consideramos como bueno y, a su vez, a la flexibilidad en cambiar de opinión para aquellos que en un principio hubiéramos tachado como malo.
Es decir, a creer que aquellos que son buenos merecen nuestra valoración positiva y que aquellos que aparentan ser malos también merecen una segunda oportunidad antes de juzgar definitivamente su carácter moral.
"Creemos que nuestros hallazgos revelan una predisposición básica para dar a los demás, incluso a los extraños, el beneficio de la duda. La mente humana está construida para mantener las relaciones sociales, incluso cuando los individuos a veces se comportan mal", añade la investigadora
Un mecanismo indispensable para socializar
¿Pero por qué es tan importante estudiar la capacidad (o no) de perdonar? De acuerdo con los investigadores de este nuevo estudio, este elemento podría contribuir a arrojar luz sobre algunos rasgos característicos de trastornos psiquiátricos como el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), en el que destacan problemas para desarrollar habilidades sociales.
"La capacidad de formar con precisión las impresiones del carácter de los demás es crucial para el desarrollo y el mantenimiento de relaciones saludables", comenta Jenifer Siegel, estudiante de doctorado de Oxford y co-autora del artículo. "De ahí que hayamos desarrollado nuevas herramientas para medir la formación de impresiones, que podrían ayudar a mejorar nuestra comprensión de algunas disfunciones relacionales".
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