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La gruta del fuego del Raval

La tienda secreta de las ‘influencers’

La tribu de hielo de Barcelona

Aquí se palpa más solera que en la coronación de Carlos III. Por este taller de forja de Barcelona pasan herreros de todo el mundo. En EEUU tienen hasta su propio 'reality'

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A1-173980190.jpg / Xavier González

Ana Sánchez

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Vas caminando por el Raval, bajas unas escaleras en penumbra, y –¡zas!- apareces de golpe en la Edad Media. Le pedirías a alguien que te pellizcara, pero la mayoría tiene un hierro candente entre manos. Se palpa más solera que en la coronación de Carlos III. Ves herreros martilleando, yunques de 200 años y cuatro fuegos que se vigilan con más precisión que si estuviera delante la madre de dragones de ‘Juego de tronos’. “Esto es más real que lo que puedes ver en la tele”, garantiza Guille. 

Guillermina Morales. Guille. En Israel, la llaman Julie Molie. “Mi maestro no conseguía decir mi nombre y así me bautizó”, se ríe. Puedes toparte con obras suyas hasta en la Sagrada Família. Lo mismo te enseña a distinguir los colores del fuego que a hacer un cuchillo vikingo. Fue quien organizó las cinco ediciones del festival Forja Viva, ahora reconvertido en asociación cultural. Se recomienda ir a verla sin ropa inflamable

Hace 20 años que instaló su taller en este oasis atemporal del Raval (Sant Ramón, 25). Tallerdeforja.net, se lee a pie de calle en un portón que aparece en libros. “Lo rescaté”, recuerda Guille. "Debajo de muchas capas de pintura, descubrí un sello de Cierres Puntí", los colaboradores artesanos de Gaudí. “Lo que tengo aquí montado –resopla-… es un milagro”, se ríe. ¿Que cómo lo hizo? Se encoge de hombros. “Soy muy testaruda y creo en lo que defiendo".   

Vista general del taller de forja de Guillermina Morales en el Raval.

Vista general del taller de forja de Guillermina Morales en el Raval. / Xavier González

Por su taller circulan herreros de todo el mundo. “Hace poco vinieron 50 de EEUU –recuerda Guille-. Había unas cuantas chicas, dos de ellas directoras de escuela de forja”. En los últimos 10 años, apunta, se ha puesto muy de moda. "Hay importantes escuelas y muchos herreros en EEUU”. Hace 9 temporadas que tienen su propio ‘reality’: ‘Forjado a fuego’ (canal Historia). 

Forjar: “Es calentar el hierro y trabajarlo candente”, resume. “Por supuesto que las máquinas cada vez hacen más trabajo, pero no tienen alma. Y eso es lo que tenemos aquí: alma –señala a los alumnos de hoy martilleando-. A partir del fuego, transformas algo que tiene tu huella”. 

Uno de los potenciales martillos recién salido de la fragua.

Uno de los potenciales martillos recién salido de la fragua. / Xavier González

El de hoy es un curso-homenaje a Uri Hofi, el maestro de Guille, un peso pesado del oficio de Israel. A su alumna aún le tiembla la voz al hablar de él. Murió el pasado marzo. “Era un sabio, un gran científico y un chamán –da fe la forjadora-. Era capaz de hacer fácil lo imposible”. Y acababa sus herramientas dándoles un beso. “Amaba todo lo que hacía”. 

Hoy son 8 alumnos, es el número máximo de estos cursos. Están acabando de moldear un ‘Hofi’s hammer’, un diseño del maestro homenajeado. Se pagan más de 200 euros en internet por un martillo hecho por él. Ha venido a enseñarles desde Israel Boaz Yakin, director de la escuela superior de forja Uri Hofi. Todo el mundo –garantiza el maestro- puede hacerlo. “Mi secreto –desvela- es paciencia y paciencia”. 

"Te conectas con lo ancestral"

Por este taller del Raval han pasado alumnos de 12 años y de 86. Viene gente de todo tipo, asegura Guille. “De todo. Menos abogados, que solo he tenido una en 17 años”, se ríe. ¿Qué engancha? “El fuego –responde la forjadora de carrerilla-, te conectas directamente con lo ancestral”. Es un oficio que se remonta “más de 5.000 años –calcula-. Que sepamos”.

“Perdona los gritos”, se disculpa Guille. “Tengo un megáfono”, se ríe. Aquí se habla con los cascos puestos, entre martillazos, chispas, delantales de cuero y manos ennegrecidas. La escena es hipnotizante. “Para mí es volver al origen –confiesa Jordi, uno de los alumnos, profesor de antropología-, te recuerda de dónde venimos”. “Esto no lo puede hacer el ChatGPT”, se ríe al lado Pep, informático. “Estás mirando con los ojos –le corrige Boaz mientras lija su pieza-. Sigue a tu corazón”. 

El maestro israelí Boaz Yakin (derecha) enseña a hacer un martillo, este lunes, en el taller de forja del Raval.

El maestro israelí Boaz Yakin (derecha) enseña a hacer un martillo, este lunes, en el taller de forja del Raval. / Xavier González

Te da apuro sacar el móvil para posturear. “Yo soy muy respetuosa con el oficio –insiste Guille-. Yo lo que enseño es a forjar. Empezar por conocer el oficio”. Su curso de iniciación a la forja es de ¡60 horas! “Y es poco”, se ríe. “Ahora la gente quiere ser artista enseguida”, menea la cabeza. 

Antes de coger un martillo, hay que aprender a manejar el fuego, eso lo primero, y a distinguir los colores del hierro entre el carbón. “Es lo más importante”, te dice Guille. “Eso se lo explico a ellos –señala a sus alumnos martilleando-. Van a pegarle golpes al hierro y no se acuerdan de calentar bien. Si no calientas bien, te haces daño con los golpes y no avanzas el trabajo”. Hay que calcular a ojo que el hierro esté entre 800 y 1.100 grados.

12 horas para hacer un cuchillo

“El mundo va muy rápido –resopla Guille-. Y esto es algo que requiere tiempo. En un día te haces un cuchillito. Pero en un día de 12 horas”. Este año tiene cursos de cuchillería, herramientas, escultura y hasta de ‘mokume gane’, una colorida técnica japonesa. Duran entre 12 y 60 horas

¿Qué se necesita para ser un buen herrero? “Conocimiento –responde Guille-. Todo se aprende. Hay gente que tiene más facilidad, pero con perseverancia todos podemos. Yo, por ejemplo, no estoy tan fuerte como los hombres, pero suplo esa fuerza con ayudantes y máquinas”. ¿Cuesta entrar en un oficio de hombres? "Cuando empecé, a todos les hacía gracia tener a una mujer cerca -dice-. Luego les hizo menos gracia que pudiera ser más capaz que muchos de ellos".

Acaba el curso. Todos los alumnos le dan un beso a sus martillos recién nacidos. ¿Que por qué es un oficio que no caduca? Guille se encoge de hombros: “Porque sigue siendo útil”. 

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