Entrevista

Carles Cabrera: “La huella de Ildefons Cerdà ha perdurado mucho más que la del autor de cualquier edificio”

El director general del Institut Cerdà relata como la fundación, que cumple 40 años, afronta el propósito del ‘padre’ del Eixample de aportar soluciones a la sociedad

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Carles Cabrera, este viernes en la sede del Institut Cerdà.

Carles Cabrera, este viernes en la sede del Institut Cerdà. / Jordi Otix

Toni Sust

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El Institut Cerdà, una fundación privada independiente centrada en proyectos de innovación, ha cumplido 40 años. Abrió sus puertas en 1984, como homenaje a Ildefons Cerdà: aquel año se cumplía el 125º aniversario de su plan del Eixample. El instituto fue fundado por ingenieros de renombre y huella. Su director general, Carles Cabrera, subraya que no se ha encontrado una institución similar a la que encabeza, una entidad que no tiene accionistas ni deberes económicos con nadie.

¿Por qué Ildefons Cerdà como inspiración del instituto?

Los ingenieros de caminos de la generación de finales de los 70 y los 80 tuvimos como profesor a Albert Serratosa. Él quería poner muy en valor la figura de Cerdà. Y eso hicieron en 1984 Serratosa y otros siete ingenieros: Pere Duran Farell, Modest Batlle, Joan Compte, Enric González, Victorià Muñoz, Climent Solé y Albert Vilalta. De los ocho solo queda vivo Modest Batlle. Serratosa siempre nos decía que Cerdà fue la primera persona que puso aquí la palabra Urbanismo encima de la mesa. Le sabía mal que en Francia Le Corbusier fuera conocido por todo el mundo cuando Cerdà era tan olvidado. Cerdà no hizo un puente, un puerto o una casa. Hizo un plan que todavía hoy se desarrolla. Su huella ha perdurado mucho más que la del autor de cualquier edificio. La ciudad se ha ido adaptando a su plan.

"Albert Serratosa siempre nos decía que Cerdà fue la primera persona que puso aquí la palabra Urbanismo encima de la mesa"

¿Qué movía a Cerdà a plantear su propuesta, que la hace aún vigente?

Su plan tiene tres ejes: la mejora de las condiciones sanitarias, la vivienda y la movilidad.

Muy actual.

Exactamente. La vivienda es un gran problema. En cuanto a las condiciones sanitarias, hoy hemos de ser conscientes de que la interacción persona-ciudad es incluso más intensa en relación con sus implicaciones en la estabilidad emocional. La movilidad, como en el siglo XIX, está en una profunda transformación, no tan solo por la entrada del vehículo eléctrico, autónomo, conectado, también por los cambios en cuanto a hábitos y necesidades. Cerdà tuvo la oportunidad de hacer algo único, no hubo nada igual en Europa. Barcelona, ciudad consolidada, salió de sus murallas, se expansionó uniendo varios municipios, que por eso era competencia de Madrid y no se aprobó aquí.

Cabrera, en la sede del instituto.

Cabrera, en la sede del instituto. / Jordi Otix

¿Es Cerdà uno de los catalanes más importantes de la historia?

Sin duda.

¿Y por qué despertó tanta inquina por parte de una sociedad que suele etiquetarse como innovadora?

Se necesitaban expropiaciones, hubo quien tenía terrenos que se veían afectado por servidumbres. Cerdà tenía una obsesión por la igualdad, por que el ciudadano de Barcelona viviera en una zona urbana igualitaria, sin muchas diferencias: un mercado cada cierta distancia, zonas verdes -que se desvirtuaron luego- en el interior de las manzanas. En una sociedad de finales del XIX, con diferencias sociales importantes, gente pudiente fue en contra de un plan que apostaba por la igualdad.

Y el Institut quiso renovar el compromiso de Cerdà.

Se organizó el Institut Cerdà para una muestra en 1984, por el 125º aniversario del plan, y al acabar la muestra los ocho ingenieros se dijeron que por qué no continuar, por qué no hacer algo útil para la sociedad y el territorio, como quería Cerdà.

Es decir, esto no fue concebido como un negocio.

Nunca. El sábado hablé con Salvador Alemany, actual presidente del patronato del Institut, que me preguntó: “¿Hay algo similar al Institut Cerdà?”. Lo volví a mirar, que lo he mirado mil veces. No hay nada similar en el mundo. Las fundaciones son distintas, hay de varios tipos. Personales, como la de Bill Gates, o vinculadas con empresas, o fundaciones altruistas que reciben donaciones, y finalmente las de carácter público y público-privado, como la del Liceu o el Cidob. En la fundación del Institut Cerdà nadie pone dinero. No cobras por ser patrono. No cobras pero respondes con tu patrimonio. ¡Es un chollo! Es decir, si yo lo hago mal, lo pagarán los patronos.

¿Cuántos hay?

Ahora, 14. En junio serán 16. Los vamos rotando: interesa que tengan una actividad y referencia en el mundo actual. Me obsesiona que el patronato sea extraordinariamente variado: del ámbito social, energético, medioambiental. De distintos tipos de sociedad civil.

"El Institut no tiene accionistas. Para lo malo, nadie invierte dinero, y para lo bueno, no damos dividendos. Eso nos permite fortalecer los fondos propios del Institut y trabajar en proyectos innovadores que quizá saldrán en 2026"

¿Desarrollan ustedes su labor sin compromisos más allá de la estabilidad económica y pagar salarios?

El Institut no tiene accionistas. Para lo malo, nadie invierte dinero, y para lo bueno, no damos dividendos. Eso nos permite hacer dos cosas importantes: fortalecer los fondos propios del Institut y, sobre todo, trabajar en proyectos innovadores que quizá saldrán en 2026.

Lo que requiere tiempo y no permite tener resultados en 24 horas.

Exacto. A menudo tenemos proyectos multicliente. Entre que alguien tiene la idea y sale, como mínimo es un embarazo: pasan nueve meses.

¿Trabajan para instituciones o empresas?

Un 75% para el sector privado y un 25% para el público.

"Entonces te pasabas 15 meses buscando información. Ahora ese tiempo no puedes cobrarlo. Ahora entras en internet y lo tienes todo"

¿Cuál es su labor?

Al principio, el Institut afrontaba muchos proyectos de conocimiento. Yo entré en 1988. Nos metimos en el tema de las Zonas de Actividades Logísticas, las ZAL, entonces no había ninguna en España. Ahora entras en internet y lo tienes todo. Pero entonces tuvimos que ir a Hamburgo, a Amberes, a Le Havre. Y venías cargado de papeles. Aquel proyecto duró dos años, ahora sería mucho. Entonces te pasabas 15 meses buscando información. Ahora ese tiempo no puedes cobrarlo.

¿Y qué puedes cobrar?

Tú ahora ofreces la capacidad de comprensión, por eso te pagarán. Te piden que aportes cosas que pueden ser importantes para problemas dentro de tres o cuatro años. En 2010 lanzamos un servicio de gestión de crisis. En España no había. Ahora somos un referente en eso. Hace tres años que creamos el primer observatorio de riesgos para empresas de España. Analiza los riesgos posibles: tecnológicos, sociales, medioambientales, institucionales, de recursos. El Institut se ha convertido en un gestor, un interlocutor entre el territorio y las empresas, más que un proveedor de conocimiento. Es nuestro rol más importante.

La plantilla es de 35 a 40 personas. ¿Qué perfil de gente trabaja aquí?

Muy diferentes. Economistas, ambientalistas, geólogos, sociólogos, geógrafos, ingenieros industriales, de caminos.

Volviendo a uno de los tres ejes de Cerdà, ¿qué cree que debe hacerse para resolver el problema de la vivienda en Barcelona?

Hemos trabajado mucho en esto. No existe ninguna razón para no construir vivienda. Trabas urbanísticas, no tenemos suelo. Excusas. Barcelona y todos los municipios de la región metropolitana pueden hacer vivienda y si no la hacen es porque no les da la gana. Los alcaldes dicen que la vivienda es su principal preocupación. Ninguno está poniéndose manos a la obra en este tema.

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