Finca singular

Una fatalidad derriba una de las últimas casas ajardinadas de un barrio de Barcelona

La vivienda resistía encajonada entre dos bloques en el Camp de l'Arpa y la solicitud para derruirla llegó apenas tres días antes de que el ayuntamiento dejara de conceder licencias para proteger el patrimonio del barrio

La casa situada en el número 111 de la calle Xifré, en Barcelona, antes de ser derribada.

La casa situada en el número 111 de la calle Xifré, en Barcelona, antes de ser derribada. / MERITXELL M. PAUNÉ

Jordi Ribalaygue

Jordi Ribalaygue

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El blindaje para tratar de frenar la desaparición de patrimonio histórico y sentimental de uno de los barrios de Barcelona no ha salvado que otra finca representativa del pasado de la ciudad haya sido arrasada. La piqueta ha reducido a escombros una peculiar vivienda de dos plantas, del barrio del Camp de l'Arpa del Clot, donde se tramita un plan de protección patrimonial desde abril pasado y que está pendiente de aprobación. La norma en ciernes debe evitar, precisamente, lo que no ha logrado frenar en esta ocasión. 

"¿Por qué puñetas no estaba protegida?", se ha preguntado esta semana el perfil de Twitter de Barcelona Singular, uno de los más atentos vigilando el estado del patrimonio desconocido y en riesgo de la Barcelona ajena al foco turístico. El lamento no está para nada fuera de lugar: la casa, encajonada entre bloques de factura reciente en el número 111 de la calle Xifré, era una de las últimas de su especie.

"Era parte de un grupo de tres o cuatro casas iguales que hubo en la misma calle. Las demás fueron derribadas ya hace años. Todas juntas tenían valor, ahora ya solo quedaba esta, embutida entre dos edificios", describe Miquel Catasús, vicrepresidente de la Asociación de Vecinos de Clot-Camp de l'Arpa. La entidad levantó la voz hace ahora casi un año, harta de que no se pusiera freno al goteo de derribos de edificios definitorios de la historia y la identidad del vecindario

El toque de atención para tratar de contener la sangría con urgencia desembocó en una suspensión de licencias de obras de nueva rehabilitación en el barrio. Entró en vigor en abril de 2022, cuando el ayuntamiento se concedió un año para redactar una norma para preservar edificios singulares del Clot-Camp de l'Arpa. De ahí el chasco que se han llevado los vecinos, convencidos de que la restricción vigente hacía imposible un golpe más a la esencia del barrio.

Imposible de parar

"En nuestra inocencia, pensábamos que ya no habría más derribos", reconoce Catasús, que comenta que otro derribo imprevisto meses atrás los puso en alerta: "En aquel caso, la licencia se había pedido antes de la suspensión y ya no se podía parar. Ahora ha pasado lo mismo. Nos enteramos en diciembre y nos sorprendió, porque hacía muchos meses que se había dictado la suspensión de licencias y el derribo aún no había empezado. Preguntamos al ayuntamiento y nos enteramos que la licencia se había dado tres o cuatro días antes de la suspensión".

La fatalidad de que el permiso se otorgase casi sobre la bocina ha imposibilitado revertir el derribo. "Han tardado en empezar pero, a nivel legal, ya no se podía hacer nada. Antes de saber que iría al suelo, no pedimos nada expresamente sobre esta vivienda. Confiábamos que no pasaría más", explica Catasús.

El directivo de la asociación de vecinos apunta que la finca no gozaba de gran valor. “Pero nos sabe mal todas las que se pierden, porque no quedan muchas”, señala. Catasús está seguro de que el plan de patrimonio salvaguardará viviendas similares del barrio: “Hay muchas casas bajas con jardín detrás pero como esta, con el jardín delante, no quedan apenas, cuando sí que había habido más antes. Queremos que se protejan, pero con esta ya no ha podido ser”. 

El colectivo vecinal cuenta con que el ayuntamiento apruebe de forma inicial la regulación hacia marzo o abril. Será tan solo el primer paso y, con las elecciones municipales entre medio, lo previsible es que la norma se demore hasta el año que viene para entrar en vigor.