La vieja ciudad maldita del ciclismo
Las mujeres se preparan para entrar en la leyenda del Tourmalet.
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
La ciudad de Pau, preciosa por otra parte, hace años era un enclave maldito, descansaba el Tour, siempre ocurría algo y nunca era bueno. Era la época negra, la de las dudas, donde todos los éxitos parecían estar condicionados a la medicina. Hasta un ciclista, que iba vestido de amarillo, llegó a huir por la puerta de la cocina de un hotel a fin de no ser detenido por la gendarmería.
¡Ah! que diferente es ahora Pau; la única ciudad del mundo mundial que este año acogerá en su seno a ciclistas de dos sexos y de tres carreras.
Porque en Pau durmió el Tour todavía no hace un mes, porque este sábado pernoctan allí las corredoras de la carrera femenina de la ronda francesa tras ascender el Tourmalet y porque en septiembre acogerá también a los equipos de la Vuelta que regresan a la montaña, casi para convertirla en el Everest del ciclismo, no tanto por la altura sino por la cantidad de ciclistas profesionales de ambos sexos que en este 2023 escalarán por su carretera.
Ambiente ciclista
Llegas a Pau y ya respiras ambiente ciclista, porque el Tour se ha apresurado a colocar todos los letreros que indican a los equipos femeninos por dónde moverse y adónde ir. Y nadie los arranca, ni se los lleva de recuerdo, ni siquiera los sabotea. Sería un sacrilegio, porque el Tour es una bendición y porque los franceses ya han comprendido que gracias a las mujeres hay una semana extra de competición y una subida al Tourmalet, este sábado, destinada a inscribirse en la leyenda de la montaña.
Están las corredoras felices, preocupadas, pero entusiasmadas con subir a la gran montaña de los Pirineos. Una de ellas es Sheyla Gutiérrez, tan gregaria y fiel a Annemiek van Vleuten, la líder del Movistar, que hasta comparte habitación con ella. Y es que el jefe de filas, o la jefa de filas, da igual, debe tener una compañía en la habitación que le sirva de apoyo, relajación y optimismo, que no la atormente, ni la maree, ni la vuelva loca y que, como ayudante, tiene que esconder sus problemas, que seguro los tiene, para no llenarla de preocupación.
Es la misión de este tipo de corredores. Los hombres hacen igual. Es la doctrina de este deporte, unas ganan y otras se sacrifican, unas pasan a la historia y otras explican que gracias a ellas las jefas se convirtieron en figuras. Y unas y otras se dan las buenas noches porque hay que descansar, aunque se salga a las 4 de la tarde, porque luego habrá que apretar los dientes para subir el Tourmalet.
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