Menú del día: Bar Estadio, (el gran mérito de) hacer lo que haces donde lo haces

Frente al lamento de la anterior entrega por no frecuentar todo lo que quisiera el lugar del que os estaba escribiendo, en esta ocasión os puedo decir, sin miedo a equivocarme, que aquí vengo mucho más y en diferentes franjas horarias. No quiere decir nada, en realidad. Lo tengo más a mano que otros y, aunque el roce suele hacer el cariño, en este caso desde buen inicio ya hubo flechazo.

Me remonto a un día de septiembre de 2018, cuando mi querido Santi me citó a la hora del almuerzo para encontrarnos en compañía de uno de los varios emblemas del lugar: el bocadillo de jamón asado. A esta visita le han sucedido unas cuantas, por suerte para quien os escribe. Y es que no es fácil encontrar semejante restaurante, en el que desayunar, almorzar y comer al mismo nivel.

Además, en una zona tan jodida (sí, jodida), en materia de hostelería/restauración, como es la que comprende los aledaños del Camp Nou (me ahorro las explicaciones por obvias). Pero vamos a lo que vamos, porque a tiempo de ir a desayunar una ración de pulpitos picantes o alguna tortilla de las suyas siempre estamos a tiempo y aquí toca hablar de menús.

El Bar Estadio lo reconoceréis porque hay un rótulo que te lo deja claro, pero no era así hasta bien poco antes de comenzar la pandemia (y, aún así, todo el mundo sabía dónde iba). Cruzando el umbral de entrada os encontraréis un salón prácticamente cuadrado con una consolidadísima barra a la izquierda, por la que he sufrido muchísimo durante las restricciones de la pandemia; y es que, en acción, tiene esa magia, ese trasiego de cafés, bocadillos, raciones que incluso te permiten esperar bien feliz si hubiese que hacerlo para sentarse (algo que no ocurre a pesar de que gente nunca falta sea la hora que sea).

Sentarse y recibir el menú, las tablas de la ley. Y, vaya, es jueves otra vez (mira tú qué casualidad). Pues a mí me toca arroz y lamento deciros de nuevo que a vosotros también. Haya paz, esta reciente visita arrocera se ha escogido porque es clarísima muestra de que lo increíblemente competitivo que es este menú en relación calidad-precio. Ofrece un arroz bien abundante, sabroso, nunca falta pimiento ni costilla (ese GRAN comodín) y nunca he experimentado que el arroz llegue pasado, algo que suele ocurrir si te sientas tarde en la mesa y te tocan las últimas raciones.

De segundo, 'galta', carrillera (de cerdo), al horno. Un plato que aparece en su menú casi cada jueves y compite con la costilla al horno de los miércoles, que menuda es. Debo reconocer que me causa cierta aversión cuando las carnes vienen recubiertas de salsa, por muy rica que parezca, porque puede denotar sequedad de la pieza. Y, ay, incrédulo, la salsa no solo es rica sino que recubre una 'galta' tierna, sabrosa y que se despega del hueso con suma facilidad (válgame la redundancia). Y el acompañamiento (sí, otra vez la turra) unas de mis patatas fritas favoritas, sin ningún margen de duda.

Al postre llaman. Hay buena variedad de postres (también fruta y lácteos más digeribles, que no todo es gochismo) de entre los que destacaría un flan de huevo por el que en muchas cartas pedirían -o piden- cantidades astronómicas. Y el pudin, al que soy muy fiel en este lugar no solamente por su ejecución sino por lo que representa en materia de aprovechamiento. Viva el pudin.

Tener la oportunidad de acercarse al Bar Estadio es poder disfrutar de un menú con cuatro opciones de primero y otras tantas de segundo además de bebida y postre. En ambiente familiar tanto en cocina y sala como en la barra y el comedor, cosa de la que Edu y Marga se cuidan muy mucho. Tanto es así que te ponen a la Igartiburu y por momentos parece que estás en el salón de tu casa. Y me dejo lo mejor para el final: todo ese disfrute por 8,5 €. Busque, compare y, si encuentra otro mejor, compre.