LOS RESTAURANTES DE PAU ARENÓS

Cruix: moja el churro en 'allioli'

Miquel Pardo y Carlos Fernández defienden una cocina elaborada y cachonda a precio de aplauso

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PAU ARENÓS

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Deposito (grandes) esperanzas en Cruix, en Miquel Pardo y Carlos Fernández. Hay algo ahí –mirada, disposición– que explotará como un pastel con petardos. Tienen los vicios contemporáneos (lo foráneo y vistoso como identidad), pero también las virtudes de los que han sido bien educados para sacarse las correas y desatar una culinaria particular.

Quiero saber el origen del churro de bacalao. Aparece en algunos recetarios de internet y, la misma semana que lo muerdo en Cruix, los de AQ, en Tarragona, también lo ofrecen. Esas casualidades. Miquel cuenta que se le ocurrió mientras ayudaba a un colega a abrir un restaurante en Valencia (sirvió en Ricard Camarena; y en Catalunya, en Àbac y el Hostal Empúries; y en Eivissa, en Heart). El churrito es bueno, es cachondo, es apropiado: mojarlo en espuma de 'allioli' completa la diversión.

Estos dos socios, Miquel y Carlos (sala), uno de Onda, el otro de Valladolid, que se conocieron estudiando en el País Vasco, se desviven por agradar y lo hacen con dos menús, de 15 (mediodía) y 28 euros, cuya calidad-precio es de aplauso.

Entiendo que la carta de vinos es provisional, sin el gancho que tienen los platillos. Voy al revés y comienzo con una copa de Orube para acabar con una caña de cerveza Turia. Asocio este lugar con el de otros jóvenes esforzados que en el 2017 se lanzaron a la carretera: TeòricL’ArtesanaPlata Bistró y L’Escale. Amigos, hermanos, vecinos. Parejas o tríos que se organizan. Nueva Cocina de Barrio y tal.

Restaurante con mesitas muy juntas, micrococina y gran barra, que usan como extensión. Gustazo con la anchoa (que proporciona el padre de Carlos), pan sardo y salsa holandesa, elaboración texturizada con xantana: soluciones nuevas para perpetuar clásicos.

Tomates de Almería (demasiado fríos, y no sé yo...), judía verde, pan tostado y salsa de mostaza: en conjunto, rico.

Dudas con la croqueta de pato Pekín, no porque no esté bien hecha (aporta una variante a la rutina croquetil), sino porque me parece poco pequinesa: sobra 'kimchi' (coreano) y me falta 'hoisin'.

El cremoso de fuagrás, con cacao y Jack Daniel’s (reforzado con vaporizador) es superior, y lleva abundantes tostaditas. ¿Por qué son insuficientes en la mayoría de sitios? La alcachofa a la carbonara tiene su punto, o puntazo, al igual que el 'tartar' de corvina con guacamole y mayonesa de chipotle y las albóndigas de rabo de vacuno con 'raifort'.

Ideas, chispa, gracia: demuestran fondo. Conocen lo clásico, lo popular y lo viajero. La pregunta es: ¿necesitan acogerse de forma explícita a lo ajeno en busca de coartada? Me explicaré: aparece una buena albóndiga con lechuga y me dicen: «Taco de cordero», aunque en la carta lo titulan 'ssam thai' (el 'ssam' es coreano). ¡La 'fucking' albóndiga no necesita muletas! Lo mismo pienso de la tostada frita con raya y ajo negro (mexicana, o no).

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Punto y aparte para la paellita: ¡#arrozparauno! «Incluso para medio», se entusiasma el cocinero. Siempre habrá arroz, garantiza el de Castelló. El que comí, bien, de gamba al ajillo.

Postres con nota: mango con helado de curri verde (te limpia los dientes) y Día Triste en la Playa (esos nombres que enfadan a los cascarrabias), un cucurucho caído sobre cremoso de chocolate y caramelo.

Acaban de comenzar y tienen mucho que decir: que escojan cómo hacerlo.