Diseño urbano

El 'ecopanot' Barcelona, la vuelta de tuerca a un exitoso diseño centenario

El ayuntamiento, a través de la Fundació BIT Hàbitat, prueba baldosas nuevas más sostenibles pero sin cambiar su diseño

El panot: su historia, qué pavimentos hubo antes en Barcelona y que vendrá después

Barcelona probará panots sostenibles en Poblenou para implantarlos en toda la ciudad

El 'panot' de flor se erige como embajador de Barcelona

Cuatro ejemplares de panot Barcelona

Cuatro ejemplares de panot Barcelona / Joan Cortadellas

Carlos Márquez Daniel

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EL PERIÓDICO rescata en una serie especial para estas fiestas navideñas algunas de las historias de este 2023 que por el alud de informaciones que se generan en el día a día merecen una nueva mirada y atención.

Barcelona dejó de ser 'can fanga' porque las calles polvorientas por las que el agua y el barro bajaban sin control empezaron a convertirse en un puzle de pequeñas baldosas. También los adoquines dejaron paso al asfalto, de manera que por aquí los carruajes y los tranvías, y por ahí los paseantes. Hay pocos elementos en el mundo tan queridos y a la vez tan pisoteados como el panot Barcelona, ese alicatado urbano en forma de flor, de paternidad indefinida (la teoría más común es que se inspiró en la reforma que Puig i Cadafalch hizo en la casa Ametller, en el número 41 de paseo de Gràcia) y que con el paso de las décadas apenas ha sufrido alteración alguna.

Hasta ahora. Hay novedades, pero no en su apariencia, que es y será la de siempre. Se actualiza en su corazón. No se cumple el manido 'karma' de Disney, eso de que la belleza está en el interior, pero sí vale la pena ver qué ha cambiado y por qué.

El sello de Escofet, en la calle de Aribau

El sello de Escofet, en la calle de Aribau / El Periódico

Escofet es la empresa que quizás más se haya asociado con el panot Barcelona. Se fundó en 1886, menos de 30 años después de la aprobación del plan de Ensanche de Barcelona (1859), firmado por un tal Ildefons Cerdà, el urbanista al que la ciudad sigue dedicando una cochambrosa rotonda. Así las cosas, era normal que una compañía dedicada a la fabricación de pavimentos se hinchara a trabajar en esa ciudad por levantar, en la que antes todo eran campos. Daniel Milà es su director general, y aunque lleva menos de un año en el cargo, ya se ha impregnado del ADN de la firma: "Viajo por el mundo y voy mirando el suelo para ver si es de los nuestros".

Cosa de tres

No interpreten este artículo como un publirreportaje. Tampoco como un favor o un homenaje a nadie. Sería como hablar de la historia del Barça y no recurrir a Rexach, Alexanko, Asensi o Sadurní. Escofet lleva 137 años embaldosando la ciudad, así que sin duda algo sabrán sobre vestir calles. La empresa, de hecho, es una de las tres que compiten para actualizar el popular panot. Durante un año, sus propuestas cubrirán parte de la calle de los Almogàvers, entre Badajoz y Roc Boronat. El reto lo lanzó el ayuntamiento a través de la Fundació BIT Hàbitat y las baldosas se están colocando, de manera que durante 12 meses, como si esto fuera una cata de vinos, los técnicos municipales comprueben cuál de ellas cumple mejor con los requisitos del siglo XXI.

La fiebre comercial del panot, presente en muchos comercios de Barcelona

La fiebre comercial del panot, presente en muchos comercios de Barcelona / Joan Cortadellas

Cuenta Milà que cada ciudad pide cosas distintas, adaptadas a sus peculiaridades. Pero hay una constante: "Lo que realmente cuenta es el diseño, pero en los últimos años ha crecido mucho la demanda de pavimentos drenantes para poder aprovechar el agua". Sostiene que en el norte de Europa hay muchas ciudades en las que la normativa obliga a instalar este tipo de suelos que no dejan escapar el agua. Y admite que Barcelona no es de las metrópolis mejor preparadas en esta materia.

Las mejor preparadas coinciden con climas húmedos, por eso llama la atención que aquí haya llegado tan tarde esta visión de cero derroche de la lluvia. Es, de hecho, uno de los requisitos del nuevo panot: que contenga material reciclado, que genere menos ruido, que sea más resistente y duradero, más poroso y que reduzca la huella de carbono en su producción. O sea, un pavimento que eche una mano en la lucha contra el cambio climático.

Sostenibilidad

En la era del emprendimiento, que un producto triunfe y funcione como lo hacía 100 años atrás es la mejor reivindicación de que quizás no hace falta tanto 'punch' a la hora de inventar. "Si hubiera cambiado, seguramente no sería tan icónico como lo es ahora", señala Milà, en referencia al panot. La única manera de mejorarlo era darle una pátina de sostenibilidad. Y por ahí iban los tiros del concurso municipal. Las tres propuestas que se aplicarán llevan por denominación ‘Panot del siglo XXI’, ‘Panot +’ y ‘R3PANOT'. Esta última es la que lleva el sello de Escofet.

Cuenta el responsable de la compañía que, si bien antes todo era cemento, arena y agua, ahora entran el juego otros elementos: "El 30% de los áridos utilizados son reciclados, cosa que nos permite reducir entre un 70% y un 80% las emisiones de CO2". El 'ecopanot' tiene vocación de llegar al 100% de material reutilizado, pero para ello debe resolverse un asunto de absorción excesiva de agua para poder ir más allá.

Tres tipos de baldosas conviven en un punto de la calle de Ganduxer

Tres tipos de baldosas conviven en un punto de la calle de Ganduxer / Julio Carbó

¿Y cómo afecta a estas empresas el hecho de que las ciudades se pacifiquen y pierdan las aceras en favor de plataformas únicas? "El nuevo urbanismo nos ayuda mucho, porque empresas como la nuestra no solo hacen pavimento, también mobiliario urbano. En calles con más espacio para el ciudadano y más zonas de juego, intentamos cubrir necesidades aportando además diseño, como hicimos en su momento con el panot". Es el maridaje de las urbes contemporáneas, en las que el coche deja paso a una convivencia en la que la buena iluminación, los espacios abiertos y seguros y el diseño generan una nueva biodiversidad social. Y bajo los pies, como siempre, el panot Barcelona.