Balance de mandato (II)

Barcelona y el turismo: menos preocupación ciudadana, más presión para mejorar el modelo

La búsqueda de viajeros de calidad y su descentralización no bastan para quienes reclaman un decrecimiento

Turismo en Barcelona

Patricia Castán

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Barcelona acaba el mandato con el eterno debate sobre el modelo turístico en un momento mucho menos caliente que cuando comenzó. Dos años sin visitantes y con buena parte de la actividad económica vinculada al turismo paralizada por la pandemia sirvieron para poner en valor su peso económico. Enfriaron la turismofobia de un sector de la ciudadanía y suavizaron los posicionamientos más extremos. Pero se abrió también una puerta al sueño de un 'borrón y cuenta nueva', un reset, que permitiese hacer las cosas mejor en pos del turismo de calidad y la famosa despresurización del centro de la ciudad. El objetivo es tan ambicioso que ya resuenan las voces críticas sobre la 'ocasión pérdida' y el regreso masificado de turistas. El debate regresa con algunos datos esperanzadores, cree el sector, y con el turismo caído del podio hasta la 12ª posición entre las preocupaciones de la ciudadanía, según el último sondeo municipal.

Pese a todo, si las previsiones de nuevos récords de visitantes a corto plazo se cumplen, la gestión del turismo volverá a ser uno de los protagonistas del nuevo mandato. Su impulso a la recuperación de la facturación y el empleo en sectores como la hotelería, la restauración, el comercio y los servicios han sido tan evidentes que son mayoría los barceloneses que lo consideran como importante para la ciudad, según la misma encuesta. Pero las externalidades que generan en el centro de la ciudad y zonas que albergan iconos locales pueden tensar la convivencia si no se actúa al respecto.

La recuperación acelerada de la actividad desde hace un año y la previsión de nuevos récords para este 2023 devolverán el protagonismo a un sector que durante la pandemia evidenció su peso económico

La recuperación se inició en primavera de 2022, así que los balances finales del año aún quedaron por debajo de las cifras de 2019. Hubo 6,96 millones de turistas alojados en hoteles con una ocupación media del 77,15 anual (frente a los 9,47 y 82,8% prepandemia), pero la estancia media se alargó hasta 2,6 noches. No obstante, los precios por habitación aumentaron un promedio de 12 euros, que vinculan a un viajero de más poder adquisitivo. En pisos turísticos fueron 2,36 millones. Mientras que los cruceros recuperaron el volumen de escalas aunque viajaron con muchos menos pasajeros (2,3 millones en términos de movimientos, porque algunos usuarios se contabilizan dos veces al entrar y salir, frente a los 3,13 de 2019). Pese a la menor afluencia, Colau ha convertido a este ámbito en cruzada política, con futuros planes de reducción del mercado, para irritación del Port de Barcelona y el sector.

La ciudad ha implementado en los últimos años acciones como la restricción de autocares, la digitalización de las reservas para equipamientos culturales que eviten colas, las visitas en grupo reducidas a zonas críticas de Ciutat Vella o, sobre todo, la prohibición de nuevo alojamiento en buena parte de la metrópolis actualizando su plan especial urbanístico de alojamiento turístico PÈUAT.

Las decisiones y los objetivos

El consorcio público-privado Turismo de Barcelona dedicó los largos meses de parálisis a trazar estrategias para reabrir los mercados más convenientes para la capital catalana (de visitas a operadores de EEUU a la reciente de China, con objeto de potenciar mercados concretos de intereses culturales, gastronómicos, y tecnológicos, entre otros). También para favorecer un mejor control de los flujos de afluencias esos puntos calientes que generan una percepción negativa de la actividad. Entre el legado del mandado quedan, pues, la App Check Barcelona de control de afluencias; y los nuevos programas para captar nuevos públicos de calidad (el de Ciencia, con apertura de nuevos espacios científicos; el Workation para trabajadores digitales que traen su talento durante una temporada a la ciudad; o el Market Place Sefarad, específico para el segmento judío), por ejemplo.

Respecto al objetivo pendiente de la descentralización que oxigene a Ciutat Vella, se ha lanzado un programa de Experiencias de ciudad en diferentes distritos, y se han incentivado las visitas a lugares destacados de la llamada Región Barcelona, fuera del municipio. La gran pregunta es si es realista creer que un viajero abra sus rutas (implicando más tiempo y recursos) cuando el epicentro barcelonés (como sucede en tantos grandes destinos) concentra tantos ganchos. En favor de Barcelona juega el alto volumen de visitantes repetidores, un 61,9% en 2021, supuestamente más motivados para redescubrir la ciudad por otras vías.

Los Comuns no disimularon desde el inicio de su primer mandato sus recelos sobre la estructura del consorcio turístico, con intenciones de liderar esta herramienta. La entrada en escena de los socios socialistas, con Jaume Collboni a la cabeza del área económica y Xavier Marcé del Turismo, ejerció de bisagra y parece haber consolidado el modelo de colaboración nacido en 1993 entre ayuntamiento, Cambra de Comerç y la Fundació Barcelona Promocíó. Tras cuestionar el crecimiento turístico y recortar las alas a la promoción durante unos años, la pandemia evidenció la necesidad de apostar por la promoción a la carta, frente al riesgo de dejar que fuera el libre mercado, las ofertas de despedidas de soltero o los viajes 'low cost' quienes ejercieran de motor de reservas.

El otro caballo de batalla del sector ha sido la sostenibilidad, que se ha traducido hasta ahora con la certificación Biosphere para 800 empresas del sector. Algo que no evita que este sea uno de los puntos que atacan entidades que defienden el decrecimiento, como la FAVB. Su responsable de Turismo, Pere Mariné, es crítico con el Plan de Sostenibilidad Turística en Destinaciones de Barcelona presentado recientemente por Marcé, y reclama más participación ciudadana en decisiones sobre el sector, más oferta de ocio enfocada en el barcelonés, más medidas preventivas para prevenir la "masificación" como ha sucedido con el Túnel de la Rovira, un plan para reducir más los visitantes en zonas congestionadas como el Gòtic o la Sagrada Família. "Hacen falta medidas, normas y restricciones", insiste.

Poner en valor la tasa turística

Patronales como la hotelera, en cambio, critican que normativas cerradas como el Peuat se han saldado con pérdidas sonadas como el veto a implantar el hotel Four Seasons --considerado de importancia estratégica por el tipo de viajeros que atrae y el gran número de puestos de trabajo, como ha demostrado en su implantación en Madrid--, en cuyo lugar se han levantado apartamentos de superlujo con mucho menos retorno para la ciudad. Por ello, reivindican que por encima de la generalidad se permita abrir hoteles cuando se trata de marcas de ese calibre o de recuperación de edificios históricos sin uso desde hace años por falta de recursos para su rehabilitación. El presidente del gremio, Jordi Clos, pide a los alcaldables que "quieran a la gran Barcelona", luchen para "recuperarla" y eviten los discursos que "alientan la turismofobia", habituales en algunos de concejales 'comuns'. Pero sobre todo defiende que se ponga "en valor al turismo", su aportación económica, su importancia para la oferta cultural y su inyección económica en forma de impuesto turístico, que solo se abona en Barcelona y Balears, y que este año se incrementará en la capital catalana hasta los 6,25 euros por persona y noche en las categorías más altas de alojamiento.

Precisamente, hoteleros y FAVB piden más transparencia e información sobre los usos a los que se destina esta tasa. Solo una parte es para promoción, y el resto apunta a subsanar efectos secundarios del turismo, pero también a proyectos variados que guardan relación con los barrios.

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