Barcelona

Colas y riñas por los ascensores del metro, ¿una muerte de éxito?

La demanda espontánea deja a menudo en el andén a personas con movilidad reducida, pese a que tienen prioridad

Cola en uno de los ascensores del metro de Barcelona

Cola en uno de los ascensores del metro de Barcelona / Ricard Cugat

Abel Cobos

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“¿Un huequecito para el niño, me dejáis?”, dice una usuaria del metro, intentando maniobrar con el carrito dentro de un repleto ascensor que la llevará al vestíbulo de la parada Badalona Pompeu Fabra (L2). “Cada día es lo mismo”, asegura otra mujer, Míriam, de 37 años, que coge el metro cada mañana acompañada de un carrito. Y es que los ascensores del metro de Barcelona tienen un éxito evidente que va más allá de la función original de herramienta para eliminar barreras arquitectónicas.

Los usan cada día cientos de viajeros que no tienen ninguna limitación de movilidad pero los prefieren a las escaleras mecánicas por comodidad o rapidez. Es especialmente visible en las estaciones más profundas, como las de la L9 y la L10, o en las paradas con mucho flujo de pasajeros en hora punta.  

“No es solo una persona, ni dos, ni tres, son todas. Esta parada tiene el ascensor apuntando para una calle y las escaleras hacia la otra, y por no rodear los arbustos, siempre cogen el ascensor”, ejemplifica Míriam desde Badalona. Se queja de una inercia que es ya sistemática a pesar de la prioridad de uso para personas con movilidad reducida.

Una preferencia que incluso se explicitado en rótulos para que no haya excusas. “Todos los ascensores del metro cuentan con carteles donde se establece el uso prioritario para personas con movilidad reducida y mayores”, argumentan portavoces de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB). Además recuerda que la red de metro de la capital catalana es una de las más accesibles del mundo, con un 92% de estaciones adaptadas.

Sin embargo, la concienciación social no va tan de la mano y a menudo los usuarios que realmente necesitan el ascensor se sienten relegados. Jana, de 29 años, cuya madre está en silla de ruedas y requiere asistencia, afirma que se siente discriminada por el incumplimiento de la prioridad de uso: “Me da muchísima impotencia tener que esperarme en el andén porque otros que sí podrían usar las escaleras cogen el ascensor”. Las respuestas que recibe aún la enervan más: “Me responden tienen prisa… ¡Como si yo no la tuviera, o como si no importase si nosotras la tenemos o no!”, asegura indignada y resoplando.

Usuarios de uno de los ascensores del metro de Barcelona

Usuarios de uno de los ascensores del metro de Barcelona / Ricard Cugat

Por ello defiende una mirada transeccional en la accesibilidad para que sea lo más universal posible: “¿Qué pasa cuando vas con un caminador, con un carro de la compra, con un cochecito? Hay mucha variedad de perfiles de personas que usan el transporte público y todas tienen diferentes necesidades”. Las colas innecesarias para el ascensor, recuerda, “no es solo discriminatorio hacia mi madre, sino también hacia mí que asumo las tareas de cuidados”.

Distancias sanitarias

La gran demanda de los ascensores empuja a aprovechar cada viaje con el máximo de pasajeros que quepan. Sin embargo, compartir el trayecto durante los meses más duros de la pandemia no era muy recomendable. Lo recuerda María José, de 41 años, que viaja acompañada de dos criaturas, una de ellas en carrito. “Durante el Covid, cada vez que me subía, alguien se metía también”, cuenta, a pesar de que se recomendara no mezclar integrantes de diferentes burbujas de convivencia.

Rememora que la condición no se solía respectar, ni tampoco quién la recordase en público: “Siempre pedía mi espacio y les señalaba las escaleras… Con suerte me ignoraban, en el peor de los casos se metían conmigo”. Sostiene que un matrimonio la insultó por decirles que usasen las escaleras: “Es ridículo que te amenacen por querer coger un ascensor, no me entra en la cabeza, el marido estuvo todo el descenso gritándome mientras la mujer lo calmaba”. “Desde entonces, doble mascarilla y entro para dentro bien callada”, asegura.

La demanda de los ascensores del metro supera su objetivo original de inclusión

La demanda de los ascensores del metro supera su objetivo original de inclusión / Ricard Cugat

Más allá del ascensor

Pero no siempre ha recibido buenas palabras: “Me he topado con grupos que se han reído o puesto violentos”, asegura. “A mí se me nota que soy gay y a veces me miran mal. Hará 3 años me dijeron ‘déjale ponerse al maricón no vaya a caerse del sillín’. Y no se me olvida la humillación”, lamenta. Añade que, si es un grupo muy grande, no dice nada y se cambia de vagón en la siguiente parada.

Uso indebido o innecesario de los ascensores en el metro.

Uso indebido o innecesario de los ascensores en el metro. / RICARD CUGAT

Carlos, de 28 años, recuerda unos meses en los que estuvo con la pierna rota y tenía que llevar muletas en el metro: “Fue agotador”. Le “erosionaba”, dice, tener que pedir cada día que le dejaran el asiento. Lo mismo le sucede a Darío, usuario de silla de ruedas que coge el autobús B24 en Urquinaona para ir hasta Can Ruti (Badalona). “He llegado al punto que si se ponen justo delante de la zona donde va la silla de ruedas, yo ya atropello. Que me miren mal, pero no voy a estar cada día pidiendo ‘por favor’ y ‘disculpas’ cuando está perfectamente indicado”. Le resulta sorprendente tanta “falta de empatía”: “Es más fácil usar el contacto visual para ligar en una discoteca que para que te cedan el asiento en el metro”, bromea.

Las entidades piden campañas de concienciación permanentes

Ascensores, asientos reservados o zonas para sillas de ruedas son imprescindibles para garantizar el acceso universal al transporte público, independientemente del grado de movilidad. Y, según las entidades del sector, se ha avanzado mucho en los últimos años en esta materia pero aún queda mucho por hacer hasta conseguir unos espacios totalmente inclusivos. Entre los progresos citan Ley Catalana de Accesibilidad, pionera en el territorio nacional, o que los Rodalies de Renfe sean los únicos trenes autonómicos adaptados.

Sin embargo, en el otro lado de la balanza persiste la falta de conciencia social, por ejemplo al abusar de los sistemas de accesibilidad. En este sentido, entidades como ECOM, movimiento participativo de asociaciones de personas con discapacidad física, piden que se refuercen las campañas de comunicación a través de todos los soportes, desde megafonía hasta pantallas y cartelería. “No pueden ser campañas puntuales, tiene que haber una comunicación reiterativa durante todo el año”, manifiesta Montserrat García, miembro de la junta de ECOM.

TMB replica que ya hace “campañas de sensibilización para recordar el uso prioritario de los ascensores, como por ejemplo cuando se hizo la campaña con el personaje Karma en 2020”, subraya TMB.

La falta de empatía, recalca, esconde una forma de “discriminación”. “No dar prioridad en los sistemas de accesibilidad a las personas que los necesitan es discriminación, en tanto que hay una relación de poder”, apunta. “Te invisibilizan al no cederte el acceso, ¡es capacitismo! –exclama– Y no dejarte subir al ascensor o sentarse en un asiento es solo la punta del iceberg de esta exclusión”.

Por otra, están las carencias en las infraestructuras de transporte. Incluso en estaciones de metro que constan como adaptadas, cita, la accesibilidad es deficiente porque en su día fueron construidas sin una mirada inclusiva. Dos ejemplos son trasbordos tan complicados que requieren salir a la calle y una señalización poco intuitiva del ascensor más cercano. También, avisa, es crucial el buen mantenimiento de los ascensores: “De poco sirve invertir en infraestructura si cuando se estropea no se arregla rápido”. “Hay que ir más allá del mínimo que marca las leyes”, concluye.

TMB reivindica su esfuerzo para “hacer que el metro sea más accesible para todos” y enumera medidas de facilitación muy diversas, desde navegación por voz en las máquinas expendedoras o avisos luminosos en puertas para los discapacitados auditivos, hasta el sistema de orientación NaviLens para invidentes o atención al cliente en lenguaje de signos. “TMB sigue trabajando para con la adaptación progresiva de las instalaciones”, apunta.

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