Vibraciones fuera de la norma

La Barcelona que tiembla sobre los túneles del metro: “Hace tantos años que pasa que nos hemos acostumbrado”

Parte del paseo Sant Joan soporta desde hace más de medio siglo unos estertores más o menos perceptibles que TMB prevé mitigar ahora

El metro de Barcelona tratará de reduir molestias por vibraciones con obras en 14 tramos de túnel

Una vecina señala una grieta aparecida durante la construcción del túnel del metro bajo el paseo Sant Joan, en Barcelona.

Una vecina señala una grieta aparecida durante la construcción del túnel del metro bajo el paseo Sant Joan, en Barcelona. / MARC ASENSIO CLUPES

Jordi Ribalaygue

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Un zumbido emerge creciente bajo la portería de un bloque de la parte alta del paseo Sant Joan, en Barcelona. Aun sin rugir como un estruendo, suena nítido. El temblor que lo acompaña, tímido, queda a la sensibilidad de cada uno. A quienes no viven en ese edificio casi centenario les sorprende un tenue golpeteo bajo los pies, justo ahí por donde el metro discurre entre las paradas de Verdaguer y Joanic. En cambio, Elvira dejó de reparar en los crujidos hace mucho, tras más de medio siglo alojada en la escalera, que se erige sobre el túnel de la línea 4

“¿Si he notado algo? Pues no, la verdad”, responde Elvira a los visitantes. Pocos minutos más tarde, otra ráfaga seguida de un estremecimiento débil pasa de nuevo desapercibida a la vecina, afincada en un segundo en el que ha criado a la familia. “Cuando hicieron las obras para abrir el túnel sí que notaban las vibraciones -evoca-. Fue en los años 70, en la época en que mis hijos nacieron. Cuando eran bebés y me los echaba encima, si estaban quietos, notaba mucho el movimiento del metro”. 

Las grietas que aún trepan por la vivienda surgieron cuando el suburbano se extendió entre la Dreta de l’Eixample y Gràcia, entre 1970 y 1973. Elvira señala las fisuras, alargadas y trémulas como nervios. “Vino un técnico a casa cuando construían el túnel. Las miró y dijo que no había peligro de hundimiento. No sé si quizás ahora están más abiertas… Tenemos alguna suelta y también algunas baldosas despegadas con las que voy tropezando. A mi madre siempre le pasaba con una de la cocina. Si en 50 años no ha ocurrido nada, no creo que el piso vaya a derrumbarse ahora, ¿no le parece?”, plantea. 

Mònica es hija de Elvira y ella sí que advierte los estertores del subsuelo cuando regresa al domicilio donde creció: “Si estamos entretenidos o haciendo barullo con los niños, no se nota. Pero, si no, sí que se sienten. Los hemos notado toda la vida”. Su madre concede que es probable que se haya habituado a las ligeras sacudidas: “Con el paso de los años, me he ido olvidando de las vibraciones, o es que ya no las noto”.

Lluís Castañeda, frente al mercado provisional de la Abaceria, en el paseo Sant Joan, en Barcelona.

Lluís Castañeda, frente al mercado provisional de la Abaceria, en el paseo Sant Joan, en Barcelona. / MARC ASENSIO CLUPES

Cuando baja el tráfico

“Los que vivimos aquí nos hemos acostumbrado, pero a veces vienen amigos a casa y se quedan sorprendidos al darse cuenta de que el suelo tiembla”, comenta Lluís Castañeda, vicepresidente de la Asociación de Vecinos y Amigos del paseo Sant Joan. Vive en un tercero de la avenida: podría pensarse que dista suficiente altura respecto a la galería del metro pero, aun así, se percata del traqueteo cuando las circunstancias son propicias. 

Se nota más cuando hay poco tráfico, a primera hora de la mañana o los fines de semana. Cuando vine a vivir aquí, en 1978, se notaba más que ahora. O, al menos, yo lo notaba mucho”, distingue. Aun así, identifica el vaivén del tren nada más sentarse en un banco delante de la carpa provisional del mercado de la Abaceria. Los vendedores dan fe de que el balanceo ocasional mece también sus puestos. “Quizá circulan tres o cuatro trenes sin que pase nada y, de repente, uno sí que se nota. Pasa cada día”, corrobora Maribel Ampolla, presidenta de los comerciantes de la Abaceria. 

Castañeda recuerda que los vecinos se reunieron con la dirección del metro en el 2000 para tratar sobre los movimientos causados por el paso subterráneo de los convoyes: “Nos dijeron que si las ruedas de los trenes no son perfectamente redondas, transmiten vibraciones a los edificios. Nos prometieron que tendrían especial cuidado para que no hubiera vagones en la Línea 4 con esos perfiles planos”.

Una grieta en una vivienda del paseo Sant Joan, en Barcelona.

Una grieta en una vivienda del paseo Sant Joan, en Barcelona. / MARC ASENSIO CLUPES

El tramo Verdaguer-Joanic entra en el plan de obras antitemblores de TMB. Ya se incluyeron 440 metros de vía del mismo recorrido en una contratación anterior, en 2022. En todo caso, los vecinos no han recibido noticia ni han insistido sobre esta anomalía integrada en su rutina, que no suele ser ya motivo de conversación en el paseo. “No continuamos esa batalla. Hace más de 20 años que hicimos la reclamación. Deben de haberla tenido en un cajón”, deduce Castañeda.

Vasos que tintinean

La impresión sobre hasta qué punto el rumor de las profundidades resulta manifiesto es personal e intransferible. En la plaza Joanic, tres vecinos de la calle Pi i Margall aseguran que los temblores llegan a provocar que los vasos tintineen.

“Hace un par de meses, hubo cacharros que se movían en mi habitación”, afirma Josefina, residente en el paseo de Sant Joan. Explica que, hace poco, pintaron en casa y camuflaron la grieta que hendía el pasillo. “Todos los vecinos la tienen. Ya estaba cuando llegamos hace unos 30 años. Llamamos a un arquitecto y la miró, pero no parece que haya riesgo”, cuenta. 

Josefina se hizo consciente del tambaleo cuando se jubiló y empezó a pasar más horas en el piso. Sostiene que se ha suavizado últimamente, pero le parece que se intensifica al atardecer y por la noche. “Entonces lo noto hasta que me duermo”, dice. “Si tienes una mala noche, se siente entre las cinco y las siete de la mañana”, constata Ángel Torres. Vivió durante 25 años en la esquina con la Travessera de Gràcia, donde conserva el piso. “Me habitué a la vibración pero ahora, cuando vuelvo, la distingo”, reconoce.

Ángel Torres, en un bloque de la Travessera de Gràcia donde se perciben vibraciones del metro de Barcelona.

Ángel Torres, en un bloque de la Travessera de Gràcia donde se perciben vibraciones del metro de Barcelona. / MARC ASENSIO CLUPES

En la calle València, el testimonio es casi calcado. Line lleva ocho años en un tercero de un inmueble que se alza sobre el túnel que desemboca en la parada del Clot. El bamboleo le impide dormir en ocasiones al filo de la medianoche y antes del amanecer. “Cuando estoy en la cama y en silencio, lo noto. Puede pasar cada cinco minutos", precisa.

El apartamento conserva dos puertas "muy antiguas", dice Line, que chirrían cuando el tren reverbera: "Hacen mucho ruido. También hay algunas grietas. Hace unos años, envié un correo electrónico para preguntar si se podía hacer algo, pero nadie respondió". En todo caso, la peor parte se la llevan otros inquilinos, piensa: "Estoy en el ático y, en mi caso, no es tan irritante, pero hay quien se vuelve loco con el ruido”.

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