Año nuevo: Personas y proyectos (I)

La Barcelona luchadora: la ciudad y sus peleas vitales

Sueños por cumplir, enfermedades que vencer, techo que conservar, adicciones que superar... Guerras barcelonesas, cotidianas y a pie de calle. 

BARCELONA LUCHADORA 2022 VÍDEO PRESENTACIÓN

Trece luchas vitales en las calles de Barcelona. / Rachele Sartirani

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Al mediodía, 3,2 millones de luchas vitales se entrecruzan en Barcelona y su área metropolitana. Un sintecho que quiere dejar de serlo, un activista conservando espacios naturales, una emprendedora con una idea que vender, una adicta intentando dejar lejos su veneno... Batallas personales con causa que defender en 2022.

Es posible que en este año recién estrenado algunas de estas peleas finalicen; es probable que otras solo pasen de capítulo. Entre tanto, sus protagonistas las desvelan, en tres entregas, en este mosaico de ciudad luchadora.

Barcelona luchadora. Viderreportaje

Martha Jordan

Pau, paciente de una enfermedad rara

"Seremos inclusivos cuando no usemos la palabra 'inclusivos'"

Pau Segarra, con la medicación que ha de tomar cada mediodía.

Pau Segarra, con la medicación que ha de tomar cada mediodía. / P. Segarra

Al mediodía, Pau Segarra toma su medicación en su puesto de trabajo en una fundación de personas con parálisis cerebral. Su tratamiento consiste en ocho pastillas diarias para llevar mejor su enfermedad. A Pau le diagnosticaron el síndrome miasténico congénito cuando tenía seis años, una patología rara que afecta al nervio que estimula la actividad muscular.

Los síntomas con los que vive Pau, barcelonés de 30 años, diseñador gráfico y fundador de ASMIC (Asociación de afectados por el síndrome miasténico

"Mi vida se ha construido en base a mi enfermedad"

congénito) son debilidad muscular y una fatiga más acentuada que otra persona sin esta patología. “Cuando estoy más cansado de lo habitual, me cuesta vocalizar o levantar una jarra de agua”, explica Pau. Además, tiene una hija pequeña y le cuesta alzarla en brazos. Tampoco puede practicar deportes que impliquen esfuerzo muscular.

Sin embargo, Pau no ve solo dificultades asociadas a su enfermedad: “Desde pequeño me han enseñado a vivir con la discapacidad, así que he dejado de verla como tal. Mi vida se ha construido en base a mi enfermedad”.

Pau mejora con la medicación. Por eso en la asociación no busca captar fondos para la investigación, sino visibilizar la enfermedad. “Debemos normalizar esta patología. Seremos inclusivos cuando no usemos la palabra inclusivos”. 

Texto: Esther Hernández

Celia, emprendedora

"Luchar es hacer renuncias para conseguir lo que quieres"

Celia Vilar estudio química en la Universidad de Barcelona. Ahora trata de desarrollar su invento: un champú sólido.

Celia Vilar estudio química en la Universidad de Barcelona. Ahora trata de desarrollar su invento: un champú sólido. / C. Vilar

Al mediodía, Celia Vilar está de camino al laboratorio de investigación en el que trabaja. Su horario le ocupa la mayor parte de la jornada, pero busca tiempo para compaginarlo con su proyecto, ese por el que lleva años luchando.

En 2019 comenzó a buscar la fórmula "perfecta" para producir champús sólidos. Dos años más tarde empezó a comercializarlos y con apenas 23 años creó su propia empresa: Néctar Cosmética. Y su batalla se extendió más allá de las fórmulas y las materias primas. Para convertirse en una emprendedora, ha tenido que asesorarse y aprender en distintos campos, como el del marketing, la informática o los aspectos legales.

Calia siempre ha sido de números. "Estudié Química en la Universidad de Barcelona. Fue allí donde empecé a interesarme por la cosmética. Cuando descubrí la pureza de los productos artesanos y sus múltiples beneficios medioambientales, decidí compartirlos con el mundo entero", cuenta.

Pese a las dificultares y trababas que ha ido encontrando por el camino, Celia continúa luchando por su proyecto: "Para mí luchar significa trabajar duro, renunciar a muchas cosas para conseguir lo que quieres"

Texto: Paula Vilarrasa

Maxime, ecologista

"Es fácil deprimirse en la lucha por el medio ambiente"

Maxime y unos compañeros, durante una limpieza en la playa de la Mar Bella de Barcelona.

Maxime y unos compañeros, durante una limpieza en la playa de la Mar Bella de Barcelona. / Project Rescue Ocean Barcelona

Al mediodía, Maxime Ruiz, de 25 años, está en Castellbisbal, donde es asistente de mánager en la firma Jardín y Natura. Durante el día repasa mentalmente para cuando libre qué mensajes enviará a quienes le ayudan a limpiar las playas. Combina su ocupación principal con su labor como activista en Project Rescue Ocean. La fundación, de origen francés, impulsa limpiezas en espacios naturales desde 2015 para preservar la biodiversidad.

Maxime es uno de los embajadores en Barcelona de esa oenegé. El pasado 28 de

"Las toallitas húmedas que tira la agente acaban en la playa"

noviembre celebraron el primer aniversario de la sede catalana limpiando la playa de la Mar Bella. Según cuenta, en las recogidas encuentran desde colillas hasta latas y en especial muchas toallitas húmedas: “La gente las suele tirar por el retrete, no se disuelven y se acaban estancando en las playas”.

Cuando vuelve de trabajar, redacta para las redes sociales de la fundación, busca nuevos colaboradores y piensa en el próximo evento de recogida de residuos. También organiza charlas en colegios para sensibilizar a los más jóvenes. “Son el futuro y cuanto más preparados estén, mejor -afirma-. Esta es la lucha de nuestra generación”.

El joven ecologista se siente atraído desde pequeño por todo lo relacionado con la naturaleza, inclinación que le llevó a cursar un máster sobre desarrollo sostenible: “Me prometí a mí mismo que me dedicaría a algo que tuviera que ver con el medioambiente”, confiesa.

A aquellos que deseen adentrarse este año en el activismo medioambiental les advierte de que “es fácil deprimirse cuando te das cuenta de la situación, pero la esperanza es lo último que se pierde”.

Texto: Beatriz Solivellas

Jaroslav, persona sin techo

"La vida es lucha, cada día, cada noche"

Jaroslav, sinhogar del Raval de Barcelona, en su lugar cotidiano.

Jaroslav, sinhogar del Raval de Barcelona, en su lugar cotidiano. / Gonzalo Morales

Al mediodía, Jaroslav se encuentra sentado en el mismo lugar de siempre, en el Raval, esperando la compasión de los transeúntes. No tiene la opción de cambiar su rutina. Su mirada transmite tristeza y frustración: él preferiría no estar mendigando, no dormir en la calle. "Querría ser como las personas que están caminando", afirma. Pero la sociedad no deja sitio en le mercado laboral a los mayores sin papeles.

Jaroslav escapó de la miseria de una Checoslovaquia que sobrellevaba las dificultares de su transición a la Democracia. "En mi país -cuenta-, a las personas que vivían en la calle, como yo ahora, la policía les cobraba 40 euros diarios por dejarlos en paz". En España siente que tiene oportunidades que no tenía en su país. Sin embargo, todavía está a la expectativa de la oportunidad que le saque de las calles. "Estoy esperando a que la asistenta social me ubique en un albergue para poder concentrarme en conseguir trabajo", asegura.

La soledad es otra de sus luchas. Su móvil, antiguo pero funcional, es el único vínculo con su familia, a la que no ve desde hace mucho tiempo. "La vida es lucha, todos los días, todas las noches", responde mascando el castellano. Sus palabras cargan con el cansancio de quien ha pasado su vida peleando, y que lo seguirá haciendo.

Texto: Gonzalo Morales

Pilar, exalcohólica

"Llevo más de dos años sobria, y tengo que seguir así"

Pilar, exalcohólica, en su casa de Barcelona

Pilar, exalcohólica, en su casa de Barcelona / Emma Skantz

Al mediodía, Pilar Santiago, de 54 años, para su sorpresa está trabajando. Hasta hace poco creyó imposible que le volvieran a dar el alta. Y si es fin de semana, el mediodía está haciendo cualquier cosa menos estar tumbada en el sofá. Las mañanas ya no son para

"Me costaba quitarme el sentimiento de culpa"

estar tirada en el salón tomando cervezas.

Pilar comenzó a beber alcohol con 15 años, y aunque notaba que bebía mucho más que sus amigas no reconoció su problema a tiempo. "La sombra del alcohol siempre ha estado conmigo", cuenta.

Pese a que también le acompañaba la soledad, no fue eso lo más duro para ella: Me costaba mucho quitarme el sentimiento de culpabilidad. Mi enfermedad afectó a la niñez y la adolescencia de mis hijos, y ellos eran demasiado pequeños como para entender lo que me sucedía".

Pilar comienza el 2022 llevando más de dos años sobria. Y aunque sea un gran logro, sabe que esto no acaba aquí, que no puede bajar la guardia: "Toca seguir luchando día tras día".

Texto: Emma Skantz

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