Sin colas

El discreto adiós de las rosas catalanas en Sant Jordi: "Cada año ha ido a menos"

MULTIMEDIA | El largo viaje de tu rosa de Sant Jordi, de los Andes a BCN

Joaquim Pons, el último productor de rosas de Sant Jordi catalanas: "No es económicamente factible"

Dónde encontrar las últimas rosas catalanas este Sant Jordi 2024

Rosas de Sant Jordi de Abril Art Floral (Pineda de Mar)

Rosas de Sant Jordi de Abril Art Floral (Pineda de Mar) / Cedida a El Periódico

Gisela Macedo

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La emblemática rosa catalana, símbolo de la Diada de Sant Jordi, se desvanece lentamente y sin hacer mucho ruido. Este Sant Jordi 2024, la presencia de rosas autóctonas es mínima y, en los próximos años, se prevé que vaya a menos. Hoy, la mayoría de las rosas que adornan las calles de Catalunya provienen de otros países como Colombia, Ecuador o Países Bajos. Solo queda un único productor catalán de rosas, Flors Pons (Santa Susanna), y ha anunciado que dejará de cultivarlas por dificultades económicas. No obstante, no parece que entre la ciudadanía exista ningún tipo de fiebre por hacerse con estos últimos ejemplares. Según floristas que todavía cuentan con este proveedor, algunos clientes habituales sí preguntan por rosas locales, pero para la gran mayoría su extinción parece pasar desapercibida.

"Una pasada" de rosa

Ya se veía venir. Cada año ha ido a menos, y sabe muy mal. Nosotros ya las tenemos como algo simbólico”, explica Lourdes, de Abril Art Floral (Pineda de Mar), quien todavía vende rosas de Flors Pons, aunque en cantidades limitadas. Una triste pérdida porque, a su parecer, la rosa local “es una pasada, porque es cosechada y servida”. “Los clientes habituales ya lo saben y las piden”, dice.

Rosas de Sant Jordi de Abril Art Floral (Pineda de Mar)

Rosas de Sant Jordi de Abril Art Floral (Pineda de Mar) / Cedida a El Periódico

Manel, de la Floristería Manel de Tordera, también tiene a la venta las últimas rosas de Pons este Sant Jordi. Él lamenta que las leyes lo pongan todo “más complicado” y la falta de ayuda de las administraciones a este productor local. “Prohíben ciertos productos fitosanitarios, y los que hay que usar son menos eficaces y más caros, por lo que no es sostenible”, manifiesta. Una queja que también transmitió el copropietario de Flors Pons, Joaquim Pons, a este diario: "Hay plagas que no sabemos cómo combatir y nos merman la calidad de la rosa, mientras que en Sudamérica no tienen las mismas restricciones en cuanto al uso de pesticidas, por lo que hay una situación de desigualdad".

No ha notado un incremento exagerado de clientes que pidan expresamente la flor local, pese a ser la última Diada que se comercializan. La desaparición de las rosas 'km 0', para el propietario de la Floristería Manel, “está muy mal, y más tratándose de un sitio como Catalunya, donde el consumo de rosas es exagerado”. Eso sí, asegura que “sin rosas no nos quedaremos”, aunque haya que importarlas. Actualmente ocho de cada diez viene de los Andes latinoamericanos y viaja 8.500 km en 48h.

El reto de vender flores de proximidad

Mientras la mayoría de floristerías se adaptan a la idea de que las importaciones terminarán siendo su única salida, Mª Àngels Artigues, de Flor a Punt (Girona), se resiste a prescindir de flores locales. Ella insiste en trabajar exclusivamente con flores de temporada cultivadas en Catalunya, un reto complicado en el caso de las rosas. Por eso, Artigues ha ampliado su radar y ahora procura que las flores sean, al menos "de los Països Catalans". Así, desde hace un par de años, sus rosas provienen tanto de la Comunidad Valenciana como de los invernaderos de Pons, que tiene una cantidad limitada de ejemplares para cada cliente.

La florista recuerda que, hace unos años, en El Maresme había mucho más productor de flores -no solamente de rosas-, y que con el tiempo se han ido extinguiendo. "Es horroroso. Hace mucho tiempo que no lo entiendo, pero es así", lamenta.

Artigues se muestra crítica con los compañeros de su sector, quienes, a su parecer, “no están muy concienciados con el tema de la proximidad”. Esto, en su opinión, habría podido favorecer a que se descuide a los productores. “Si realmente hay personas que se dedican a esto, se las tendría que proteger, y pienso que el sector no ha ayudado mucho. Mientras los cocineros, por ejemplo, saben valorar el producto de proximidad y hacen lo posible por trabajar con él, el colectivo de floristas no ha puesto impedimentos en comprar producto de fuera”, manifiesta.

A su parecer, las rosas provenientes de los Países Bajos son “todas son iguales y perfectas, como clones”, pero no tienen las cualidades de las locales: “La rosa catalana dura mucho más, no lleva tantos kilómetros encima y es más ecológica. En cuanto a su aspecto, es más real. No son todas iguales ni perfectas: se parecen más a una rosa de jardín y tienen un intenso olor. A mí me gusta mucho más esta, con sus imperfecciones. Mis clientes ya saben que vienen a buscar rosas cultivadas aquí", concluye.