La Barcelona que no duerme

Las plazas de Gràcia: noches de ventanas cerradas y tapones contra el ruido

Una vecina de la Virreina y una del Raspall cuentan el drama que supone convivir con la contaminación acústica

A1-149572509.jpg

A1-149572509.jpg / JORDI OTIX

Toni Sust

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Pese al calor de una noche de mayo que parece julio, Eva Corredoira, abogada, de 54 años y vecina de toda la vida de la plaza de la Virreina, en Gràcia, cierra las ventanas. No hace mucho, invirtió cerca de 10.000 euros en poner doble cristal e instalar aire acondicionado en cada una de las cuatro habitaciones de la vivienda, todas exteriores.

Pone la tele a volumen 100 y se dispone a ver series: “Muchas series, porque no quieres irte a la cama y ponerte como una moto por el ruido”. Su sobrino, que reside en la misma vivienda, y que cursa su primer año en la universidad, suele estudiar en el lavabo para huir del estruendo de la plaza. “He decidido encerrarme. Me parapeto. Doble cristal, aire acondicionado para no abrir ventanas. Tapones y a veces no basta y me tengo que poner música, ruido blanco: olas, lluvia. Después de una de estas noche te levantas como con las peores resacas”, cuenta la abogada.

Las vecinas consideran que el consistorio permite demasiadas celebraciones en las plazas

Protesta unitaria

Corredoira es una de las vecinas de las plazas de Gràcia que han formado un frente común con los residentes en otras zonas y que están decididos a protestar hasta que logren conciliar el sueño, algo que ahora les resulta difícil a menudo. Ella y Marité Alonso, arquitecta de 60 años y vecina de la plaza del Raspall, ven con ilusión la concentración convocada para el 16 de junio ante el Ayuntamiento de Barcelona contra la contaminación acústica.

Explican que hasta hace unos años la plaza del Sol acumulaba todo el conflicto del ruido. Que los vecinos de allí se pusieron a presionar a los políticos y el resultado fue que aumentaron las medidas para evitar el follón, lo que llevó a la gente a otras plazas que hasta entonces sufrían el problema: Revolució, Virreina, Diamant, John Lennon, Joanic, Dones del 36 y Nord.

Las dos afirman que la respuesta del consistorio no les satisface, que la Guardia Urbana no suele acudir cuando se les llama y que los partidos políticos prometen contundencia cuando están en la oposición y se olvidan al llegar al gobierno. ¿Han pensado en irse de sus pisos? Las dos dicen que sí. Y cuentan que muchos de sus vecinos ya lo han hecho. Pero no ven justo que el ruido las expulse.

Alonso vive en la calle del Profeta desde 1999, antes lo hacía en la cercana calle de Camprodon. Se va todos los fines de semana. Es un pequeño oasis para ella, porque entre semana, el asunto está complicado, especialmente desde hace unos tres años. “Hay botellones, que antes no había. El Raspall era una plaza de barrio total en la que hacían vida los gitanos del barrio. Ellos me dicen que los han echado”. Su madre vive en la calle de Tordera, a unos metros de la plaza. “Se le sientan en la puerta. Ni oye la tele”.

Fiestas en las plazas

Los problemas vienen de tres frentes: por un lado, las terrazas. Ambas coinciden en que en sus plazas suelen respetar los horarios. El segundo es el de los botellones. A la que se junten unas pocas personas el ruido ya es molesto. El tercer frente: la profusión de celebraciones que el ayuntamiento permite en las plazas de Gràcia, y que parece excesiva a ambas. Contra todo esto que les quita el sueño protestarán el día 16.

Suscríbete para seguir leyendo