Aglomeración turística en Barcelona

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Atascos, ruido y orines: vivir junto al Park Güell

El colapso circulatorio que la aglomeración turística causa en La Salut, junto al Park Güell, en Gràcia, el pasado 4 de enero.

Sergio. G.

Toni Sust

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El turismo provoca en Barcelona efectos paranormales. Por ejemplo: muchos vecinos de la Salut, en Gràcia, saben perfectamente si ha llegado un crucero a la ciudad. Y aunque desde viviendas de la zona se ve el mar, no se enteran por eso. Lo identifican porque de los bajeles salen en tropel visitantes que acuden en taxi, cual ejército, al Park Güell, y convierten sus calles en pequeñas autopistas colapsadas. Especialmente colapsadas, porque casi siempre están llenas de vehículos mientras el parque está abierto, en jornada diurna.

El pasado miércoles, según los vecinos un día de “temporada baja”, el follón era una constante en el barrio. Taxis, VTC, furgonetas de reparto y vehículos particulares compiten para circular por las calles del Pare Jacint Alegre, la Rambla de Mercedes y Larrard. Pitos, voces, peleas, coches mal aparcados y peatones que intentan sobrevivir a ese caos circulatorio. Ahora no hay tantos coches particulares extranjeros, de turistas: en verano llegan en masa.

Ana María Sandoval y Cristiana Juan, en Rambla de Mercedes, junto a la parada de taxis que los vecinos quieren fuera.

Ana María Sandoval y Cristina Juan, en Rambla de Mercedes, junto a la parada de taxis que los vecinos quieren fuera. / Maite Cruz

La zona cero del caos

El miércoles, Cristina Juan, Ana María Sandoval y Pili, que prefiere reservar su apellido, esperaban a este diario en el punto en el que acaba la calle del Padre Jacint Alegre y empiezan la de Marianao y la Rambla de Mercedes. Esto es lo que se conoce como La Salut central y aquí está la zona cero de ese caos circulatorio. Es un conflicto que se mantiene hace años y que pese que se ha denunciado muchas veces no ha encontrado solución ni respuesta municipal que lo mitigue.

La cola de taxis de la parada que hay en la Rambla de Mercedes suele ocupar todo el espacio previsto para ellos. Por eso, cuando llegan más taxis vacíos, porque no paran de llegar, esperan en una zona en la que no pueden hacerlo, en Pare Jacint Alegre, a menudo ocupando el paso de peatones, y con frecuencia provocando más atascos. Entretanto, los turistas que vuelven del Park Güell, porque no dejan de subir turistas a los taxis, hacen que el trasiego sea constante.

La pilona y la pillería

Es lo que pasaba este miércoles a las 12.30. Mientras un taxi desencocha en plena calle, varios vehículos de la caravana que ha causado pitan para exigir que salga de allí. Segundos después, el 116 sortea obstáculos y se dispone a entrar por Marianao, una calle con una pilona que solo permite el paso del bus de barrio y de los vecinos, en teoría.

El conductor de una furgoneta de reparto que acaba de intentar entrar en la calle cerrada, y que ha visto cómo no le bajaban la pilona, ha detectado la llegada del 116, y maniobra, obstaculizando a otros vehículo, para ponerse a rebufo del bus, a centímetros, con la intención de colarse con él antes de que la pilona vuelva a subir. Lo consigue.

El bus de barrio 116, junto a la entrada del Park Güell, donde se llena de turistas antes de iniciar el descenso.

El bus de barrio 116, junto a la entrada del Park Güell, donde se llena de turistas antes de iniciar el descenso. / Maite Cruz

La plataforma y la petición

Ante todos estos problemas, que solo remitieron durante el confinamiento y las restricciones de la pandemia del covid, 150 vecinos de la zona crearon en mayo de 2023 la plataforma ‘Recuperem La Salut’, que reclama al ayuntamiento que la parada de taxis desparezca de la Rambla de Mercedes, y de la Salut central en general. Que al barrio solo puedan acceder vehículos de los vecinos (y taxis que lleven a vecinos), autobuses y servicios públicos. Que los turistas suban a pie desde unos cientos de metros más abajo que ahora. Y que se descongestione el 116.

Porque este es otro tema, recurrente en las zonas más turísticas de Barcelona: el bus de barrio es tomado a diario por los visitantes. Y ya no es que los vecinos no puedan subir. A veces no pueden bajar. Explica Cristina Juan que es frecuente que los residentes se apeen en la parada que está delante de la entrada del parque. Si no lo hacen, les resulta difícil bajar en la siguiente, porque ha entrado el gentío que ya ha hecho la visita y ni un alma puede salir o entrar del vehículo.

2.000 coches en un día

Ana María Sandoval, vecina de Larrard, cuenta que el volumen de turistas se incrementó a partir del 'Any Gaudí', en 2002, y que la legión de taxis es más reciente, que la incomodidad empezó en 2010. “Antes había solo una parada de tres taxis en la calle de Olot. Cambiaron la parada a Marianao, ya con 15 plazas”. Pero allí está el colegio Reina Elisenda, que protestó: tantos coches delante, a menudo encendidos, no son la mejor compañía para los escolares. Y la parada acabó donde está ahora.

Sergio G., vecino de la Rambla de Mercedes, explica que un día los vecinos colocaron una cámara de inteligencia artificial de viernes a domingo, y luego sacaron la media: pasaron cada día 2.000 coches por ese tramo en el que está la parada.

Ni un agente

Cristina Juan vive un conflicto añadido. Por un problema de salud de un miembro de su familia, cuenta con una plaza de aparcamiento reservada en la parte más alta de la Rambla de Mercedes. Es habitual que la encuentren ocupada al volver a casa. O por un turista, o por un taxista o por el conductor de un VTC. Si no hay nadie en el coche, toca llamar a la Guardia Urbana: 40 minutos de espera.

Algo que llame la atención del colapso circulatorio de la zona: no hay ni un solo agente de la Urbana tratando de aliviarlo. Por lo menos no el miércoles y los vecinos consultados dicen que es lo habitual. Todo lo relatado, agregan, es todavía más complicado durante el fin de semana. El único consuelo es que por la noche los turistas se van al barco, al hotel o al piso que han alquilado y los residentes en la zona pueden dormir con tranquilidad.

Interlocución sin remedios

Tristan Llusà, compañero de Cristina, afirma que con el edil de Gràcia en el mandato anterior, Eloi Badia, de Barcelona en Comú, hubo interlocución sin resultado: “El vecindario era escuchado activamente pese a que no nos dieron ninguna solución concreta”. Y añade que ahora, con Laia Bonet como concejala del distrito, no hay ni interlocución: “Hemos pasado a ser ignorados del todo. Ni siquiera vino al primer consejo de barrio del mandato”. Y concluye: “Con todo, la sensación es que quien tiene la última palabra en cualquier actuación en el entorno del Park Güell es la empresa municipal BSM, que es la que lo explota”.

A les 14.00 del pasado miércoles, cuando este diario abandonaba La Salut, un Renault Scénic se colocó justo detrás del 116 cuando la pilona de la calle de Marianao bajaba para permitir el paso del bus de barrio. Y el coche logró colarse detrás.

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