En el Besòs

VÍDEO | Desalojado uno de los 'pisos-refugio' de los supervivientes de las pateras en Barcelona

Los Mossos d'Esquadra ejecutan la orden de desahucio de una vivienda ocupada donde se cobijaban una quincena de personas, la mayoría llegadas hace poco de Canarias y sin techo

Supervivientes de las pateras de Canarias se amontonan en pisos del Besòs en riesgo de desahucio

Quinto intento de desalojo en barrio del Besòs donde se refugian chicos llegados en patera de Canarias

ZOWY VOETEN

Jordi Ribalaygue

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Kalidou ha salido por la ventana del piso del que le han desahuciado este mediodía en el Besòs, en Barcelona. Horas antes, los últimos en abandonar la vivienda se han apeado con una cuerda desde el segundo que ocupaban sin que mediara un contrato. Han atrancado la puerta con puntales de obra para ponérselo difícil a la policía, por lo que han tenido que descender a pulso unos 10 metros de altura hasta la calle. 

"Hemos bajado a las seis de la mañana. Para entrar, los Mossos van a tener que reventar la pared”, sospechaba Kalidou, mientras la policía tomaba posiciones para proceder al desalojo. Se trata de uno de los pisos del barrio en que se daba almuerzo, alivio y cama a chicos que han llegado a España en patera, supervivientes en la travesía mortífera del Sahel a las islas Canarias y que tratan ahora de salir a flote con la chatarra en Barcelona.

Unas 15 personas se albergaban en el domicilio últimamente. Solo cuatro de ellos eran residentes habituales. Los demás son chicos sin techo, trasladados a Catalunya tras cruzar el Atlántico con embarcaciones precarias para alcanzar las Canarias. Algunos han venido hace tan poco que aún no saben el idioma. 

“Es gente que duerme en la calle. En nuestra casa se duchan, comen… Hacemos dos platos grandes de arroz al mediodía, comemos juntos y luego cada uno se busca la vida. Por aquí cerca, hay cinco o seis chicos que han llegado hace poco y están viviendo en una casita de madera que se han hecho en la calle. Vienen mucho a casa a comer. En mi país somos muy familiares, pero no podemos dejar que vengan al piso todos los que están en la calle. Si no, estaríamos reventados”, piensa Kalidou. 

Poco más de medio centenar de personas movilizadas por el Sindicat d’Habitatge de la Verneda i el Besòs se han apostado frente al portal del edificio donde se iba a acometer el desalojo. En la misma escalera, se cuentan otros tres hogares donde inmigrantes africanos -incluidos algunos menores- han hallado cobijo. También los atosiga la amenaza de una expulsión. “Aquí mismo, hay otro desahucio dentro de un mes”, revela Kalidou.

Una decena de furgones

El Ayuntamiento de Barcelona informa de que la vivienda pertenece a Criteria Caixa. Señala que, desde que entraran en contacto con los habitantes del domicilio en septiembre, los servicios sociales han sugerido a la propiedad que valorara ofrecer un alquiler social. La entidad alega que no se ha podido regularizar porque "no se cumplen los requisitos para acreditar la vulnerabilidad socioeconómica". Los afincados replican que estaban dispuestos a pagar si los arrendaban, pero que se les denegó la posibilidad.

La propiedad añade que "el inmueble no cumple las condiciones mínimas de habitabilidad, requisito imprescindible para valorar cualquier regulación". El bloque muestra síntomas de estar afectado por la aluminosis, una lacra extendida por la zona más desvalida del Besòs y pendiente de un plan de reforma del Ayuntamiento que acumula retrasos.

"No tiene sentido que los echen cuando se hacen cargo del piso", se han quejado los portavoces del Sindicat de la Verneda i el Besòs. "Les han denegado la justicia gratuita y el informe de vulnerabilidad porque, al haber personas sin papeles, no se puede acreditar que viven aquí y que es una unidad de convivencia", han criticado.

Tras no prosperar la mediación para tratar de suspender el lanzamiento, una decena de furgones de antisdisturbios ha tomado la calle Marsala. La vía se encuentra en una de las zonas donde menos renta se declara en Barcelona. Al poco de aparcar, han arrojado huevos a los agentes desde una ventana. “El Besòs será vuestro Vietnam”, rezaba la pancarta desplegada en la fachada.

Tras las advertencias habituales previas a la intervención, los policías han arrancado uno a uno a los manifestantes del portal. “Vergüenza”. “Aguantad”. “Esta casa se defiende hasta el final”. Así coreaban los que miraban tras la cinta desplegada por la policía, mientras los agentes arrastraban por la fuerza a quienes interponían resistencia pasiva ante la entrada. Se han vivido momentos de tensión. Varias personas han sido identificadas.

“Sobre todo, lo que quiero es que a nadie le hagan daño”, compartía Kalidou, cuando el desalojo ya resultaba imparable. Pese a que la moratoria a los desahucios les ha puesto cierto freno en un vecindario donde la pobreza y la ocupación se dan la mano, las órdenes de expulsión no son nada extrañas en el Besòs i el Maresme. 

Los jóvenes africanos que se hallan en el trance de perder el techo en el barrio frecuentan las protestas para detener los desalojos. Una parte de ellos suelen estar presentes hasta que la policía hace acto de presencia. Acostumbran a retirarse entonces: carecen de permiso de residencia y temen que un leve percance sea suficiente para que una identificación desemboque en una orden de repatriación. Cuando la desocupación era inminente, Kalidou ha dado aviso a sus paisanos. “No quiero que nadie se meta en un problema por nosotros”, justificaba. 

Trabas para un alquiler

Kalidou reside desde hace cinco años en Barcelona. Confiesa que, cuando vino, durmió algunas noches al raso. “¿Si imaginaba vivir así en España? Para nada. Pero, si te mueves, te puedes buscar la vida. En nuestro país es muy duro y aquí se puede vivir dignamente. Pero, aunque tengamos papeles, no nos quieren alquilar un piso”, asegura.

Meses atrás, él y otros compatriotas fueron a una inmobiliaria para conseguir un alquiler en el barrio. Presentaron las nóminas -algunos de ellos son cocineros- y lo tenían todo preparado para sellar un contrato por 650 euros. “Solo faltaba firmar, pero nos llamó el propietario y nos preguntó de dónde éramos. Le dijimos la verdad y nos contestó que ya tenía a otros inquilinos. Es la segunda vez que nos ocurre lo mismo. Pasa porque somos negros”, piensa.

Antes de descolgarse por la ventana al amanecer, los muchachos del piso han guardado sus pertenencias en otra vivienda de la escalera ocupada por más chicos africanos. En una aguardan juicio en mayo para ser desahuciados. Todos sus habitantes salieron airosos del trayecto con patera hasta España.

El Ayuntamiento ha activado un realojo de urgencia. Sus mediadoras han atendido a una madre con par de menores y un anciano impedido de una pierna, que convivían con los demás ocupantes. Tras ser recuperado por la propiedad, el hogar ha acabado con la puerta y la ventana tapiadas. Los operarios que han acudido para sellar las entradas contaban que se han topado con la escalera embadurnada con jabón y aceite para obstaculizar el trabajo.

Hoy tendremos que buscarnos la vida, como los chicos que venían a casa -se ha percatado Kalidou-. Preguntaremos a la gente que conocemos. Quizá un día me dejen pasar la noche en un piso y otro día tenga que dormir en la calle… No volveré a ocupar el piso, porque ahora me tienen identificado y me buscaría problemas. Seguro que, en dos o tres días, alguien vendrá a ocuparlo”.