colectivos vulnerables
La pandemia duplicó las colas del hambre en Barcelona
Por primera vez un informe suma los datos de las familias atendidas por el ayuntamiento y las entidades sociales en la ciudad
En la capital catalana 195.272 personas necesitaron ayuda para comer en 2020, un 111% más que en 2019
Elisenda Colell
Redactora
Periodista de desigualdades y exclusión social crecida en la redacción de informativos de la Cadena SER en Catalunya. Nací en Viu Comunicació y Cugat.cat.
Fue la consecuencia más inesperada y demoledora. A las pocas semanas de iniciar el confinamiento estricto por la pandemia, cientos de personas se agolparon en las puertas de los comedores sociales, entidades y servicios sociales pidiendo comida. Un año después, el Ayuntamiento de Barcelona y las principales entidades sociales de la ciudad ponen cifras a las colas del hambre. En total, dicen, atendieron a 195.272 personas que no tenían nada que llevarse al plato. Son 102.772 más que el año anterior. La situación hoy no se ha revertido. Y es por ello que señalan las causas estructurales: el trabajo precario, la ley de extranjería y el elevado precio de la vivienda.
Los datos son abrumadores, se mire por donde se mire. Los expone el informe 'La crisis alimentaria y la respuesta de la Ciudad de Barcelona', elaborado por la Red por el Derecho a una Alimentación Adecuada y el Acuerdo Ciudadano para una Barcelona Inclusiva que se ha presentado este jueves. En 2020, los servicios sociales municipales atendieron a 111.156 personas solo en programas relacionados con la alimentación: ya fueran comedores sociales, comidas extraordinarias, comida a domicilio, alimentación en centros de personas sin hogar, becas comedor o tarjetas monedero. Son un 69% más si lo comparamos con 2019.
Pero en realidad, los servicios sociales solo llegaron al 57% de todas las familias necesitadas. Hay que sumar los datos de las entidades sociales que, con subvenciones municipales o supliendo las carencias de la administración, respondieron como si de una ampliación extra de camas hospitalaria se tratara. El Banco de Alimentos aportó una tonelada y media más de comida, llegando a la cifra de 6,7 y aumentando un 43% las personas beneficiarias. La Cruz Roja fue quien más creció. Multiplicaron por 10 las personas personas atendidas en 2019. Recibieron 15.116 solicitudes para ayudas de alimentación y, en total, llegaron a 19.138 personas. Cáritas llegó a 45.892 hogares, ya fuera repartiendo lotes de alimentos en las parroquias o facilitando tarjetas para hacer la compra. En su caso, duplicaron las personas atendidas respecto al año anterior. Otras entidades multiplicaron por cuatro las ayudas a alimentos, como es el caso de la fundación Formació i Treball, o la entidad Espigoladors, dedicada a la recuperación de alimentos del mercado, que superó las 18.000 familias beneficiarias.
Acabar con la comida en especie
La nota triste, si no lo es suficiente, es que muchas de estas familias, el 53%, fueron alimentadas con ayudas en especie, o sea lotes de alimentos. Y parte de ellos, con alimentos en seco, no frescos. Es decir, fueron las que se vieron en las colas de alimentos, que ni podían decidir qué comían, ni cuánto ni cómo. Y tenían que pasar por el escarmiento público, la nota miserable, de la cola del hambre. En cambio las tarjetas monedero, que crecieron un 81%, llegaron a 95.543 hogares. Una tarjetas que se rellenan con dinero, y con las que las familias pueden ir al supermercado a comprar aquello que necesiten, sin tener que soportar el señalamiento en las calles. "Ante la emergencia alimentaria que vivimos, y seguimos viviendo, la de las tarjetas es nuestra respuesta preferente. Pero la emergencia tan brutal de 2020, con familias que en 15 días no tenían nada que comer... tuvimos que dar una respuesta extraordinaria", ha dicho la comisionada de Derechos Sociales, Sonia Fuertes.
En este sentido, Fuertes ha manifestado que la emergencia alimentaria en la ciudad aún no ha terminado. "Ha habido una cierta reducción, pero hay familias que no están saliendo de esta situación de pobreza". Además, ha reconocido que sigue habiendo lista de espera para acudir a los centros municipales de distribución de alimentos. "El problema es que esto no se trata de un tema solo de alimentación. Estamos hablando de un problema estructural: la gente no tiene ingresos o no son suficientes para pagar la vivienda y poder comer", ha insistido.
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