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Satanassa reina por un día

Solo querían divertirse, pero pusieron los cimientos de un barrio de fama internacional, y ahora, 21 años después de su última saturnal, la parroquia de aquel bar de leyenda organiza un revival

Satanassa

Satanassa

Carles Cols

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El título podría llevar una coma (Satanassa, reina por un día) y el sentido de esta crónica no cambiaría ni un grado su rumbo, que no es otro que anunciar que uno de los bares más influyentes de Barcelona, vamos, uno que sí cambió el rumbo de esta ciudad y la puso mirando a Oz, va a celebrar un revival el próximo domingo 12 de diciembre en la sala Luz de Gas, lugar prestado, porque el que fue su hogar en 1989 y durante toda la década de los 90, el número 27 de la calle de Aribau, lo ocupa hoy otro negocio. ¿Es un homenaje? ¿Un reencuentro? ¿Una reivindicación? ¿Una invocación luciferiana? Son preguntas que la que fuera entusiasta clientela de aquel lugar simplemente no se hará, porque aquello fue durante una década un viva la vida en el que no se era muy consciente de que se estaban escribiendo un capítulo crucial de la historia de las saturnales de esta ciudad. Merece la pena poner algunos puntos sobre las íes.

Probablemente sean necesarios, antes de proseguir, un par de apuntes introductorios para los ‘boomers’ más profanos y también para los que no habían cumplido los 18 años antes del cambio de milenio. El Gaixample, ese difuso barrio de la ciudad, un nombre oficioso que no figura en los anuarios estadísticos municipales pero que goza de fama internacional, se edificó a finales de los años 80 sobre dos sólidos cimientos, dos locales de parrandeo. Uno era el Este Bar, que originalmente estaba en la minúscula Rauric, una calle del Gòtic cuya leyenda fue glosada hace medio año por Nazario en un libro desopilante, ‘El bar Kike y Paca la Tomate’. Al frente de aquel establecimiento estaba Carlos, que llegó a la Esquerra del Eixample con sobrada experiencia detrás de la barra. El otro pilar fundacional del barrio nació de la nada, sin currículum que mostrar. Fue el Satanassa, una genialidad que se merece un punto y aparte.

Rafa, a quien sus amigos hoy en día conocen como Rafa Satanassa, porque tan padre fue de aquel bar que hasta adoptó su apellido, llegó a Barcelona a mediados de los años 80, procedente de El Carpio, milenario pueblo cordobés, parece que famoso por su sopa de fideos gordos. Tenía solo 22 años. Que su primer empleo en la ciudad fuera en uno de establecimientos que entonces fomentaban ya la vida sana no deja de ser un chiste. El caso es que recuerda perfectamente el día en que entró por primera vez en un atípico local de la zona pija de Barcelona, el Yabba Dabba Club, en la calle Avenir. Allí, el exídolo de las adolescentes Pedro Marín había abierto un bar maravilloso. Al fondo había una pequeña sala en la que suelo, paredes y techo se iluminaban con fluorescentes para poder bailar, algo muy pop, y justo en la entrada crecía noche tras noche una escultura de cera negra derretida en la que, cuando convenía, Marín plantaba una nueva vela encendida en la cima para invocar a los clientes. Rafa vio aquello y tuvo, parece, una epifanía, una diablesca epifanía. El Satanassa, a su manera, fue concebido espiritualmente entonces.

María Olvido Gara Jova, Alaska para todos, en una de tantas noches en que se dejó caer por ese local que ya hubiera querido tener la movida madrileña.

María Olvido Gara Jova, Alaska para todos, en una de tantas noches en que se dejó caer por ese local que ya hubiera querido tener la movida madrileña. / Satanassa

Lo que Rafa alumbró poco después junto a otro socio en la calle de Aribau fue una fantasía almodovariana en la que no era extraño que se desmelenara una jovencísima Penélope Cruz, se retratara con la parroquia Alaska, bailara en las gradas Jimmy Somerville, le pareciera la repera a Miquel Barceló, hiciera de las suyas mezclado entre el público Jean Paul Gaultier y un local, a modo de cereza del pastel, que a punto estuvo de que como reina de la noche de Barcelona que era Satanassa estuviera a un tris de conocer a su príncipe azul, pues resulta que un día Felipe de Borbón, hoy rey de España, amagó con entrar en el establecimiento una noche que salió con unos amigos. Lamentable, en un exceso de profesionalidad, sus escoltas asomaron primero la cabeza y recomendaron al heredero al trono que se tomara la copa en otro lugar.

La 'troupe' del local, retratada frente a las figuras que daban la bienvenida al bar.

Satanassa

Lo que aquellos escoltas vieron, si solo cruzaron el umbral, fue la barra y esos cuatro modiglianianos cariátides que el propio Rafa había esculpido en la pared, desprovistos de cualquier prenda de vestir y con los genitales en posición de reposo, y por los que la ‘crême’ del diseño barcelonés de aquellos años le hizo un hueco en la revista Ardi. Si los escoltas llegaron a entrar hasta el fondo, entonces pudieron comprobar cuán pocos metros cuadrados se necesita en realidad  para edificar un templo de culto, gay, por supuesto, pero también hetero, ya que una de las singularidades de Satanassa era lo abiertas que estaban las puertas a todo tipo de público. Guillermo Hernaiz, madrileño afincado en Barcelona y durante un tiempo director de 'Primera Línea, una ocupación que le obligaba a conocer qué se cocía en la ciudad, asegura sin dudarlo que no hubo en Madrid nada igual, un lugar en el que se respirara aquella desinhibición o, mejor dicho, aquella comunión entre todas las opciones sexuales. "A veces llevaba allí a ejecutivos tras una cena de empresa y en media hora eran otras personas, las corbatas volaban". Que superen eso otros mitos de aquella época, como el Velvet, el Sidecar, el Otto Zutz o el Cangrejo, por mencionar así cuatro puntos cardinales distintos que en los 90 eran brújulas de la noche barcelonesa.

Una noche temática, gentileza del restaurante chino que cerró sus puertas y dejó toda su decoración a disposición del siguiente arrendatario, amigo de la pandilla del Satanassa.

Una noche temática, gentileza del restaurante chino que cerró sus puertas y dejó toda su decoración a disposición del siguiente arrendatario, amigo de la pandilla del Satanassa. / Satanassa

El Satanassa, como su propio nombre sugiere, era de otro mundo. Era un lugar imprevisible y descarado. En una ocasión, un amigo de Rafa y compañía alquiló un local para abrir un negocio y se encontró al entrar que aún conservaba la decoración de su anterior uso, restaurante oriental, así que le pidieron que no tirara nada, que aquello era estupendo para una noche temática que anunciaron con un título de esos que escandalizan a los escandalizables, ‘Cómeme el coño con palillos chinos’. En otra ocasión, para demostrar su devoción por Almodóvar celebraron una jornada de ‘playbacks’ en la que cada uno de los miembros de la muchachada del ‘antro bar’ (así se anunciaba en el cartel de la puerta) interpretó una canción de las películas del director manchego. Lo que el próximo domingo pueda suceder se supone que será igual de imprevisible y descarado.

No estará para pinchar, lástima, David Gil, que a lo mejor no era entonces todavía un portento con la tabla de mezclas, pero que conocía todos los arcanos de la música petarda y era capaz de maridar cualquier gran ‘hit’ de los ritmos disco del momento con lo más ‘hot’ de Raffaella Carrà, a la que allí se veneraba con pósters en las paredes como si fuera la mismísima Virgen de Guadalupe, que, por cierto, celebra su día el 12 de diciembre, como el Satanassa este año, así que su presencia, aunque sea en espíritu, se da por hecha. Es esto un 'spoiler', de acuerdo, pero solo de este modo se puede recomendar a quien tenga previsto ir que, si puede, se agencie una peluca rubia, no sea que le cojan desprevenido esos recordados versos de la torrencial cantante boloñesa, "si él te lleva a un sitio oscuro, que no te asuste la oscuridad, pues casi nunca se está seguro, si es por amor o por algo más", preludio de ese estribillo que hasta los cardiólogos bailaban con desmesura, "explota, explota, me explo, explota, explota mi corazón...".

Pues eso. Satanassa, reina por un día o, como se podrá decir con propiedad el domingo, Satanassa reina por un día.

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