Una contrarreloj vale por mil etapas de montaña
Vingegaard tritura a Pogacar en una contrarreloj para la historia.

Tourmalet por Sergi López Egea


Sergi López-Egea
Sergi López-EgeaPeriodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. He seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
Una contrarreloj vale por mil etapas de montaña. Y sólo hace falta ver los resultados de las últimas citas en las grandes vueltas. El Giro cometió un error garrafal en mayo. Bloqueó toda la carrera al programar una contrarreloj exageradamente dura a un día de acabar la prueba y todos los favoritos, principalmente Primoz Roglic, el ganador, decidieron jugarse la suerte en la penúltima jornada de carrera. ¿Qué sucedió antes? El resultado fue claro: los aficionados se tuvieron que tragar la peor y más aburrida ronda italiana de la historia, un desastre para el espectador y una provocación para tumbarse en el sofá, quedarse dormido y enterarse en la repetición de la jugada de quién había sido el vencedor de la etapa.
Tadej Pogacar ganó el Tour de 2020, donde explotó como figura internacional, gracias a la última contrarreloj que, en aquel caso, afortunadamente, no bloqueó la prueba. La Vuelta del año pasado prácticamente quedó sentenciada en la contrarreloj programada a mitad de carrera en la ciudad de Alicante. Y, ahora, el Tour parece destinado a sufrir la misma condena.
El antecedente de Induráin
Se programan contrarrelojes cortas para evitar esas grandes diferencias de tres minutos que Miguel Induráin conseguía en las etapas de la especialidad hace 30 años. Los organizadores, sobre todo los del Tour y la Vuelta, la misma empresa, ideas parecidas, han decidido programar tan solo una etapa de estas características para evitar, precisamente, lo que ha sucedido este martes en los Alpes, que uno de los favoritos se salga del papel, noquee a su principal adversario y deje a la general de la prueba tocadita, tocadita.
A este periodista le consta que si se pudiera algunos organizadores renunciarían a programar una contrarreloj. Pero es obligado, o por lo menos se dicta así, que una carrera de tres semanas incluya por lo menos una etapa de estas características en su menú: si no te gusta el pescado, riquísimo bien cocinado, o el melón, que siempre alguien detesta, a veces no queda más remedio que comerlo. Con las ‘cronos’ sucede igual.
"Se está volando"
“Se está volando en este Tour. Se va a una velocidad impresionante”. Lo comentaba el lunes privadamente Eusebio Unzué, mánager del Movistar, el único equipo español que corre el Tour desde hace años y que desgraciadamente perdió por caída a Enric Mas, su líder, en la primera etapa, y claro, en estas circunstancias, se rompe todo y es como hacer el Tour con un pollo sin cabeza. Sin embargo, el comentario de Unzué sirve para reflejar lo que está ocurriendo los últimos años. Son tan buenos los ciclistas de segundo nivel, cito el caso de Sepp Kuss, que son capaces de subir un puerto más rápido que un ciclomotor tradicional, con su jefe de filas, pero también el líder rival, a rueda y dejarlos en la zona de vallas, los dos últimos kilómetros, con lo que se pierde la épica de los ataques lejanos, cuando quedan horas para que finalice la etapa.
De este modo las figuras llegan juntas a la meta, por muy duro y famoso que sea el puerto, y se juegan la suerte del día tal cual fuera un esprint llano entre los mejores especialistas del momento.
A relevos
Además, un equipo como el Jumbo o el UAE, las escuadras de Vingegaard y Pogacar, es capaz de subir a relevos esos puertos brutales, a esa velocidad endiablada que pone los pelos de punta a Unzué, y así no se mueve ni un alma; imposible atacar porque hasta el apuntador muere en el intento.
Estamos acostumbrados a seguir etapas de alta montaña, que encadenan puertos y siempre, y se puede decir por desgracia, ocurre lo mismo. Se forma una fuga, los equipos punteros repasan los dorsales escapados, ¡hala! no hay nadie peligroso; chavales tenéis el permiso para que os vayáis. Y así empieza una fase sosa de la etapa, el grupo de fugados pedalea hacia la meta y el de favoritos, conducido por el equipo de líder, controla que el tema no se desmadre mucho para luego jugarse la suerte de la etapa con el depósito del día marcando la reserva.
El caso de Contador
Hubo ciclistas como Alberto Contador que preferían morir en el intento, pero al menos lo probaban. Y, en principio, Pogacar también está poseído por ese carácter indomable. Por eso, queda esperanza de que esté Tour no esté resuelto y porque, por lo menos, no se ha programado la contrarreloj a un día de París con el riesgo de que volviera a navegar una carrera ciclista por las aguas calmadas y sin oleaje por las que se movió un Giro para olvidar.
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