El Tourmalet

Llega la Vuelta y no hay autobús

¿Es necesario cancelar el servicio público todo el día si los corredores aparecen a las 5 de la tarde?

Camino Rincón Victoria

Camino Rincón Victoria / LA VUELTA / CHARLY LÓPEZ

Sergi López-Egea

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Pues hoy no hay autobús. Hoy si quieres ir desde Rincón de la Victoria a Málaga, 20 kilómetros, tendrás que buscarte la vida sino tienes coche propio o dejar el asunto que tengas que resolver en la capital para otro día. Es que hoy llegan los ciclistas y todas las calles están cortadas, al menos la avenida por la que siempre pasa el bus. Unos folios, enganchados con celo en las paradas, informan de la anulación del trayecto a los pasajeros.

Quizá sea una exageración, que desde el punto de vista de este periodista sin duda la es, porque los ciclistas no llegan hasta las 5 de la tarde y tampoco es necesario alterar tanto la vida de la ciudad. Pero son daños colaterales que provocan los corredores y las bicis y hay alcaldes, alcaldesas o ayuntamientos que se ponen más nerviosos de la cuenta.

Los accesos a Velefique

Pues no hace falta cancelar el servicio de autobús ni tampoco cortar el domingo los accesos a Velefique tan lejos de la meta obligando a los espectadores a caminar kilómetros bajo un sol de justicia.

Con decisiones así solo se cortan las alas a los seguidores y se cabrean los ciudadanos y las ciudadanas que sí, quieren ver a los corredores, pero también que por un día no les toquen tanto las narices ni alteren su rutina.

Las bicis no llegan para molestar. La Vuelta es una fiesta, que el abuelo, como ocurrió en Cartagena el domingo, donde durmió una parte de la carrera, le explique a su nieto que la ronda española forma parte del World Tour y el niño, al preguntarle que es eso, atienda mientras se le cuenta que es el circuito que agrupa a las principales pruebas ciclistas, entre ellas el Tour, y donde también figura la Vuelta.

Cosas que hay y no hay que hacer

La Vuelta es subir los puertos con la bici, pero no bajarlos luego como locos, jugándose el pellejo entre coches de organización y equipos que suben a la meta, no para divertirse, sino para trabajar.

La Vuelta es que los niños se sitúen en primera fila de las vallas para ver pasar aunque sea 15 segundos a los corredores disputando el esprint.

La Vuelta no es correr al lado del corredor diciendo sandeces y molestando al ciclista, y hasta tumbarlo como ha ocurrido alguna vez.

La Vuelta es poder estar a la puerta de un hotel porque pese a las restricciones por culpa del covid siempre hay la posibilidad, con la mascarilla, de que un corredor se acerque para un ‘selfie’ o un autógrafo de los de toda la vida.

La Vuelta no es encender bengalas cuando pasan los corredores porque el humo quema unos pulmones que tratan de aspirar el máximo de oxígeno con el corazón a mil y la bici a más de 20 kilómetros por hora ascendiendo un puerto.

Y por supuesto tampoco es cancelar el servicio de autobuses a la población, que la gente respire, que grite ¡Viva la Vuelta! que pueda acercarse al ‘village’ de la salida, o punto de encuentro, donde pese a las limitaciones de público es posible tomarse un refresco y aunque este año, como el anterior, no se acerquen los corredores sí puedes saludar y hablar con alguno de los exciclistas que colaboran con la organización, y si entra un niño hasta puede llevarse como obsequio uno de los peluches de la mascota de la carrera.

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