Barcelona Global

Daria Shornikova: "Barcelona es un caleidoscopio de impresiones"

Nacida en San Petersburgo, ha vivido en múltiples ciudades de Europa y desde hace 8 años reside y trabaja en Barcelona

Daria Shornikova, de 33 años, es Brand & Communication Director en ISPD

Daria Shornikova, de 33 años, es Brand & Communication Director en ISPD / B.G.

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Daria Shornikova, 33 años, casada. Nacida en San Petersburgo, Daria ha vivido en Luxemburgo, París, Santiago de Compostela y Madrid antes de mudarse a Barcelona hace 8 años. Actualmente es Brand & Communication Director en ISPD, un holding de marketing cognitivo de origen catalán que opera en 7 países. Su trayectoria en gestión cultural, innovación y comunicación también la ha llevado a ser TEDx speaker.

¿Por qué escogiste Barcelona?

Mi primera visita a Catalunya fue muy auténtica. Entre la Festa Major de San Félix en Vilafranca y La Mercè con Manel tocando su primer disco, tuve el lujo de empezar a conocer la ciudad desde muy adentro, con guías excelentes y muy generosos. La decisión de venir a vivir aquí luego fue fácil porque también tenía mucha network de mis proyectos anteriores. Además, ya hablaba catalán y Madrid no tiene mar.

¿Qué aspectos de la ciudad destacarías como positivos?

Barcelona es un caleidoscopio de impresiones y experiencias. No es una ciudad homogénea: Gràcia, El Raval y Poblenou, por ejemplo, te ofrecen tres maneras totalmente distintas de vivir la ciudad, y las tres están a media hora caminando. Al principio me chocaba y me costaba ubicarme en este mestizaje cultural, pero ahora es de las cosas que más disfruto.

Me gusta el cariño por la tradición catalana, combinado con la apertura a la innovación y tecnología. El recuerdo de lo ancestral es clave para que una sociedad se desarrolle en armonía. Por otro lado, en el mundo de la tecnología, aunque haya mucho ruido, la concentración de talento, inversión y oportunidades institucionales ayuda a descubrir auténticas perlas. Las empresas que se han creado aquí sí tienen mucho impacto positivo en el estilo y la calidad de vida.

Cuando llevas mucho tiempo dentro, te acostumbras, pero las personas que vienen de visita te recuerdan la suerte de estar bien conectados, con fácil alcance a todo tipo de plan de fin de semana, poder ir caminando a trabajar, comer con ingredientes crecidos aquí al lado y con un nivel gastronómico espectacular. Es una ciudad que compite con las ciudades líderes del mundo y a la vez tiene el encanto del localismo. Encontrarte conocidos por la calle es algo poco común para una megalópolis.

¿Qué aspectos de la ciudad hay que mejorar? ¿Cómo?

Al igual que preservar la tradición y tener muchas personas diversas en el mismo sitio es algo positivo, está el otro lado de vivir la diversidad en una ciudad a la que todavía le queda camino. La permeabilidad de las nuevas tendencias y personas todavía cuesta, los de ‘aquí’ y de ‘allí’ siguen existiendo en mundos paralelos. Hay poco diálogo, poca apertura, poco interés por el cambio inevitable hacia la globalización e integración.

A Barcelona le falta mirar más hacia fuera para adoptar aquello que le permita seguir preservando la tradición y a la vez disfrutar del nuevo mundo 'glocal’, convivir de una manera mucho más sincera entre los diversos grupos, dejar entrar a nueva energía. El peligro de no hacerlo es caer en la provincialidad y consolidar los ghettos.

¿Cuáles crees que son los puntos fuertes de la ciudad para superar la crisis?

Barcelona tiene muy buena imagen. La afluencia de talento no para, las empresas siguen invirtiendo y abriendo hubs aquí, siempre hay gente con ganas de hacer, cambiar y mejorar. La energía de hacer negocios, de buscar soluciones y de sobrevivir, tan propia de un puerto, es algo que impulsa a la ciudad a superar obstáculos. La filosofía de un castell y el sentimiento de grupo tan fuerte que hay aquí es otra de las ventajas que hace que se busquen soluciones para muchos, no para uno. Y no solo esto, Barcelona sigue contando con grandes reclamos para el público: MWC, PS, Sónar, ahora con la Copa América, que atraen movimientos de todo tipo. La tendencia actual del hedonismo nihilista, de querer disfrutar del momento, aunque sea un poquito, por muy complejo que sea el contexto, nos seguirá llevando a las calles, terrazas, y apoyando todo lo que es el ámbito social y de entretenimiento.

¿A que retos crees que se enfrenta la ciudad?

(Des)igualdad, inclusión, precios de alquiler, movilidad, gestión de residuos… Mi opinión es más bien de observadora, no trabajo en una industria directamente responsable. Por ejemplo, con las últimas dos quiero creer que sea el típico bache en el proceso de transformación y acabaremos con un buen resultado, pero queda mucho trabajo todavía. El tema del alquiler es lo que empuja a muchos fuera de la ciudad, y esto resta a la riqueza cultural y social. Se está volviendo una comunidad muy segmentada económicamente y esto da pie a que prosperen los prejuicios y distanciamiento social entre las personas.

¿Qué esperas de la Barcelona de los próximos años?

Magnitud. Me gustaría ver más velocidad, más ambición, más escala tanto en los proyectos institucionales y del ayuntamiento, como más libertad y facilidad para que aterricen en Barcelona proyectos de gran relevancia internacional. Que no solo satisfagan los gustos de siempre, sino que haya atrevimiento de probar cosas nuevas, de abrirse y participar en la conversación de un nivel más alto y más conectada con otros lugares. Confío que esto puede ayudar a mejorar la convivencia e invite a aprender y enseñarnos cosas, los de aquí, de allá y de cualquier parte.

¿Cuál sientes que es tu ciudad? ¿Qué es lo que más echas de menos?

Cuando cojo un avión para ir a Barcelona, pienso ‘voy a casa’. Cuando hablo de San Petersburgo, también digo ‘mi casa’. Pertenezco a este gran grupo de personas transmigrantes, que tenemos casa y conexión en varios sitios. Lo que echo de menos del sitio donde nací son los lazos de sangre y las amistades de raíz, los olores de la infancia, que se entiendan las bromas y referencias que nacen de mi consciencia post-soviética. Y cuando estoy con gente que habla ruso, cuesta introducir el humor de aquí. Es la condena y la bendición de los transmigrares, siempre buscar nuevas puertas hacia las personas y experiencias en cada lugar.