Historia de la gastronomía

El primer sitio en el que trabajó Ferran Adrià y donde nunca cocinó para los clientes

El chef, que entró con 17 años como friegaplatos en el Hotel Playafels, sería entonces incapaz de ejecutar los solventes platos mediterráneos que hoy en día sirve su restaurante, Embarcadero

El 'suquet' que Ferran Adrià aprendió cuando empezaba a cocinar

Ferran Adrià: "En estos últimos 10 años he intentado entender lo que habíamos hecho en El Bulli en los últimos 30"

Restaurantes para comer bien en Castelldefels

Ferran Adrià, el también cocinero Christian Lutaud, Juli Soler y Marketta Schilling, en El Bulli en 1984, cuatro años después del paso del primero por el Hotel Playafels.

Ferran Adrià, el también cocinero Christian Lutaud, Juli Soler y Marketta Schilling, en El Bulli en 1984, cuatro años después del paso del primero por el Hotel Playafels. / El Bulli

Ferran Imedio

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La historia de la cocina contemporánea empieza en Castelldefels y acaba en El Bulli. No mucha gente lo sabe, pero fue en el Hotel Playafels donde Ferran Adrià encendió por primera vez un fogón. No hay placa que lo acredite, como se hace con pintores o escritores; una lástima. Pero así fue: el genio de L'Hospitalet tenía entonces 17 años, corría el año 1980 y quería ganarse unos dineritos con los que irse de vacaciones a Eivissa. Su padre le pidió a su amigo Miquel Moy, a la sazón jefe de cocina de aquel establecimiento enfocado a las bodas, bautizos y comuniones (BBC, en el argot del gremio), que lo fichara. Y le hizo el favor (a él y al resto de gurmets del mundo) de contratarlo. Total, no necesitaba cualificación de ningún tipo porque solo iba lavar platos y ollas...

"Me pasé ocho meses así", recuerda hoy, con una sonrisa nostálgica, el cocinero, que asegura con rotundidad que no le gustaba comer ni cocinar. "Me importaba un pepino. Yo solo quería ganar dinero para irme a Eivissa", zanja. Su juventud, sus nulos conocimientos culinarios y su absoluta inexperiencia le impidieron cocinar para el público que se acercaba al hotel. Pero sí recuerda haberlo hecho para la "familia", es decir, para el equipo del establecimiento: "un guiso de carne con patatas".

Dice Adrià que no le gustaba cocinar y que apenas cocinó, pero Santiago Soteras, propietario del hotel que entonces dirigía su padre, matiza sus palabras asegurando que el chef se quedaba muchas tardes entre fogones, aprovechando el descanso entre el servicio de mediodía y el de noche, haciendo "experimentos".

Lo cuenta durante una comida en Embarcadero, el agradable restaurante del Hotel Playafels delante del mar que no estaba en marcha cuando apareció por ahí Adrià, ya que hasta finales de 2019 daban de comer platos que salían de los menús de BBC que se servían en los salones que tantos eventos han albergado y siguen albergando.

Embarcadero

Ribera de Sant Pere, 1. Castelldefels.

Tf: 93.859.72.88

Precio medio (sin vino): 35 €

embarcaderorestaurant.com

Hoy en día, Soteras, asociado en la parte gastronómica a Grupo Lancaster (Casanova Beach Club, Mamut, El Mosquito, La Xancla...), propone una carta mediterránea, con acento marinero, sencilla, popular, bien elaborada y bien presentada que atrae a una clientela que llena la sala cada fin de semana en dos turnos al mediodía, además de la terraza y unas mesitas a pie de playa donde sirven platillos de vermuteo.

Las berenjenas fritas y las patatas bravas del restaurante Embarcadero del Hotel Playafels (Castelldefels).

Las berenjenas fritas y las patatas bravas del restaurante Embarcadero del Hotel Playafels (Castelldefels). / Ferran Imedio

Sobran los ejemplos que representan la cocina de Embarcadero. Las patatas bravas tienen forma de milhojas y las típicas berenjenas fritas con miel, en este caso de lavanda, de palitos con un rebozado crujiente y acompañadas de menta fresca, pimienta roja y queso de vaca.

El arroz meloso de gamba roja del restaurante Embarcadero, en el Hotel Playafels (Castelldefels).

El arroz meloso de gamba roja del restaurante Embarcadero, en el Hotel Playafels (Castelldefels). / El Periódico

Los arroces son un éxito ('a banda' con sepia y cigala, negro con calamar y navajas, meloso de gamba roja...), y también tocan carnes y pescados.

Todo ello, lejos, lejísimos, de lo que era capaz de hacer entonces aquel Ferran Adrià imberbe. Y lejos, lejísimos, de la cocina tecnoemocional que revolucionó la gastronomía mundial.

Pero el recuerdo de Soteras de aquel joven que probaba cosas raras en su tiempo libre encaja con el espíritu rompedor y vanguardista que exhibió años después el 'crack' en El Bulli, a quien Moy obligaba a estudiar 'El práctico', un libro de cocina de referencia para profesionales. "Me tomaba la lección para dejarme salir de marcha porque era amigo de mi padre y quería que hiciera algo de provecho. Al final me lo aprendí de memoria; eso sí, sin interés", comenta el de L'Hospitalet.

De la mili con Fermí Puig a El Bulli

Ochos meses después de haber entrado allí se fue, por fin, a Eivissa. "Como no me llegaba el dinero, comencé a trabajar en el club Cala Leña". Y de ahí unos meses al restaurante Finisterre (Barcelona) antes de irse a la mili, donde conoció a Fermí Puig. Ambos daban de comer al capitán general de Cartagena. "Teníamos tiempo de hablar de cocina y, poco a poco, me fue gustando". En 1983, recomendado por Puig, que adivinó en él un talento puro, Adrià entró como 'stagier' en El Bulli durante su mes de permiso.

El resto es historia. De su vida profesional... y de la gastronomía mundial.

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