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El Tarzán de Barcelona que te enseña a subirte a los árboles

Se pasean por los árboles con más agilidad que Felipe VI huyendo del emérito. Tarzan Movement, se han bautizado. En Whatsapp suman más de 50 aprendices de mono. Entrenan en un “árbol-escuela” de la Ciutadella

El Tarzán de Barcelona te invita a subirte a los  árboles

El Tarzán de Barcelona te invita a subirte a los árboles.  /

Ana Sánchez

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Aquí acabas subido a un árbol en menos de lo que se ponen los cuernos en ‘La isla de las tentaciones’. “¿Tarzán?”. Se lo preguntas, ya trepando, al verlo encaramado en una rama como si estuviera en el sofá. “Yo, Jane”, te presentas como dicta el protocolo peliculero sobre los árboles. No hay lianas a la redonda -resoplas con alivio-, así que te acomodas en la rama de enfrente. Este es el “árbol escuela”, así lo llama él. “Es un árbol para todos los niveles”, garantiza con tono paciente de profesor. “Quizá no has encontrado tu miedo ahora mismo –sonríe al verte ya relajada haciendo la entrevista sobre la rama-. Después lo vas a encontrar”. En una hora empieza su clase de Tarzán

Tarzan Movement, han bautizado este “movimiento”. Apareció en Instagram hace apenas dos meses y medio. En el grupo de Whatsapp suman ya más de medio centenar de aprendices de mono. Entrenan en el parque de la Ciutadella de lunes a viernes, a partir de las 18.30. Los fines de semana hacen talleres por toda Catalunya. Tienen web, canal de Youtube, hasta un documental. “Está empezando a salir más trabajo”, sonríe Victor.  

Victor Manuel Fleites Escobar, se presenta de carrerilla. Tiene 32 años, acento cubano, callos en pies y nudillos. “La mejor siesta del mundo mundial” -promete- la ha dormido en una hamaca a 15 metros de altura. Imposible hablar con él menos de una hora. Era inevitable que se fuera por las ramas, sí. Conversa con deje de psicólogo, mirada penetrante, voz con efecto Trankimazin. Jurarás que es el Tarzán de Disney en cuanto lo veas caminar a cuatro patas. Se pasea por los árboles con más agilidad que Felipe VI huyendo del emérito. 

Victor (boca abajo) posa en el árbol-escuela de la Ciutadella entre media docena de alumnos.

Victor (boca abajo) posa en el árbol-escuela de la Ciutadella entre media docena de alumnos. / JORDI OTIX

“Yo me subo y voy fluyendo –intenta explicar lo que hace allá arriba-. Es como improvisar en arte contemporáneo. Vas inventándotelo según te vas moviendo. Aquí es lo mismo. Cada árbol te propone un reto diferente”.

De pequeño, ya recogía fruta de los árboles. “Es como haces un dinerito de adolescente”, recuerda sus tiempos en Cuba. Vino a Barcelona con 18. Se ha ganado la vida como fotógrafo, camarero, haciendo chapuzas, enumera su currículum sin ramas. “Buscándome la vida”, se encoge de hombros. Hasta el año pasado. 

Hace año y medio que Victor empezó a quedar con un amigo en el árbol-escuela de la Ciutadella. “¿Estáis haciendo el mono? –la gente les preguntaba al pasar-. Yo también quiero”. “Y al final –cuenta Victor- se ha creado un grupo de gente –ya van por 50 y pico-, todo un movimiento donde el eje va a ser quedar y compartir”. Esa es la propuesta, dice: “Crear un hábito diferente de vida. Quedar, entrenar, compartir, que nos mantengamos en movimiento imitando a esos primates más cercanos”.   

Victor, al fondo, vigila a sus alumnos por las ramas durante una clase de Tarzan Movement.

Victor, al fondo, vigila a sus alumnos por las ramas durante una clase de Tarzan Movement. / JORDI OTIX

Gorila, orangután, gibón, lémur, cada día toca uno. “Este es un grupo de entrenamiento inspirado en los movimientos de nuestros parientes los primates”, resume su info de Whatsapp. ¿Por qué hacer el mono? “Si tú pasas el tiempo suficiente en un árbol, te sale natural –responde Victor-. Somos de la familia de los simios. Sigues teniendo al arco del pie medio redondito para que encaje con la rama, el hombro tiene un gran rango de movimiento para permitirte braquiar”.     

Detalle de la postura habitual de Victor sobre las ramas.

Detalle de la postura habitual de Victor sobre las ramas. / JORDI OTIX

“¿Listos, monos?”, pone orden Victor. Hoy toca hacer el gorila. Media docena de alumnos se lanzan al árbol entre aullidos. Ya suben y bajan hasta con los ojos cerrados, te dicen como si nada. ¿No les da miedo caerse? “Noooo”, responden sin titubear. “El miedo es…. es todo un tema”, dice Victor. “En general huimos del miedo. Es una reacción bastante lógica. Huimos del peligro. Acá tienes la oportunidad de explorarlo sin que sea un trauma”. 

“Vas subiendo –te adelanta Victor a pie de tronco-, te encuentras con una serie de sentimientos, ahí te quedas. Quedarte cuando sientes miedo es nuevo para cualquier persona”. Así que empiezas a subir. Se te acelera el corazón, te cruzas con otro mono, intentas aullar, tanteas otra rama, te paras, miras al suelo, puf, no puedo, resoplas, una rama más. Hasta que te paralizas. “¿Encontraste tu umbral?”, te pregunta Victor. Pues ahí te quedas. “Tú a lo tuyo”. Unos segundos y la respiración se calma. Sonríes. Como él decía: “Te olvidas de lo que sentiste al principio”. Ya no hay miedo

Alumnos de Tarzan Movement por las ramas.

Alumnos de Tarzan Movement por las ramas. / JORDI OTIX

“Te dice exactamente las mismas cosas que un psicólogo, pero con otras palabras”, lo compara Clara Reche, 32 años. “Yo soy la alumna que he dejado hasta el trabajo y todo”, sonríe. Lleva un mes viniendo a clase y ya se pasea por las copas de los árboles. “¿Tienes miedo? –continúa-. Subes a una rama, te quedas ahí quieta, tienes un diálogo interior contigo mismo, te calmas y luego un paso más. Es que es lo mismo, pero sin pagar las tarifas de un psicólogo”, insiste. “Esto no es Tarzan Philosophy School”, se ríe al lado Victor. “Tú vienes porque te ha gustado algo, te ha vibrado algo, algo te motiva”. 

Clara enseña los callos de sus manos.

Clara enseña los callos de sus manos. / JORDI OTIX

Ahora mismo la mona Chita te estaría mirando por encima del hombro. Hace un rato que intentas caminar a cuatro patas. “¿Sientes los cuádriceps?”. Ah, pues debe de ser eso que te abrasa dentro de los muslos. “Cansa mucho ser mono”, escupes tras corretear sobre los nudillos apenas un par de metros. ¿Que ahora tengo que cargar a alguien, dices?

Ejercicios de gorila a cuatro patas.

Ejercicios de gorila a cuatro patas. / JORDI OTIX

“A mí no me interesa que volvamos como sociedad a caminar a cuatro patas -se ríe Victor-, pero tiene unos beneficios muy grandes”. A saber: “Te obliga a una apertura de caderas, a una resistencia en los cuádriceps. A fortalecer las muñecas, los dedos, el hombro. Y te sientes mucho más capaz en cualquier otra cosa que haces”.   

¿Qué engancha? “La gente, divertirse, la conexión”, van enumerando los alumnos. “La originalidad de los movimientos –apunta Adrià-, y el entrenador, que también tiene su carisma”, sonríe. Se palpa ambiente de comunidad. “Mañana lo vas a pasar mal –te advierte Paula con cara de pésame-, pero pasado mañana lo vas a flipar el doble”. Y sí, acabas con más agujetas que el féretro de Isabel II. 

Te cambia la perspectiva de cómo ves la vida en general y cómo la vives”, Ale va más allá. Alexia Kraft, 25 años, es la directora del documental. La única capaz de resumir a Victor. ¿Su último reto? “Hace un mes –anuncia-, Victor y yo dejamos de llevar zapatos. Estás más atento a todo lo que pasa alrededor. Y eso también es parte de Tarzan Movement”.    

Alexia Kraft, la directora del documental de Tarzan Movement, en clase de gorila.

Alexia Kraft, la directora del documental de Tarzan Movement, en clase de gorila. / JORDI OTIX

El entrenamiento, asiente Victor, es solo “una parte de algo mucho más grande”. Un “movimiento cultural”, apunta. “La idea de vivir más en comunidad”, intenta definir. “De ayudarnos en la vida”. De ahí viene lo de Tarzán. “Sabes que no eres un mono –compara Victor-, pero también te sientes muy raro en esta sociedad. Hay una desconexión muy grande”. 

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