En busca del Movistar querido

Tourmalet por Sergi López Egea

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Sergi López-Egea

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Hubo un tiempo en el que existía un equipo aguerrido y querido que entusiasmaba a toda una afición para convertirlo en el más deseado y seductor. Hubo un país que sólo era del Movistar y fan de sus primeras denominaciones desde que fue creado por José Miguel Echávarri hace más de cuatro décadas. Era un equipo que cuando iba a la Vuelta, sino ganaba o peleaba por la general, se llevaba un montón de etapas o luchaba por ellas, o tenía a corredores que pillaban siempre la fuga buena, aunque alguna vez dieran en el poste de la línea de meta.

Por las carreteras, en una etapa asturiana como la del pasado jueves, circulaban centenares de cicloturistas con el jersey del Movistar, antes Reynolds o Banesto, en la época más brillante de esta escuadra. Todos querían ir vestidos como Perico, primero, como Induráin después y en los tiempos casi actuales como Valverde. Ellos eran la referencia y se convertían en la cara visible del mejor equipo español.

Laguía, Gorospe, Purito, Pereiro...

Pero cuando no llegaban adonde querían llegar, enseguida aparecían los lugartenientes, magníficos gregarios que se convertían en capitanes cuando se les requería; a Joselu Laguía, el conquistador de todas las montañas de la Vuelta; a Julián Gorospe, el salvador de Induráin cuando ascendía resfriado hacia la cima del Tourmalet en 1993; más recientemente, a un Purito que iba creciendo hasta que cuando se hizo mayor del todo se fue a otro equipo. Y, sobre todo, a Óscar Pereiro que para salvar el honor de la escuadra se fugó en el Tour de 2006 camino de Montélimar para acabar ganando la carrera.

Hoy, el Movistar ha perdido la chispa como la gaseosa que se deja abierta. Es difícil encontrar a aficionados al ciclismo que puedan citar de carretilla los nombres de los ciclistas de la escuadra, salvo Enric Mas, y así se llevan algunos años sin que los fichajes, principalmente los extranjeros y varios de los locales, funcionen como debería ser.

Carlos Rodríguez y Juan Ayuso

Es verdad que hoy, el ejemplo está en la Vuelta, para triunfar como el Jumbo o el UAE se necesita pulmón deportivo y económico y también es cierto que el conjunto de Telefónica tenía un precontrato firmado con Carlos Rodríguez, la principal esperanza española para carreras de tres semanas junto a Juan Ayuso, quien finalmente se quedará en el Ineos, su actual equipo.

Pero ¿dónde está ese carácter que exhibían siempre los ciclistas del Movistar cuando fallaban los jefes, se caían o simplemente comprobaban que no podían ganar la Vuelta?

El ejemplo de Erviti

Camino de la Cruz de Linares hubo una escapada y todos los equipos buscaron colocar a un corredor, aunque supiesen que al final sería derrotado por Remco Evenepoel. Sólo respondió un ciclista del Movistar, de la vieja escuela, en su última Vuelta, Imanol Erviti, sabedor que era imposible con las rampas que había que pudiera triunfar, ni siquiera 10 años antes, en su mejor época profesional. Pero quiso demostrar, seguramente a los compañeros más jóvenes que él, que nunca había que bajar la guardia y se tenía que pelear, esforzarse, nunca rendirse ante las circunstancias adversas.

La caída de Enric Mas

En el Tour, Enric Mas tuvo la desgracia de caer y abandonar en la primera etapa. En tres semanas de competición nunca llegó la reacción del Movistar, al menos para demostrar que podían ganar etapas, lo que los aficionados esperaban ansiosamente. Sólo el estadounidense Matteo Jorgenson estuvo cerca en el Puy de Dôme… y el año que viene se va a otro equipo.

Hay que recuperar ese carácter indomable que siempre acompañó al conjunto de Eusebio Unzué para que los chavales que se montan en una bici y se compran el ‘maillot’ del Movistar tengan más referencias aparte de la de Enric Mas quien, por cierto, se equivocó al decir en público que tenía equipo para el llano y no para la montaña. Esas cosas se comentan en privado con los jefes: lo que pasa en el vestuario, en términos propios de otro deporte, en el vestuario se queda.

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