Una historia sorprendente

Kasa Hanaka: el viaje de un catalán, una japonesa y sus platos nipones al centro cívico Vil·la Urània

Daniel Casanova y Aya Hanaka dirigen la exitosa cafetería-restaurante de este espacio de Sant Gervasi

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Aya Hanaka y Daniel Casanova, en la terraza de la cafetería-restaurante Kasa Hanaka.

Aya Hanaka y Daniel Casanova, en la terraza de la cafetería-restaurante Kasa Hanaka. / El Periódico

Ferran Imedio

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"No sabemos muy bien a dónde vamos. Solo sabemos que nos gusta servir cocina japonesa casera", explica la pareja que forman Daniel Casanova y Aya Hanaka. Quizá no lo sepan, pero el lugar al que están yendo con la cafetería-restaurante Kasa Hanaka, es un sitio muy especial. Las colas que se forman cada dos por tres frente al establecimiento hablan por sí solas.

Kasa Hanaka

Saragossa, 29. Barcelona

Tf: 93.750.49.21

Precio medio: 17 €

No saben muy bien a dónde van con su proyecto pero muy poca gente sabe cómo llegaron a arrancar el motor sin saber el destino al qeu se dirigían. Fue tan 'fácil' como conocerse en Singapur y enamorarse y tener un hijo y decidir que no quieren seguir viviendo en un lugar tan duro para criarlo y pensar que es mejor la Barcelona natal de Daniel que la Karuizawa natal de Aya porque ella sabe inglés y por estos lares podría defenderse mejor que su marido en el país del sol naciente y su idioma imposible.

Y tan 'sencillo' como que Aya abandone su trabajo como consultora de bancos y se reinvente siendo en 2017 como pastelera reivindicando sus orígenes para hacerse un hueco profesional aquí y abra la pastelería Dolç i Taíno en calle de la Riera de Sant Miquel, que tuvo que cerrar víctima de la pandemia.

Raciones generosas

Y tan 'simple' como no cejar en el empeño y volver a liarse la manta a la cabeza ambos, porque Daniel está en la sombra haciendo de todo menos cocinar y servir porque sigue con su trabajo de consultor informático, y convencer al ayuntamiento de Barcelona para que les concedan la explotación de la cafetería-restaurante del centro cívico Vil·la Urània con sus platos japoneses y con algún que otro toque de fusión, siempre de raciones y precios más que generosos con los bolsillos famélicos. Sirva de ejemplo un bol de 'udon' que llena el buche que da gusto: cuesta 13,90 € con acompañamiento y bebida incluida.

Y en esas anda esta pareja, que cuenta con el fiel apoyo del chef Adrià Subirana, joven y apasionadísimo cocinero que aterriza las recetas caseras que propone la jefa para que puedan servirse sin problemas en este bonito local con una tranquila terraza y un recogido porche que albergó la casa particular del primer director del Observatori Fabra, el astrónomo Josep Comas; tenía un telescopio en la azotea del edificio con el que descubrió el planeta Hispania (804). "Forman un tándem súper potente", apunta Casanova.

En este lugar, ahora, en vez de mirar al cielo se mira a Japón con platos sensacionales como el pollo balsámico (contramuslo estofado con vinagre balsámico y soja sin gluten, verduras, setas 'shiitake' y arroz), el cerdo deshilachado al estilo Hayashi (estofado tradicional que incorpora tomate con sofrito de verduras de temporada y arroz), el 'udon' que cambia cada mes (buenísimo el de carbonara al estilo nipón que tienen en cartel estos días), el curri japonés de pavo, verduras y setas.

Y claro, la pastelería que tanto dominan: desde el pastel nacional (el 'short cake', un bizcocho con fresas y nata) hasta la tarta de queso de té 'matcha'... Con su trabajo, se han convertido en un referente hasta el punto de animar 'workshops' de cocina en el Salón del Manga. ¡Y sin poder cocinar 'in situ'!.

Salvo cenas, ofrece desayunos y meriendas con propuestas más 'nostrades', sean pastas, bocadillos, bikinis o tapas. Pero en las comidas mandan los sabores nipones. Estas funcionan a base de menús (de 'udon', de platos clásicos japoneses y de ensaladas, con guarniciones y bebidas con las que completarlos). "Cubrimos costes, no es un sitio para hacer negocio", explica la pareja, que sin embargo se ha postulado para llevar el espacio gastronómico del centro cívico Mas Guinardó. "Desde la terraza se ve el mar", suspira Subirana.

Siguen haciendo su camino, pero siguen sin tener claro el destino final. ¿Otro centro cívico? ¿Por qué, Daniel? ¿Por qué, Aya? Responde el primero: "Porque ya sabemos cómo funciona a pesar de las muchas restricciones que implica, como no poder abrir de noche ni trabajar en agosto ni colgar un cartel para que nos vean desde la calle. Porque nos da miedo saltar a un restaurante propio, algo que necesita mucha inversión y un nivel de problemas me obligarían a abandonar mi trabajo, que algo que tengo seguro. Y porque nos da muchos dolores de cabeza pero nos gusta, es divertido, es chulo".

Insisten en que no saben a dónde les va a llevar Kasa Hanaka, pero no hace falta preguntar más. Queda claro tras la visita a la cafetería-restaurante: lo importante, más que el destino, es el viaje en sí mismo. Y este que se hace hasta Japón desde una casita de Sant Gervasi vale mucho la pena. "La verdad es que si cerramos algún día lo haremos con el orgullo de haber vivido una aventura espectacular".

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