Padrón menguante

La discreta despoblación de la periferia de Barcelona, con Canyelles al frente

DATOS | Los barrios de Barcelona que más población pierden y los que más crecen

El Gòtic se repobla con vecinos jóvenes y extranjeros: ya casi no hay niños ni ancianos

Vista de los característicos bloques de pisos de Canyelles, en Nou Barris

Vista de los característicos bloques de pisos de Canyelles, en Nou Barris / Joan Mateu Parra

Meritxell M. Pauné

Meritxell M. Pauné

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EL PERIÓDICO rescata en una serie especial para estas fiestas navideñas algunas de las historias de este 2023 que por el alud de informaciones que se generan en el día a día merecen una nueva mirada y atención.

La radiografía de barrios que ganan y pierden población en Barcelona destapa muchas tendencias que han pasado desapercibidas. Como expone EL PERIÓDICO en este completo reportaje con infografías, los empadronados en la capital catalana han aumentado un 10,4% pero su distribución territorial es muy dispar. Mientras que el centro de la ciudad se ha repoblado en el último quinquenio, los distritos obreros periféricos viven una sostenida pérdida de residentes desde 2001.

Seis barrios de Barcelona tienen un saldo negativo de población al comparar el padrón de 2001 y el de 2023: Canyelles (-16%), la Guineueta (-2,5%), Can Peguera (-2%), el Carmel, Sant Martí de Provençals (-1,5%) y la Verneda i la Pau (-2,6%). Están situados en el corazón de los distritos de Nou Barris, Sant Martí y Horta-Guinardó: los tres son territorios urbanizados durante el desarrollismo (años 60 y 70) con grandes bloques de pisos adquiridos por familias trabajadoras que han vivido en ellos toda su vida.

En los extremos de estos mismos distritos, por el contrario, sí hay crecimiento: alquileres más bajos atraen a la actual inmigración y promociones de obra nueva ocupan las parcelas que quedaban sin edificar. Sucede en el Besòs, Horta, Ciutat Meridiana y Porta, por ejemplo. En núcleos más pequeños como la Clota, Vallbona o Torre Baró, donde cualquier cambio rápidamente dispara el porcentaje, se intuye el estreno reciente de vivienda pública.

Una joven pasea a su perro en el barrio de Canyelles, en Nou Barris

Una joven pasea a su perro en el barrio de Canyelles, en Nou Barris / Elisenda Pons

Esta disparidad dentro de un mismo territorio ha ‘escondido’ el retroceso de los vecindarios menguantes. De hecho, la estadística del padrón por distritos no muestra ningún saldo negativo. Simplemente cinco crecen por encima de la media (Ciutat Vella, Sants-Montjuïc, Sarrià-Sant Gervasi, Sant Andreu y Sant Martí) y los otros cinco se quedan por debajo del 10% (l'Eixample, Les Corts, Gràcia, Horta-Guinardó y Nou Barris).

Canyelles, el increíble barrio menguante

El caso más extremo es el barrio de Canyelles, en Nou Barris. Los datos oficiales del padrón de Barcelona lo coronan como el vecindario que más población ha perdido en porcentaje en lo que llevamos de siglo XXI. Su -16% se explica en parte por el reducido tamaño de la barriada: oficialmente ha perdido algo más de un millar de vecinos solamente, al pasar de 8.090 a 6.786 en dos décadas. Sin embargo, fuentes vecinales apuntan que el retroceso real es mayor porque arrancó mucho antes del cambio de milenio.

Ha pasado un tanto desapercibido porque no hay solares vacíos ni edificios fantasma: tiene lugar en el interior de los hogares, integrados por cada vez menos miembros. Dicho simple: en un piso que tuvo 4, 5 o 6 integrantes hoy viven solo una o dos personas mayores una vez todos los hijos se han emancipado. Canyelles nació hace ahora medio siglo: fue el último barrio obrero alzado por el consistorio franquista, que lo concibió en 1974 con unos estándares ya muy superiores a los de los primeros polígonos.

“Somos un barrio muy envejecido y longevo: cuando se construyó vinimos un montón de treintañeros con 2 o 3 hijos y hoy la mayoría tenemos más de 70 años”, asevera Manolo Sánchez, histórico presidente de la AVV Canyelles. Presume de "calles anchas”, un ambiente “tranquilo" y "aire puro" a los pies de Collserola, por lo que apenas salen pisos a la venta ni a alquiler. “Al principio a los taxistas les daba miedo subir aquí y hoy somos uno de los mejores barrios de Barcelona”, proclama, aunque recuerda cuánto tuvieron que batallar el mercado, el metro y tantas otras prestaciones.

Critica que el consistorio les prometiera hace años unos 200 pisos públicos en la calle Antonio Machado y aún no se hayan hecho: “Regesa proyectó tres bloques y pedimos a los jóvenes del barrio que corrieran a apuntarse a las listas de solicitantes”. Lamenta que “la mitad de tiendas están cerradas", pero lo atribuye más a los nuevos hábitos de compra y la vida sacrificada de comerciante que a la edad de los clientes. La fiesta mayor se ha escapado del envejecimiento, en cambio, al apostar por conciertos y atracciones a las que asisten vecinos de todo el distrito.

Los barrios que se empequeñecen

El mismo envejecimiento se deja notar también, aunque con un impacto mucho menor, en el padrón los otros cinco barrios que decrecen en una Barcelona que en teoría gana vecinos. “Se edificó todo de golpe y se llenó de familias jóvenes cuyos hijos se han ido del barrio”, sintetiza Albert Recio, vicepresidente primero de la FAVB y activista vecinal de Nou Barris. “Al menos aumentan los metros cuadrados por cápita”, ríe.

El historial inmobiliario de cada área es determinante: “Canyelles no se densificó tanto como Roquetes o Prosperitat, que están al lado pero donde el terreno era muy barato y se construyó mucho”, compara. En Ciutat Meridiana durante la burbuja salieron muchos pisos a la venta y se rejuveneció, pero a los nuevos vecinos les atropelló la crisis hipotecaria y proliferaron los desahucios. “Porta tenía muchos ‘huecos’ alrededor de la plaza Sòller y el cementerio, que en los últimos años se han edificado con promociones de obra nueva”, apostilla.

En conjunto, advierte, Barcelona “se rejuvenece básicamente gracias a la inmigración”. La disponibilidad, mucho más que las preferencias, marcan la distribución de este flujo de llegadas: “La gente va donde encuentra sitio”. A los barrios obreros sin apenas oferta de pisos, concluye Recio, difícilmente llegarán jóvenes.

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