Rutas de madrugada (3)
Barcelona, 5am: autopista al infierno
Bernat Gasulla
Subdirector
Barcelona, 5am. Esta madrugada tocan vías rápidas.
Parecía que no iba a llegar nunca, pero el tranvía por la Diagonal ya toca nuestras puertas. El debate más destructivo de Barcelona, que se ha cobrado la carrera política de alcaldes y concejales y que ha puesto en pie de guerra a buena parte de nuestros 'botiguers' de la avenida, ya se ha materializado en obras. Y uno de sus puntos neurálgicos es la demoniaca confluencia de Diagonal, Aragó y Marina, pasado Glòries. Pero vamos por pasos.
Desde el número 0 de la Diagonal hasta Glòries todo parece normal. Pocos transeúntes (nada comparable con las riadas humanas del Primavera Sound) y algunos pacientes trabajadores o fiesteros. La línea T4 del tramvía está, como la L3 del metro, en hibernación hasta el nuevo curso.
La perspectiva ascendente de la Diagonal ofrece casi dos kilómetros de imágenes borrosas de siluetas aisladas de transeúntes, runners o patinetes. En mitad del tronco central del bulevar que es la Diagonal en ese tramo, el vestigio de una juerga desfasada: un banco arrancado de cuajo y plantado en plena avenida. Algo muy parecido a una ciudad fantasma.
En mitad del tronco central de la Diagonal, el vestigio de una juerga desfasada: un banco arrancado de cuajo y plantado en plena avenida
El festival del albañil
Al llegar a Glòries, el festival del albañil y el urbanista. Vallas, zanjas, señales provisionales y casi siempre contradictorias abren al ciclista madrugador las puertas del infierno. La indicación que ayer señalaba la ruta para huir del inframundo, hoy no está. La vía que ayer estaba abierta, hoy ha desaparecido. Un caos que se ha extendido a buena parte de la Diagonal y de la castigada calle de València. Tras el oscuro laberinto de vallas, generadores y casetas para los trabajadores, la luz al final de túnel: Aragó.
La calle de Aragó sigue siendo lo más parecido a una autopista urbana. Y convive además con la madre de todos los carriles-bici. Ancho y cómodo. Pero, como todas las autopistas, espanta la vida.
Es el reino del coche, de la moto, el taxi y el bus, incluso a las 5am. Pero, a excepción de los cruces con el Paseo de Gràcia y la Rambla de Catalunya, apenas hay vida, más allá de los deslumbrantes supermercados de 24 horas (estaría bien saber cuánto pagan de luz estos templos vacíos de la compra 'full time').
El paraíso del ciclista se acabo justo al llegar a la avenida de Roma. Todo se estrecha, pero la animación sigue sin aparecer. Brigadas de limpieza con sus vehículos se reúnen en el Carrefour Express de la gasolinera del cruce con Casanovas y emprenden la que va a ser una calurosa jornada. Desfilan por Aragó tras cargar las pilas rumbo a la calle Tarragona.
Y es ahí, en las inmediaciones del parque de Joan Miró, cuando al fin se ve a la gente. Una ruidosa horda de jóvenes se ha atrincherado en unas escalinatas próximas al Safari Disco Club. La palabra botellón no define exactamente lo que se puede ver. Es un especial y gregario fin de fiesta. Bien está lo que bien acaba. De la masa se disgregan poco a poco parejas y solitarios para acabar diluyéndose quién sabe cuánto tiempo después.
Barcelona 5am. Desde el inframundo de las obras del tranvía de la Diagonal hasta la fiesta juvenil callejera.
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