La ronda francesa

Pogacar solo puede ganarle la etapa a un Vingegaard enorme

El Tour queda pendiente de Hautacam y en todo caso de la contrarreloj del sábado pero el jersey amarillo dio este miércoles otro paso de gigante hacia París.

Pogacar gana en Peyragudes

Pogacar gana en Peyragudes / LE TOUR

Sergi López-Egea

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Hubo una ocasión en la que Joxean Férnandez, al que todos conocen como 'Matxin', director del UAE, ausente del Tour por covid, hizo un gesto con la mano mientras señalaba a Brandon McNulty, un chaval de Arizona que calentaba con el rodillo estático a punto de partir en la contrarreloj de la Volta, celebrada en Banyoles en 2020. "Este chico va para estrella".

Y no se equivocaba, como tampoco erró su equipo al volver a iniciar otra ofensiva con Tadej Pogacar, la segunda consecutiva en los Pirineos y con más obstáculos para hacer daño a un jersey amarillo llamado Jonas Vingegaard, que dio un paso enorme, de gigante, de calidad, de seguridad, de fortaleza y de paciencia para ganar el domingo el Tour en París ante un corredor espectacular, el que no se rinde, o todo o nada, y el que cada día prueba sin éxito un asalto, al menos para restar los 2.18 minutos de desventaja y soñar con una tercera victoria en París

Muy lejos por ahora

Hoy por hoy, Pogacar tiene ese triunfo muy lejos, casi imposible, porque el jersey amarillo no da ninguna señal de flaqueza, en todo caso, lo contrario. Le queda el gran obstáculo de este jueves con Hautacam como protagonista principal y una contrarreloj final, el sábado, que solo será un trámite para el líder del Tour si Pogacar no le resta en la despedida pirenaica, en la más dura de las tres etapas en la cordillera, al menos un minuto y medio, porque no hay que olvidar que el danés también es un contrarrelojista fantástico. Es decir, lo tiene todo, absolutamente todo, para coronarse el domingo como el triunfador absoluto de este Tour.

Etapa 18 Tour.

Etapa 18 Tour. / TDF

Bajó afortunadamente la temperatura -una decena de grados menos que el martes- en Peyragudes, allí donde Alejandro Valverde ganó en 2012, aunque con la meta más arriba, en el helipuerto que un día recorrió las salas de cine del mundo con una de las escenas más impactantes de 'El mañana nunca muere', con James Bond.

Quiso Pogacar probar a Vingegaard, sin casi unidades activas en su equipo, puesto que Rafal Majka, lesionado en la rodilla, se quedó en el hotel.Con solo tres hombres en acción, el ciclista esloveno confió en McNulty, hasta este miércoles en la retaguardia, pues corría con cierta tranquilidad para entrar en acción, lo más descansado posible, cuando el jefe lo necesitase. Hizo 'Poggi' lo mismo que Lance Armstrong, dopaje aparte, un gran estratega. Y McNulty no falló a Pogacar. Eliminó a Sepp Kuss, el escalador que debía proteger a Vingegaard en las cuestas finales de la etapa. Ocurrió en Val Louron, en el mismo lugar en el que Miguel Induráin firmó en compañía de ClaudioChiappucci una etapa memorable en 1991 para escribir el primer capítulo en amarillo de su leyenda en el Tour.

En el mismo lugar en el que hace 31 años Induráin levantó el brazo en gesto de rabia por las críticas recibidas el día anterior, a rueda de 'El Diablo', Pogacar lanzó una ofensiva lejana, un ataque a punto de coronar para luego lanzarse al vacío de la carretera en la bajada, una contrarreloj en el llano que conducía a Peyragudes para ganar la etapa, tal como hizo pero en circunstancias absolutamente distintas a las que se habrían producido si Vingegaard no lo hubiese neutralizado sin un solo titubeo.

Con McNulty, los dos primeros de la general cerraron un trío que circuló hacia el muro final de Peyragudes solo perseguido por un auténtico batallón de motos; de la organización, de la gendarmería, de los fotógrafos y con el helicóptero de la tele volando tan cerca de ellos, siempre por detrás, que hasta provocaba que algún espectador perdiese la gorra por el viento.

El muro final

"Lo más positivo del día ha sido la victoria de etapa", repitió Pogacar que después de ver que era imposible que Vingegaard cediese a su impulso, solo se concentró para lograr la tercera etapa de este Tour y dejar el duelo para este jueves. Que nadie tenga dudas, lo volverá a probar porque este ciclista fabuloso solo sabe morir matando sobre la bici.

Llegó el muro de Peyragudes, la pasión desbordada en la meta, un chillido colectivo para asustar a las marmotas. Allí Vingegaard quiso dar un coscorrón de autoridad, doblar la moral de su rival, si le ganaba la etapa el golpe mental a Pogacar podía ser letal de cara a Hautacam pero Pogacar es mucho Pogacar y no se dejó sorprender. Que ahora siga la fiesta en los Pirineos. 

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